viernes, 5 de enero de 2018

Mañana hay carta

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A todos aquellos padres y madres que debieron sufrir la agonía de la ausencia.

Mañana hay carta
5 – 01 - 2018

Zumban los oídos y la pollilla revolotea,
dando vueltas y más vueltas
en torno de una bombilla de pobre luz lastimera,
que solo arroja penumbras
y negrura entre las sombras.

Mañana hay carta, dice madre,
porque padre está muy lejos,
más allá de unas montañas que ni siquiera las vemos,
que están, dicen, en el mapa,
como manchas alargadas que nos señala el maestro.

Mañana hay carta,
y en los ojos de mi madre se enciende una lucecita.
¡Pobrecita! Ella sola, remendando entre cenizas,
con los dedos ateridos a la luz de una bombilla
que solo arroja penumbras en medio de la negrura.

Ya está leyendo la carta sin haberla recibido,
y su mente se recrea en ese “querida esposa”
que aparece al desplegar esas cuartillas rayadas
donde mi padre le cuenta y le habla cada mes,
y entre mes y mes el silencio, la zozobra, la ansiedad,
y la esperanza cargada de dudas y de temores.
Pero por fin llega el sobre con una pobre soldada
que pone pan en la mesa, poca carne y buen tocino
acompañando a la sopa y garbanzos del cocido.

La polilla dando vueltas
en torno a aquella bombilla de penumbrosos matices
renueva las esperanzas de madres desesperadas,
cuyos maridos marcharon
más allá de las montañas que aparecen en el mapa,
y las mujeres quedaron al calor de las cenizas,
con los dedos ateridos remendando pantalones,
a la luz de unas bombillas de penumbrosos matices,
mientras ellos se desvelan en tierras desconocidas
por ganarse los salarios que sus tierras les negaron,
por ganarse la soldada pa poner pan en la mesa
y comprar las alpargatas que sus hijos necesitan
para no correr descalzos persiguiendo sabandijas. 

Son las dos de madrugada y aun le quedan remiendos,
la polilla sigue y sigue, en torno de la bombilla,
y mientras mueve la aguja con maestría obligada,
renueva las esperanzas de que mañana haya carta.
Ya no hay ascuas bajo las frías cenizas,
solo hay frío y soledad, y unos niños encogidos
que duermen bien apretados para tener menos frío.

Querida esposa:
Me alegraré que al recibir esta te encuentres bien.
Yo bien, a Dios gracias.

La recibió hace un mes y aún la sigue leyendo.
La sombra de la polilla rauda atraviesa el papel.
Una tenue sonrisa se dibuja en esos labios
que entre sombras y cansancio
lanzan un beso a los vientos para que llegue hasta él.
Con primor pliega el papel y se lo lleva a los labios,
después lo mete en el sobre.
La polilla vuela y vuela en torno de la bombilla.
Mañana hay carta, verás- se dice en silencio a si misma.
Y es que ya ha pasado un mes, y no han llegado noticias.
Vencida por el cansancio rendida se va a la cama
y sueña con esa carta que espera tener mañana.
Querida esposa, dice el encabezado y ahí termina la carta,
pues ya no le quedan fuerzas ni para seguir soñando.


Francisco Murcia

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