martes, 30 de enero de 2018

Cuando ya no queden huellas


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Cuando ya no queden huellas.
9 – 10 - 2017

Tierra serena, llana,
acumulando la fatiga de siglos,
descansa en un paisaje amable
que se despereza a veces, acá y allá,
en suaves lomas y altozanos
donde no se ve la áspera brusquedad
de un escalón rocoso,
de una falla o una grieta en cuyo fondo
suenan los ecos de jóvenes gotas saltarinas.

Aquí son los rosas brillantes al despuntar la alborada,
y los naranjas candentes al acercarse el ocaso;
aquí es todo paz y sosiego,
y horizontes infinitos,
donde la tierra y el cielo se disputan los espacios,
se confunden y se abrazan
mientras que yo los contemplo,
recogiendo en mis sandalias el polvo de los caminos,
y en mi mente, la experiencia que me regalan los siglos.

Vuela rasante una alondra que dormitaba en el suelo,
allí mismo, en el camino,
entre pajas y guijarros.
Paro mis pasos quedos,
detengo el rumor suave de mis gastadas sandalias
y observo con embeleso los rápidos aleteos
de aquel cortísimo vuelo que se pierde en los rastrojos,
mientras el sol, ya cansado,
dispensa el último rayo
y los naranjas y rojos visten de gala el ocaso.

Tímida al otro lado se asoma la pálida luna
mientras el último rayo
se sumerge en la penumbra,
y proyectan esas lomas oscuras sombras de tumbas
que se extienden por el valle.
Rasga el silencio en la noche
la canción desesperada de algún grillo solitario,
cri-cri, cri-cri, canto con él para que escuche mi amada;
el grillo no halla respuesta,
y mis lamentos se pierden en un vacío sin nombre,
mientras me alumbra la luna con luz pálida de plata
y el silencio de la noche, amable recoge mi alma,
y deja caer un susurro de la bóveda estrellada:
-Sueña, me dice la noche, -
aplaca ya esas voces
y olvídate ya del polvo que llevas en tus sandalias.
fíjate en esa alondra apostada en el camino
que se fue en vuelo rasante
y descansó en el rastrojo su ansiedad y su fatiga.

-Eleva tu propio vuelo,
aletea en los abismos de la inmensidad oscura,
alumbra con ilusión el camino de tu vida,
recorre en vuelo rasante las huellas que vas dejando,
y verás que aquella alondra llevaba mucha razón
al buscar entre rastrojos su reposo natural.  
Aplaca pues ya tu ira,
arrójala a los abismos del silencio de la noche,
y susúrrale a la luna de pálida luz de plata
tus más íntimos secretos,
Confíale tus lamentos,
y ya sabes que es de noche,
que estás solo en este cielo,
que una lágrima furtiva no te hace menos hombre,
que el polvo de tus sandalias no es el mejor pergamino
donde escribir de esta historia
el capítulo final-.

Y al despertar la alborada,
guarda silencio la noche,
queda en la brisa el susurro de la penumbra estrellada.
Respiro hondo y me digo: -solo es una ilusión-,
pero nace un nuevo día y con los rayos del sol
firmo un nuevo contrato 
para obligarme a vivir otro día y otra noche,
y así mil noches y días,
pues mi historia está incompleta
y solo terminaré cuando ya no queden huellas
ni haya polvo en el camino
ni versos en primavera.

Francisco Murcia.


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