
¡LA LIBERTAD !
La
palabra retumba, hasta hacer temblar los goznes sobres los que pivota la
existencia del universo. Sus ecos trascienden lo visible y penetran como
torrentes indómitos donde se trenzan las emociones que modelan los
sentimientos. ¡Ah!, entonces nos damos cuenta que los sentimientos no son
libres, que emanan de ignotas fuentes escondidas entre las espesas frondas de
alocadas emociones o pasiones sibilinas, que se ocultan bajo el espeso ropaje
con que nos hemos vestido para hacer lo
que Dios manda, que es lo que manda al vecino, y al vecino del vecino y a todos
manda lo mismo: vestirnos como nos mandan y olvidar la libertad que ruge en
nuestro interior.
El
universo no crea ni destruye, solamente transforma, y lo hace según unas leyes
fijas, inamovibles, eternas, para las cuales, la libertad es una entelequia que
atenta contra la misma existencia del propio universo. Los tiranos solo son un
peldaño en la escalera de la propia evolución. Solo el pensamiento es libre y
en él está la raíz de de toda la creación. Es por eso que dan miedo todos los
pensadores, y dan miedo los poetas porque son exploradores de verdades
escondidas, topos que cavan minas en negras profundidades, y dan miedo aquellos
sabios que le dicen al poder que respete las fronteras de la propia dignidad,
que desnudos y desnudas en una playa cualquiera no es que esté bien o esté mal,
solamente la moral y costumbres ancestrales dicen que es libertinaje lo que
solo es libertad.
Sin embargo, no debemos de olvidar a pesar de lo antedicho, que no son capricho la normas ni las leyes ni los códigos escritos, simplemente son peldaños para subir paso a paso esa empinada escalera evitando despeñarnos, asirnos unos a otros, evitar esos soslayos y mirarnos frente a frente, y comprender de una vez que todos somos hermanos y todos formamos parte del milagro más grandioso de todo nuestro universo: la existencia de unos ojos que me miran, de unas manos que me cogen, de unos labios que me hablan, de un billón de corazones que laten sintiendo los ecos de mis profundos latidos. Esa es la libertad: dos corazones latiendo y sintiendo al mismo ritmo.
Sin embargo, no debemos de olvidar a pesar de lo antedicho, que no son capricho la normas ni las leyes ni los códigos escritos, simplemente son peldaños para subir paso a paso esa empinada escalera evitando despeñarnos, asirnos unos a otros, evitar esos soslayos y mirarnos frente a frente, y comprender de una vez que todos somos hermanos y todos formamos parte del milagro más grandioso de todo nuestro universo: la existencia de unos ojos que me miran, de unas manos que me cogen, de unos labios que me hablan, de un billón de corazones que laten sintiendo los ecos de mis profundos latidos. Esa es la libertad: dos corazones latiendo y sintiendo al mismo ritmo.
Francisco
Murcia
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