domingo, 30 de septiembre de 2018

¿Por qué, dime, mujer, por qué?


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¿Por qué, dime, mujer, por qué?
28 – 09 - 2018

Por qué si de tu ternura
nacen las fuentes de miel que ahuyentan mis amarguras, 
por qué si de tus susurros
nacen las delicias que acarician mis oídos, 
por qué si sobre tu piel
suave de terciopelo quedé grabado un “tequiero”.
Por qué, dime, mujer, por qué
me niegas la llave de tus secretos.

Por qué escribo en tu mirada
las ansias que me dominan,
por qué trenzo en tu cabello
jardines de fantasía,
por qué bebo tu sonrisa
como liban las abejas la ambrosía de las flores.
Por qué, dime, mujer, por qué,
si no me dejas saciar los anhelos que me animan.

Por qué me pierdo en tus senos
cuando aún estoy muy lejos,
por qué tus caderas evocan
el borde de mis abismos,
por qué caminas así,
si sabes que me provocas.
Por qué, dime, mujer, por qué,
si ya no han de ser mis dedos los que escriban en tu piel.

No me regales ternura que ya no me sabe a miel,
no me susurres cariños que no llenan mis oídos,
ni me ofrezcas ya tu piel para subir a los cielos.

Ya no descubro en tus ojos la muestra de mis anhelos,
ni trenzo las fantasías en los bucles de tu pelo,
ya no bebo tu sonrisa aunque me muera de sed.

Guárdate bien tus secretos,
pues ya no busco en tus senos ni me pierdo en tus caderas.
Hoy solo escribo en tu piel
el mensaje de mis penas.

Francisco Murcia




sábado, 29 de septiembre de 2018

Yo te acuso, soledad

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Yo te acuso, soledad.
27 – 09 - 2018

¡Oh Dios!
cuando el alma navega por la emociones
que esculpen los acantilados de los sentimientos,
cuando el huracán de la soledad impulsa la nave de las fantasías,
cuando las voces silenciosas entonan el canto de las sirenas,
los ecos rompen el silencio en la blanca pureza de una cuartilla.

Derrama la soledad espacios infinitos,
fronteras desconocidas que desafían los tiempos,
y jardines celestiales en mudos mundos de ensueño.

¡Oh Dios!
cuando me invade la soledad odio y amo al mismo tiempo,
rió y lloro, y hablo conmigo mismo y le pregunto a los muertos
si ellos son algo más que hieratismo y quietud en ese frío desierto.

¡Oh la soledad!, amante de los silencios,
creadora de los mundos que nos consumen por dentro,
eres culpable, sí; eres culpable de mis desdichas y miedos.

Yo te acuso, soledad, de mis horas de silencio,
de mis palabras perdidas dialogando con los muertos,
de secuestrar sentimientos sin permiso de los vivos,
de derramar mis lamentos en yermas simas vacías.

Yo te acuso, oh querida y odiada soledad,
de haber plantado en mi puerta un jardín de crisantemos.

Francisco Murcia.


jueves, 27 de septiembre de 2018

A la orilla del tiempo


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A la orilla del tiempo
27 – 09 - 2018

Estoy a la orilla de algo,
no sé si ese algo es un principio
o es un algo que anuncia una despedida.
No lo sé,
estoy confuso.

Miro hacia atrás y veo
un mundo que se va hundiendo poco a poco
en las simas del olvido,
y si miro hacia delante,
ya no veo un horizonte,
cielo y tierra se confunden
y se abrazan,
y me llaman.
Escucho en la brisa sus ecos,
y busco en las ondas la promesa de unos besos
dibujados en el aire,
trato de descifrar los besos de bienvenida
de aquellos otros
que en la vida anuncian la partida inevitable.

Desde la orilla del tiempo,
contemplo el mundo
y me parece estridente su alocada algarabía,
y me parece terrible su dolor y su desdicha.

Aquí,
sentado a la orilla del tiempo,
veo la eterna corriente vigorosa del pasado,
cuando eran años los días,
cuando los días
demoraban sus ocasos entre penumbras de ensueño.

¡Oh, qué cruel es el tiempo!
Ahora que estoy parado,
repasando los despojos a su orilla,
veo pasar esos años
como si fueran los días que nos niegan los ocasos.

Yo ya no cuento las horas,
mi reloj se ha vuelto loco
y ha perdido los minutos.
No, yo ya no cuento mi tiempo,
mi tiempo no está conmigo,
solo estoy en sus orillas esperando,
pero no sé bien el qué.

