Solo en la estación.
28
– 01 - 2018
Estoy
en el andén de la estación de las soledades,
todas
las soledades,
por
donde transitan los trenes de la esperanza.
Pasan
raudos, veloces,
y
no llevan escrito su destino.
¿Y
qué importa el destino cuando ya no esperas nada?
Solo
en el andén,
donde
las miradas se pierden en el suelo,
donde
los ojos buscan los nichos de la esperanza.
¿Qué
importa el destino,
cuando
no se espera a nadie,
cuando
el libro de tu vida no tiene más páginas que arrancar,
cuando
ya todo está escrito,
cuando
las horas y días ya no importan,
cuando
los años se pierden en un sueño sin futuro?
Y
sin embargo, yo aún sigo en ese andén,
viendo
pasar los trenes sin origen ni destino,
los
trenes de la esperanza
que
cuando pasan me roban
un
poco más de la poca que me queda.
A
mi espalda, el tren de la resignación,
está
permanentemente parado,
su
rótulo de estación final se ve en todos sus vagones,
todos
ellos grises, fríos,
donde
mueren los últimos ecos de los deseos.
Porque
ya no hay deseos,
no
hay anhelos,
no
hay paisajes que mirar,
no
hay ojos donde contemplar tu imagen,
no
hay susurros que te arrullen en esas noches oscuras.
Donde
ya no hay nada,
porque
eso es resignación:
la
nada congelando el corazón.
Francisco
Murcia
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