
La vida solo es un paréntesis en el eterno devenir del tiempo.
Antonio se va.
15
– 01 - 2018
Vagaste
por los caminos de un destino
que
no te ahorró espinas,
los
abrojos abundaron bajo tus plantas,
pero
tu espíritu indómito, flagelado
por
el inmisericorde látigo del dolor,
se
hizo duro, enérgico, poderoso,
y
sin perder el amor, se enfrento a los idus de marzo
que
en su furor, tu corazón desgarraron.
Pero
tú, amigo Antonio, nuestro maestro, nuestro poeta,
recibiste
del buen Dios el permiso de tu vida,
y
dispuso un corazón para que ese pecho inmenso,
que
palpitaba de amor, renaciera,
pues
tu alma, amigo Antonio, todavía es de la tierra,
porque
la tierra necesita de tu alma,
porque
si tu no estuvieras, las letras serían otras,
otras
serían las frases y no habrían existido
todos
esos poemas que pasaron por tus manos,
que
a veces te hicieron llorar, y otras veces sonreír,
poemas
de aficionados que tú supiste vestir
con
bellas ropas de fiesta como si fuera domingo
y
visitaran la iglesia de ese buen Dios que te espera.
Nuestras
torpes palabras se quedaron impregnadas
con
ese halo de amor de un alma que palpitaba
con
un corazón prestado, cuyo dueño llamó Dios.
Y
fundaste Aula Abierta,
Puerta
Abierta mejor la hubiera llamado yo,
porque
abierta siempre estaba para almas vagabundas,
solitarias
y perdidas que navegan por las ondas,
almas
de húmedas lágrimas que vierten en poesías,
poesías
que Aula Abierta vestía siempre de gala
bajo
tu mano maestra.
Pero…
mi estimado Antonio,
te
lo digo como amigo,
tu
no tienes en tus manos las llaves de tu destino,
no
defraudes al buen Dios
pretendiendo
corregir lo que escribió para ti
en
los anales del tiempo.
Es
Él quien ha de llamarte,
y
Él es quien dicta el momento de que tu estrella
figure
entre las almas más bellas que forman el universo.
Tente
pues, amigo Antonio, y no peques de soberbia,
pues
tu buen Dios ya ha dispuesto
año,
mes, semana y fecha para llamar a tu puerta.
Y
mientras Él no lo haga, aquí estamos tus amigos,
compañeros
de las letras y consumados poetas
que
salieron de tus manos en tus clases de Aula Abierta.
Tente
pues amigo Antonio, que aún no te llama Dios,
y
sigues siendo poeta.
Tu
amigo para siempre: Francisco Murcia.
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