Los aromas de esperanza
me dicen que hay un principio,
los recuerdos del pasado
me susurran el final.

Y mientras tanto las ondas,
de tarde en tarde
me traen los reflejos de los sueños
que son inmunes al tiempo.


Francisco Murcia.

miércoles, 26 de septiembre de 2018

Sangre


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Sangre
25 – 09 - 2018

Cuatro mujeres han sido asesinadas por sus parejas. Dos criaturas han perecido bajo una ola de odio irracional. ¿Qué está pasando?

Sangra el ocaso
en nubes de rojo intenso cuando el sol no quiere irse.
Sangra el silencio
arañado por los ecos que se nos quedan adentro.
Sangra la soledad
entre murmullos desiertos.
Sangre, sangre,
ríos de sangre anegando sentimientos,
ahogando las inocencias
que acompañan a los muertos.

Porque el muerto es inocente,
porque ya no tiene vida,
porque ya no tiene sangre,
porque ha llegado el ocaso
rojo de sangre en sus días.

Ya se ha ocultado el sol
y se ha llevado al ocaso vestido de rojo sangre.
La noche negra de luto extiende su negro manto,
y transitan las infamias en simuladas penumbras
entre aromas de jazmines y limpias sábanas blancas.

El sol nos trae la aurora teñida de mil colores,
restos de rojo sangre iluminando las flores,
y en limpias sábanas blancas,
nubes de rojo sangre.

Sangró el silencio en la noche,
y se perdieron los ecos en las oscuras alcobas,
y se apagaron los días
heridos por lo lamentos que no fueron escuchados,  
Y se apagaron las horas,
se quedaron sin minutos porque no llegó la aurora.
Nadie escuchó los ecos de los gritos del silencio.
Rojo sangre en las paredes,
rocío de rojo sangre
sobre el cuerpo de los muertos.


Francisco Murcia 

domingo, 23 de septiembre de 2018

FELIZ CUMPLEAÑOS


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¡FELIZ CUMPLEAÑOS!
21 – 09 - 2018

Dicen que al hacernos viejos nos vamos desprendiendo de las cosas, no en el sentido de desecharlas por inútiles o que se haya perdido el interés que un día se tuvo por ellas, no; se refiere a que vamos desatando los lazos emocionales que nos ligan a ellas; las ambiciones van decayendo y comenzamos a flotar más que a nadar en el río de la vida, a dejarnos llevar por la corriente, lo cual puede significar dos cosas: que damos por cumplidas nuestras aspiraciones o bien nos resignamos a sobrevivir bajo el peso de una amarga derrota. Sea como fuere, todo aquello que nos ligó a la vida, que ocupó el centro de nuestros anhelos, se va desdibujando lentamente, como las nubes que después de la tormenta, van cambiando de forma a medida que pierden consistencia hasta desaparecer, quedando un cielo raso enteramente azul, enteramente igual, tan solo queda un horizonte sin estridencias, sin accidentes, en el que hasta los ocasos dejan de vestirse de gala para no romper la mortal monotonía. Ese es el cielo de nuestra mente a medida que las emociones dejan de teñir todo aquello que formó parte de nuestra vida. Tal vez solo nos quede algún resto extraviado en los rincones más oscuros donde prendieron las semillas de nuestros primeros sentimientos: el recuerdo de los padres, el nacimiento del hijo y mucho más atrás, en la primera percepción del yo, tal vez una peonza, un cuento en la voz del abuelo o un caballito de cartón raído.

Hace tiempo que las fechas han dejado de tener importancia: el día de la boda, el nacimiento del hijo, el primer “tequiero” escuchado entre las frondas del río o insinuado entre las notas de una canción, el fuego al primer roce en la yema de los dedos, los mensajes escondidos en miradas atrevidas, aquellas primeras palabras, aquellos primeros gestos. Mucho después, los cumpleaños, las fiestas señaladas, el traje de los domingos y el aroma de la mesa que nos sabe a pepitoria. Todo, todo va quedando en la cuneta a lo largo del camino, disolviéndose en las brumas de los años. El cielo es un completo azul, un azul uniforme, inmenso, y no tenemos brújula. ¿Qué importa? Si ya no vamos a ninguna parte.

