miércoles, 17 de enero de 2018

Mi cenicienta


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Mi cenicienta.
16  01 - 2018

No podía creerte, lo siento vida mía,
no podía creerte,
porque mi alma fue herida desde mis días primeros
por el filo de un cuchillo desgarrando mis entrañas.

Vi la burla en las miradas,
la indiferencia en los gestos,
el vacío en las caricias que a mi nunca me llegaban.
Vi en los ojos el filo del cuchillo que me hería,
y en los ecos de las risas las piedras que me pesaban;
sentí como me aplastaba la losa de los silencios,
mientras por dentro gritaba, quedando muertos mis ecos,
sin sonidos, sin palabras, solamente a escondidas,
las lágrimas derramadas escribían
mis desdichas en mis heladas mejillas,
anhelantes de unos labios y de una leve caricia.

Por eso inventé los sueños,
para buscar en los cuentos los ojos que yo quería,
para hablarle a Blancanieves y pedirle a Cenicienta
que me dejara lugar en su carroza y su fiesta,
pues si el ratón es un paje y el gato un bello alazán,
¿por qué no puedo ser yo, un niño desarrapado,
el príncipe del zapato que ha encontrado a su princesa?

Por eso inventé los sueños,
para no perder la vida en medio de mis tristezas,
para poder sonreír ante miradas esquivas,
para seguir siendo un niño,
para no morir de pena.

¡Lo siento vida mía!
Son tantas las cicatrices
que, incluso dentro del sueño llegaron a sangrar.
Una persona cabal, justa leal y sincera,
así he sido yo de mayor.
Nadie sospecha que este hombre encierra un niño por dentro
que sueña con Blancanieves
y le pide a Cenicienta unos bailes en su fiesta,
deleitándose en sus sueños con el tacto de su talle.

Ahora tú eres mi sueño, mi mágica Cenicienta.
Pero yo no te he inventado y estás dentro de mi sueño,
con tus alas desplegadas,
con la belleza de un ángel.
Dame tiempo vida mía,
pues más allá de las doce,
recogeré tu zapato y tú serás mi princesa.


Francisco Murcia. 

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