
La indiferencia
6 -
04 - 2018
Y yo
que pensaba que estaba todo hecho,
que
había pasado todo lo que tenía que pasar.
De
niño, apenas nacido,
flirteé
con la muerte que me vino a visitar,
pero
no me llevó y aún no sé por qué
ni
quien la invitó a un funeral que aún no tocaba.
Menos
niño,
comencé
a mirar que me miraban,
y
sentí puñales que atravesaban mis entrañas.
Después
odié los espejos y su imagen,
y al
final,
paseé
mi soledad por las calles más oscuras.
las
más solitarias,
las
más escondidas,
las
más silenciosas.
Ahora,
cuando ya no importa la imagen del espejo,
cuando
prefiero las calles iluminadas y bulliciosas,
cuando
me agarro a esa vida que tantas cicatrices me dejó,
he
de soportar sobre mi piel arrugada
el
sordo rumor de un monstruo que me acecha,
los
ecos de un pasado tan pasado,
que
ya no sé si lo fue
o mi
mente lo construye con arreglo a su albedrío,
cogiendo
de aquí y de allá,
cosiendo
lo real con lo inventado.
La
indiferencia,
monstruo
que mata el alma,
que
respira sufrimientos sin derramar una lágrima,
que
devora inocencias sin alterar la mirada,
que
entre sus fauces abiertas perece toda esperanza,
me
acecha.
Firma
aquí para salvar a esa niña,
no
es más que un clic,
apenas
un pestañeo de tus ojos
para
salvar otros ojos que ya no miran la vida.
Y el
dedo queda en aire y la mente en el vacío.
Todo
eso está tan lejos y hay tanto comercio de datos.
Vuelvo
a mirar la foto, el dedo está suspendido,
y
por fin, en un gesto decidido,
paso
a ver el gol, marcado de tijereta,
y en
una sonrisa abierta se oculta la indiferencia.
Ha
ganado su batalla
y se
ha perdido otra vida.
Francisco
Murcia.
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