
Mi alma viene conmigo
12
– 09 - 2018
El
tren se aleja rápido,
fugaz
como un relámpago en la noche.
Ya
no son los trenes como antes,
con
ese traqueteo mensajero de abandonos,
con
esa chimenea vomitando la furia de las calderas,
y
esa nube de humo que juega con el viento,
envolviendo
en sus volutas esqueletos de fantasmas
de
miradas olvidadas,
de
palabras nunca dichas,
de
sentimientos perdidos en la furia de los días.
No,
ya no son los trenes aquellos trenes de antes,
que
desgranaban paisajes al paso lento del tiempo,
y
de tarde en tarde,
escribían
en las vías susurros de enamorados
que
enmudecían los metálicos acentos
del
constante traqueteo.
Hoy,
fugaz, el tren se aleja,
no
hay ruidos mensajeros de abandonos,
se
aleja veloz
dejando
atrás los paisajes que se disuelven en la distancia.
Añoro
aquel traqueteo,
el
paso lento del tiempo,
la
dureza del asiento,
el
sudor en los veranos y el tiriteo en invierno.
Me
desprendo del paisaje
como
la culebra se desprende de piel muerta,
pero
no tengo otra piel,
y
la única,
aquella
que me dio esta tierra,
en
estas tierras se queda,
prendida
entre los recuerdos donde yacer como muerta.
El
tren se aleja raudo, veloz,
dejando
atrás el paisaje,
hiende
su morro afilado los abismos del olvido.
La
piel muerta queda atrás,
mi
alma viene conmigo.
Francisco
Murcia
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