El amor no es de usar y tirar.
20 – 04 - 2017
¡El
amor! Es verdad que lo ignoro todo sobre él. Claro que sí, la he tenido en mis
brazos, he paseado su cuerpo centímetro a centímetro, cada curva, cada rincón;
he respirado cada aliento y he bebido cada palabra que salía de su boca. Claro
que sí, la he contemplado largamente, como se contempla a una diosa que esconde
su poder en la plácido abandono del sueño confiado, sabiendo que su poder sobre
mi es tal, que mi voluntad se me antoja algo ajeno, innecesario, inútil, un
obstáculo que me apartaría de ella. Y por eso reniego de mi voluntad y dejo mi
destino al albur del devenir de sus deseos. Y la contemplo desde las orillas de
la corriente del tiempo que trascurre fuera de mi, dejándome en ese recodo
donde la ilusión de la eternidad cobra sentido y me ofrece un ilusorio billete
para viajar con ella hasta el infinito. Claro que sí, he deseado compartir cada
una de las células de su cuerpo, sumergirme en su esencia renegando de la mía
si ello fuera necesario, si ella me lo pidiera. Claro que sí, la he amado, y
sin embargo, todavía no sé lo que es el amor. Sé lo que es el deseo, pero no sé
lo que es el amor.
Oteo
a mi alrededor por si atisbo algo que se le parezca, pero no lo veo, ni
siquiera puedo concebir que exista en realidad. Deseos, necesidades, fantasías
pasajeras, instintos desatados, sueños no cumplidos, temores del presente,
terror ante el futuro. Y todo ello se mezcla en un “sí, quiero”, se pronuncie o
no se pronuncie, es igual; se alza el telón, la función da comienzo. Palabras
de azúcar, sonrisas de miel, caricias de terciopelo, miradas enamoradas; todo
sirve para degustar el momento con la seguridad de que no es eterno, de que
terminará más pronto que tarde. Y me recuerda los juguetes de los niños de
antaño: duros, simples, sin complicaciones; pero casi eternos, no se rompían
por mucho que los usáramos. Ahora, sin embargo, esos juguetes son complicados,
frágiles, coloridos, requieren de un conocimiento para usarlos y se rompen con
facilidad. Pero no importa, simplemente se tiran a la basura, cuesta muy poco
comprar otro y seguir con la diversión. Tal parece que el amor es algo así, un
juguete que antaño era simple, pero fuerte y duradero, y que ahora es
complicado, pero frágil; algo así como un juguete de usar y tirar cuando nos
cansamos de él o simplemente aparece otro que nos gusta más.
Y
la miro ahí, a mi lado, respirando cadenciosamente mientras su mente transita
mundos desconocidos para mi, mundos que solo le pertenecen a ella. Y pienso en
esos juguetes de usar y tirar, y condeno mentalmente a la hoguera a todos
aquellos y aquellas que se atreven a jugar con los sentimientos ajenos, que se
atreven a traficar con el dolor ajeno. Pienso que el amor es una burbuja en el
espacio y el tiempo que está por encima de los avatares humanos, es,
precisamente, lo que nos hace o debería hacernos especiales, distintos; seres
destinados a formar parte de la esencia divina.
Pero
algo ha pasado, o tal vez ha sido siempre así y no lo hemos querido admitir;
nos ha parecido más cómodo salir al escenario con el traje que Dios manda, con
las palabras que Dios manda, con las acciones que Dios manda y con nuestros
pensamientos y sentimientos escondidos, agazapados en los más intrincados
rincones de nuestro ser. Sin embargo, y a pesar del gran teatro del mundo, algo
ha pasado, algo que nos viene a decir que el amor eterno no existe, lo único
eterno es el escenario donde representamos la obra que nos ha tocado en suerte,
distintos personajes para el mismo guión. Pero algo ha cambiado, tal vez el
guión ya no es el mismo, tal vez ese
amor, deslucido por tan manoseado, comienza a descubrirse como realmente es: un
éxtasis efímero, un relámpago de luz en una noche oscura, una palabra bonita en
el momento oportuno, un latido en un corazón exhausto, un sorbo fresco en el
mediodía de un desierto, el atisbo, apenas perceptible, de un paraíso tan
hermoso como efímero. Y esas son las dos características del amor: la felicidad
y su contrapunto, la fugacidad; el niño entusiasmado ante el juguete nuevo que
es de un solo uso, tan bonito como frágil. Pero no importa, es desechable, ya
sabemos la máxima de los tiempos actuales: usar y tirar. Lástima que siempre
haya un juguete especial, ni el más bonito, ni el más colorido, ni el más caro;
pero es un juguete especial para el que no hay reemplazo posible, ni consuelo
para su pérdida cuando, casi sin darnos cuenta, lo echamos a la basura.
¿No
seremos niños jugando con cosas demasiado serias?
Hoy,
a fecha 19 de septiembre de 2018, mientras veo unos minutos la TV, surge el tema del amor, sus
fases, sus formas y cómo va cambiando a medida que los años van acumulando
arrugas y grasa en nuestros cuerpos; primero, enamoramiento dependiente de las
hormonas; después, convivencia amable por comodidad; más tarde, tolerancia
tensa que muy frecuentemente termina en ruptura o búsqueda de alternativas
secretas y recordé lo que había escrito en abril de 2017. Muy pocos llegan a
esa fase en la que se manifiesta el verdadero amor, ese que está por encima de
los avatares físicos y ambientales, aquel en el que se unen dos almas en una
sola. Ilustraron el tema con la imperecedera canción de Machín: “Toda una vida, / estaría contigo…” Entonces pensé en que, efectivamente, tal vez
seamos niños jugando con cosas serias.
Francisco
Murcia.