Los caminos del olvido.
10
– 09 - 2018
No
sé por qué senderos caminaba.
Miro
hacia atrás,
y
mis huellas se hunden en el polvo,
irreconocibles.
Había
dibujado con ellas bellos paisajes,
y
pensaba que todos veían esa belleza,
que
miraban como yo miraba,
que
veían lo que yo veía:
jardines
inmensos
donde
las margaritas siempre tenían un sí para el amor,
para
la paz,
para
la concordia,
senderos
jalonados de amapolas,
de
flores de mundo y de pétalos de rosas.
Fabriqué
un paraíso de ilusiones,
un
edén construido de promesas.
Pero
mis huellas quedaron enterradas en el polvo,
en
turbias oscuridades de obcecadas penumbras
donde
habitan los fantasmas del pasado,
encriptadas
en las negras mazmorras
donde
se ocultan obscenas mediocridades.
Hieden,
siempre
han extendido efluvios de nauseabunda amargura,
sentimientos
muertos que huelen a carne muerta,
margaritas
deshojadas adornando el cementerio.
¿Y
qué esperaba si yo he llamado a esa puerta?
¿Perfumes
de madreselva?
¿Brisas
de malvarrosa?
No
sabía por qué senderos caminaba
y
golpeé una puerta
que
sonó a puerta cerrada.
Esta
vez las margaritas nunca tuvieron un sí,
y
hubo miradas de acero,
y
voces eruptivas vomitando sentimientos olvidados,
y
hubo gestos dislocados,
gruesas
pinceladas negras en el roto lienzo de un cuadro
donde
no hay más que cipreses bordeando
los
caminos que conducen al olvido.
Francisco
Murcia
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