Es entonces cuando los gestos,  las miradas, un amago de caricia, un “buenosdías” suave se convierten en bocados exquisitos en el paladar de las emociones; es entonces cuando uno se sorprende al enterarse de su cumpleaños por facebook o por el mensaje de una casa comercial cualquiera. De repente se siente un  dolor sordo, apagado, ese malestar que produce la resignación, la evidencia de que el dibujo de tus huellas va quedando sepultado por el polvo de los años o tal vez es la voracidad de Cronos, que devora los instantes cuando aún no son más que el proyecto de un suspiro. No lo sé, solo sé que mi mundo era otro mundo, donde había más miradas, más momentos compartidos, más corros en las esquinas y más juegos en las plazas.

En fin, no me gusta cumplir años, tal vez sea porque ya voy para viejo y el tiempo me va pesando o simplemente, ya voy rompiendo los lazos que me unen a los días. Sea como fuere, mi cielo aún no está raso, tiene sus nubes y formas y aún soplan frescas brisas que cuando menos lo espere, me traerán la alegría de ese ¡FELIZ CUMPLEAÑOS!


Francisco Murcia. 

sábado, 22 de septiembre de 2018

Mi alma viene conmigo


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Mi alma viene conmigo
12 – 09 - 2018

El tren se aleja rápido,
fugaz como un relámpago en la noche.
Ya no son los trenes como antes,
con ese traqueteo mensajero de abandonos,
con esa chimenea vomitando la furia de las calderas,
y esa nube de humo que juega con el viento,
envolviendo en sus volutas esqueletos de fantasmas
de miradas olvidadas,
de palabras nunca dichas,
de sentimientos perdidos en la furia de los días.

No, ya no son los trenes aquellos trenes de antes,
que desgranaban paisajes al paso lento del tiempo,
y de tarde en tarde,
escribían en las vías susurros de enamorados
que enmudecían los metálicos acentos
del constante traqueteo.

Hoy, fugaz, el tren se aleja,
no hay ruidos mensajeros de abandonos,
se aleja veloz
dejando atrás los paisajes que se disuelven en la distancia.

Añoro aquel traqueteo,
el paso lento del tiempo,
la dureza del asiento,
el sudor en los veranos y el tiriteo en invierno.

Me desprendo del paisaje
como la culebra se desprende de piel muerta,
pero no tengo otra piel,
y la única,
aquella que me dio esta tierra,
en estas tierras se queda,
prendida entre los recuerdos donde yacer como muerta.

El tren se aleja raudo, veloz,
dejando atrás el paisaje,
hiende su morro afilado los abismos del olvido.
La piel muerta queda atrás,
mi alma viene conmigo.


Francisco Murcia

miércoles, 19 de septiembre de 2018

El amor no es de usar y tirar



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El amor no es de usar y tirar.
20 – 04 - 2017

¡El amor! Es verdad que lo ignoro todo sobre él. Claro que sí, la he tenido en mis brazos, he paseado su cuerpo centímetro a centímetro, cada curva, cada rincón; he respirado cada aliento y he bebido cada palabra que salía de su boca. Claro que sí, la he contemplado largamente, como se contempla a una diosa que esconde su poder en la plácido abandono del sueño confiado, sabiendo que su poder sobre mi es tal, que mi voluntad se me antoja algo ajeno, innecesario, inútil, un obstáculo que me apartaría de ella. Y por eso reniego de mi voluntad y dejo mi destino al albur del devenir de sus deseos. Y la contemplo desde las orillas de la corriente del tiempo que trascurre fuera de mi, dejándome en ese recodo donde la ilusión de la eternidad cobra sentido y me ofrece un ilusorio billete para viajar con ella hasta el infinito. Claro que sí, he deseado compartir cada una de las células de su cuerpo, sumergirme en su esencia renegando de la mía si ello fuera necesario, si ella me lo pidiera. Claro que sí, la he amado, y sin embargo, todavía no sé lo que es el amor. Sé lo que es el deseo, pero no sé lo que es el amor.

