jueves, 18 de enero de 2018

Antonio se va

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La vida solo es un paréntesis en el eterno devenir del tiempo. 

Antonio se va.
15 – 01 - 2018

Vagaste por los caminos de un destino
que no te ahorró espinas,
los abrojos abundaron bajo tus plantas,
pero tu espíritu indómito, flagelado
por el inmisericorde látigo del dolor,
se hizo duro, enérgico, poderoso,
y sin perder el amor, se enfrento a los idus de marzo
que en su furor, tu corazón desgarraron.

Pero tú, amigo Antonio, nuestro maestro, nuestro poeta,
recibiste del buen Dios el permiso de tu vida,
y dispuso un corazón para que ese pecho inmenso,
que palpitaba de amor, renaciera,
pues tu alma, amigo Antonio, todavía es de la tierra,
porque la tierra necesita de tu alma,
porque si tu no estuvieras, las letras serían otras,
otras serían las frases y no habrían existido
todos esos poemas que pasaron por tus manos,
que a veces te hicieron llorar, y otras veces sonreír,
poemas de aficionados que tú supiste vestir
con bellas ropas de fiesta como si fuera domingo
y visitaran la iglesia de ese buen Dios que te espera.

Nuestras torpes palabras se quedaron impregnadas
con ese halo de amor de un alma que palpitaba
con un corazón prestado, cuyo dueño llamó Dios.
Y fundaste Aula Abierta,
Puerta Abierta mejor la hubiera llamado yo,
porque abierta siempre estaba para almas vagabundas,
solitarias y perdidas que navegan por las ondas,
almas de húmedas lágrimas que vierten en poesías,
poesías que Aula Abierta vestía siempre de gala
bajo tu mano maestra.

Pero… mi estimado Antonio,
te lo digo como amigo,
tu no tienes en tus manos las llaves de tu destino,
no defraudes al buen Dios
pretendiendo corregir lo que escribió para ti
en los anales del tiempo.

Es Él quien ha de llamarte,
y Él es quien dicta el momento de que tu estrella
figure entre las almas más bellas que forman el universo.
Tente pues, amigo Antonio, y no peques de soberbia,
pues tu buen Dios ya ha dispuesto
año, mes, semana y fecha para llamar a tu puerta. 
Y mientras Él no lo haga, aquí estamos tus amigos,
compañeros de las letras y consumados poetas
que salieron de tus manos en tus clases de Aula Abierta.
Tente pues amigo Antonio, que aún no te llama Dios,
y sigues siendo poeta.


Tu amigo para siempre:    Francisco Murcia.


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