Oteo a mi alrededor por si atisbo algo que se le parezca, pero no lo veo, ni siquiera puedo concebir que exista en realidad. Deseos, necesidades, fantasías pasajeras, instintos desatados, sueños no cumplidos, temores del presente, terror ante el futuro. Y todo ello se mezcla en un “sí, quiero”, se pronuncie o no se pronuncie, es igual; se alza el telón, la función da comienzo. Palabras de azúcar, sonrisas de miel, caricias de terciopelo, miradas enamoradas; todo sirve para degustar el momento con la seguridad de que no es eterno, de que terminará más pronto que tarde. Y me recuerda los juguetes de los niños de antaño: duros, simples, sin complicaciones; pero casi eternos, no se rompían por mucho que los usáramos. Ahora, sin embargo, esos juguetes son complicados, frágiles, coloridos, requieren de un conocimiento para usarlos y se rompen con facilidad. Pero no importa, simplemente se tiran a la basura, cuesta muy poco comprar otro y seguir con la diversión. Tal parece que el amor es algo así, un juguete que antaño era simple, pero fuerte y duradero, y que ahora es complicado, pero frágil; algo así como un juguete de usar y tirar cuando nos cansamos de él o simplemente aparece otro que nos gusta más.

Y la miro ahí, a mi lado, respirando cadenciosamente mientras su mente transita mundos desconocidos para mi, mundos que solo le pertenecen a ella. Y pienso en esos juguetes de usar y tirar, y condeno mentalmente a la hoguera a todos aquellos y aquellas que se atreven a jugar con los sentimientos ajenos, que se atreven a traficar con el dolor ajeno. Pienso que el amor es una burbuja en el espacio y el tiempo que está por encima de los avatares humanos, es, precisamente, lo que nos hace o debería hacernos especiales, distintos; seres destinados a formar parte de la esencia divina.

Pero algo ha pasado, o tal vez ha sido siempre así y no lo hemos querido admitir; nos ha parecido más cómodo salir al escenario con el traje que Dios manda, con las palabras que Dios manda, con las acciones que Dios manda y con nuestros pensamientos y sentimientos escondidos, agazapados en los más intrincados rincones de nuestro ser. Sin embargo, y a pesar del gran teatro del mundo, algo ha pasado, algo que nos viene a decir que el amor eterno no existe, lo único eterno es el escenario donde representamos la obra que nos ha tocado en suerte, distintos personajes para el mismo guión. Pero algo ha cambiado, tal vez el guión ya no es el mismo, tal vez  ese amor, deslucido por tan manoseado, comienza a descubrirse como realmente es: un éxtasis efímero, un relámpago de luz en una noche oscura, una palabra bonita en el momento oportuno, un latido en un corazón exhausto, un sorbo fresco en el mediodía de un desierto, el atisbo, apenas perceptible, de un paraíso tan hermoso como efímero. Y esas son las dos características del amor: la felicidad y su contrapunto, la fugacidad; el niño entusiasmado ante el juguete nuevo que es de un solo uso, tan bonito como frágil. Pero no importa, es desechable, ya sabemos la máxima de los tiempos actuales: usar y tirar. Lástima que siempre haya un juguete especial, ni el más bonito, ni el más colorido, ni el más caro; pero es un juguete especial para el que no hay reemplazo posible, ni consuelo para su pérdida cuando, casi sin darnos cuenta, lo echamos a la basura.
¿No seremos niños jugando con cosas demasiado serias?

Hoy, a fecha 19 de septiembre de 2018, mientras veo unos minutos la TV, surge el tema del amor, sus fases, sus formas y cómo va cambiando a medida que los años van acumulando arrugas y grasa en nuestros cuerpos; primero, enamoramiento dependiente de las hormonas; después, convivencia amable por comodidad; más tarde, tolerancia tensa que muy frecuentemente termina en ruptura o búsqueda de alternativas secretas y recordé lo que había escrito en abril de 2017. Muy pocos llegan a esa fase en la que se manifiesta el verdadero amor, ese que está por encima de los avatares físicos y ambientales, aquel en el que se unen dos almas en una sola. Ilustraron el tema con la imperecedera canción de Machín: “Toda una vida, / estaría contigo…”  Entonces pensé en que, efectivamente, tal vez seamos niños jugando con cosas serias.

Francisco Murcia.

martes, 18 de septiembre de 2018

Llora la mariposa

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Llora la mariposa
13 – 09 - 2018

Llora la mariposa
y en cada lágrima que se pierde entre el rocío,
se esconde un hondo suspiro,
un ¡ay! silencioso
por un recuerdo que se ahoga entre las ondas.

Llora la mariposa
y en cada lágrima
brillan los mudos ecos de un quejido.
Se queda sin flores la mariposa,
bate sus alas en vientos de furia y miedo,
no hay flores en su paisaje
y el rocío
ya no contiene la humedad de los albores.
Su última gota
pende del afilado extremo de una brizna ya reseca.

Busca la mariposa la incierta gota
donde dejar reflejadas las galas de su vestido,
donde llorar sus lágrimas de plata,
forjadas en noches de abandono,
en noches de confidencias con la luna,
en horas de silencios y de frío,
frío en el cuerpo y el alma,
frío en el universo.

Llora la mariposa bebiendo la última gota,
la que pende de la brizna ya reseca
en una aurora gris.

Un rayo de sol se desliza entre las nubes,
hiende esa última gota
y escribe en ella el brillo de la esperanza,
y busca la mariposa esa lágrima perdida,
bate de nuevo sus alas,
busca en la brisa los ecos olvidados
los rumores grabados en las penumbras de otro tiempo,
y vuelve a vestir sus galas,
y viéndose en el espejo de aquella última gota,
seca su última lágrima,
bate sus alas al viento,
y libre,
de nuevo emprende su vuelo.

Francisco Murcia. 

domingo, 16 de septiembre de 2018

Hoy me despido de ti

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Hoy me despido de ti.
15 – 09 - 2018

He visto las golondrinas en el cielo
y los milanos oteando el palomar.
He visto un águila planeando lejos, lejos,
muy alta,
tanto que solo era un punto en un inmenso azul.
He visto la alborada
teñir de rojo y naranja el horizonte lejano.
He visto las alondras volando entre los rastrojos,
y a esos pequeños jilgueros, nerviosos,
de trecho en trecho saltando,
desde el espino al sarmiento,
desde el sarmiento al zarzal.

Al transitar tus caminos he sentido mis raíces.
Al aspirar los aromas de campos y de rebaños,
al contemplar esas lomas que se elevan
como espaldas de cíclopes dormidos
donde descansan los siglos
y mirar frente a frente,
la frente de esa Corbera que al naciente da la espalda,  
me siento tan pequeñito,
me siento tan de esta tierra,
que una lágrima furtiva resbala por mi mejilla
cuando envuelto entre las sombras alargadas del ocaso,
he de despedirme de ella,
y de ella me despido en un quiebro inesperado.

Lejos quedan los aromas de los campos y rebaños,
lejos el polvo de sus caminos,
lejos las alamedas y los meandros del río.
Todo queda en la distancia,
todo queda en el olvido.

Miro hacia atrás
y no veo mis huellas en el camino,
y mirando hacia delante no te veo en mi paisaje.
Por eso hoy me despido de esta tierra,
 me despido de este Duero
cuyas estrofas de agua se pierden en el silencio,
y me alejo de los ecos de las ramas
conversando con el viento,
del cup chup de las carpas,
del delicioso frescor de la umbría,
 de la hierba y la hojarasca.

Hoy me despido de ti,
de tu espuma y de tus aguas,
de tus cielos de cobalto,
de esas Cuestas que no quieren ser montañas,
de esa Corbera insolente con sus espaldas al alba,
de tus auroras y ocasos,

Hoy digo adiós a mi tierra.
Tal vez un último quiebro,
un acaso inesperado,
me devuelva a sus caminos.
Pero… eso es cosa del azar,
y el azar no está en mis manos.


Francisco Murcia

miércoles, 12 de septiembre de 2018

La sequía


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La sequía
21 – 07 - 2016

Llora la tierra sobre el valle reseco,
y llora lágrimas de arena.
Ya hace mucho tiempo que el verde se apagó.
Polvo, polvo,
polvo en espigas agostadas que no han llegado a granar,
polvo en el aire,
polvo en los labios,
polvo, solo polvo,
hasta la lluvia se ha convertido en polvo.

La piel del valle reseca se agrieta,
se abre en un mosaico de heridas,
líneas quebradas que se hunden en la tierra
y que dibujan el mapa de la terrible sequía.

Polvo, polvo,
solo polvo entre cuatro pajas secas
y unos cuantos colgajos
de un tocón achicharrado de algo que fue un árbol.

Allá, a lo lejos,
una figura difusa,
parece una persona con un odre en la cabeza,
respira polvo y avanza,
busca el único pozo,
o charco o lo que sea
donde poder obtener un poquito de agua sucia,
agua de polvo,
polvo en los labios,
polvo en el aire,
solo polvo,
mientras la tierra se abrasa.

Francisco Murcia.


lunes, 10 de septiembre de 2018

Los caminos del olvido

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Los caminos del olvido.
10 – 09 - 2018

No sé por qué senderos caminaba.
Miro hacia atrás,
y mis huellas se hunden en el polvo,
irreconocibles.
Había dibujado con ellas bellos paisajes,
y pensaba que todos veían esa belleza,
que miraban como yo miraba,
que veían lo que yo veía:
jardines inmensos
donde las margaritas siempre tenían un sí para el amor,
para la paz,
para la concordia,
senderos jalonados de amapolas,
de flores de mundo y de pétalos de rosas.

Fabriqué un paraíso de ilusiones,
un edén construido de promesas.

Pero mis huellas quedaron enterradas en el polvo,
en turbias oscuridades de obcecadas penumbras
donde habitan los fantasmas del pasado,
encriptadas en las negras mazmorras
donde se ocultan obscenas mediocridades.
Hieden,
siempre han extendido efluvios de nauseabunda amargura,
sentimientos muertos que huelen a carne muerta,
margaritas deshojadas adornando el cementerio.

¿Y qué esperaba si yo he llamado a esa puerta?
¿Perfumes de madreselva?
¿Brisas de malvarrosa?
No sabía por qué senderos caminaba
y golpeé una puerta
que sonó a puerta cerrada.

Esta vez las margaritas nunca tuvieron un sí,
y hubo miradas de acero,
y voces eruptivas vomitando sentimientos olvidados,
y hubo gestos dislocados,
gruesas pinceladas negras en el roto lienzo de un cuadro
donde no hay más que cipreses bordeando
los caminos que conducen al olvido.


Francisco Murcia

domingo, 9 de septiembre de 2018

Más allá de los paisajes

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Más allá del paisaje.
8 – 09 - 2018

Con el permiso de Mari Callealta Torres.

Cuando el rocío arda entre miradas desnudas,
más allá de un paisaje de nebulosa desprovisto de su tacto,
cruje el esqueleto de los párpados resecos
a punto de quebrarse,
y rasga la piel la memoria de tantos mapas
trazados con las rutas del deseo.

Amordazada mi carne en secretos de penumbras,
huye el aullido de la palabra en los brazos del amor,
donde el tiempo se confunde
y no existen los relojes que midan la eternidad.
Allí despierta mi alma coronada de laureles.

Mi cuerpo sigue dormido en la prisión de mi carne
y los mapas del deseo brillan en el recuerdo;
la piel apergaminada llora lágrimas de arena,
y los párpados resecos
ya no tienen esqueleto que los sustente.

Pero el alma sigue ahí como fuente del amor,
más allá de la ausencia de los tactos,
por encima de la prisión de la carne,
que sigue viva,
que aún respira,
que grita en su prisión los clamores de la vida,
que riega la piel reseca con deseos renovados
cuando la brisa le trae lejanos ecos de arrullo,
efluvios desconocidos de aromas ya olvidados.
La mirada perdida encuentra sus horizontes
y los párpados resecos
se bañan en el rocío de renovados albores.

Francisco Murcia



sábado, 8 de septiembre de 2018

Una noche sin luna.


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Una noche sin luna.
8 – 09 – 2018

Apoyado en el poema “Dime por qué no te acercas” de Teresa Moncayo.

Si me acerco al ámbito donde reposan las estrellas,
y entre su brillo trazo los senderos
donde mis pasos dibujan avatares de mi tiempo,
tal vez me duerma en esta noche sin luna
y me pierda escalando las colinas azules de mis sueños.

Entonces mi sombra
vagará por los páramos desolados de tristes melancolías,
perdida, sumergida en las tenues penumbras
de una nube que busca la luz de una mirada cómplice,
de un lucero que ilumine los senderos de mis sueños.

En el marco del jardín de mis recuerdos,
percibo los aromas de pétalos deshojados,
el murmullo de “tequieros” en susurros olvidados,
tenues ecos de pasos que me siguen en silencio,
duendes que recogen los escombros de los segundos perdidos,
construyendo un nuevo tiempo,
nuevos peldaños que me remonten
a ese lugar de luz donde brillan las estrellas,
y hallar por fin el reposo
sin temor a que mi sombra se pierda sin ver tus ojos.

Francisco Murcia


Oh, las palabras

  Oh, las palabras 20 – 10 – 2023   Las palabras bullen dentro de mi como fieras enjauladas, van y vienen, se vuelven y revuelve...