sábado, 2 de junio de 2018

Fin



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FIN
1 – 06 - 2018

¿Cuántos libros he leído en mi vida? No lo sé, no muchos, no se crean; no he sido un lector especialmente asiduo. De pronto me pongo a pensar en cuántos libros han pasado por mis manos, los he tenido en mis estantes, muchos de ellos los tengo aún y los veo ordenados; pensaba que algún día gozaría de ese tiempo, que ya no forma parte del quehacer diario, para dedicarlo a pasear por tantas páginas y perderme por el laberinto de las fantasías, por ese universo de mundos inexistentes, creados a partir de los remiendos que han ido quedando en la mente de sus autores los escombros  que la vida real ha ido dejando al apilar desengaños. Me doy cuenta de que no tengo tiempo, de que, aunque aún la parca no haya solicitado mi dirección y haya pasado por mi puerta sin fijarse en el número, lo cierto es que tengo poco tiempo para transitar por tantas páginas como me gustaría. De pronto me domina la necesidad compulsiva de decir, de comentar, de hablar, de gritar incluso, de hacerme presente en un mundo en el que he caminado como un ser invisible, ni siquiera el sol se molestaba en hacer sombra conmigo. La soledad comienza a doler, el silencio comienza a pesar, y el corazón late estruendosamente, queriendo romper las paredes que lo sujetan; comienza a sentir la necesidad de volar hacia la última frontera.

¿Cuántos libros me quedan por leer? Todos, me quedan todos los libros por leer porque aún no he hallado en ninguno la respuesta a mis preguntas: ¿Por qué elegimos el odio cuando el amor está ahí, esperándonos, deseando formar parte de nuestra esencia? Tal vez haya leído una docena de docenas de libros, y sin embargo, la pregunta que surgió cuando dejé de ser niño, cuando en el cuento de Pulgarcito leí la palabra fin, ahí está, permanente, grabada en la lápida de mi vaporosa existencia. De esto hace ya mucho tiempo, tanto, que el ogro se ha hecho hombre y el hombre ha devenido en ogro; tanto, que Blancanieves creció, dejó de ser niña y desapareció llevándose mi inocencia. Y ahora, después de tantos años, me siento ante la ventana, inactivo, contemplando como el mundo desfila ante mi sin poder seguirlo, y siento la nostalgia de aquella inocencia, cuando la única pregunta que había en mi mente se la hacía a mi madre: “mamá, tú me quieres”, y todo mi universo se hallaba concentrado en su mirada, en su sonrisa y en su respuesta. Tal vez ahora, ya viejo, sigo buscando esa página, persiguiendo esa pregunta olvidada durante tanto tiempo, una pregunta que ya no puede ser respondida; tal vez busque una respuesta que solo puedo encontrar cuando cierre la última página y vea la palabra fin en el cuento de mi vida.

¿Qué libro podría leer ahora que compendiara a todos aquellos que no he leído? Me gustaría que no fuera extenso, que lo pudiera leer frase a frase, demorándome en cada página como degustando cada palabra, viendo en cada letra un trocito de este alma perdida cuyo cuerpo ni siquiera hizo sombra al sol; me gustaría perderme en los jardines de su portada, extraviarme entre sus comas bebiéndome sus acentos, saltar cada punto como se salta un abismo, y al final, encontrarme aquella frase con que terminaba el cuento: Y FUERON FELICES POR SIEMPRE JAMÁS. Entonces leería la palabra FIN, dejaría de respirar y volaría a buscar aquella mirada, aquella sonrisa y escuchar aquella respuesta por la que siempre mereció la pena vivir: “SI HIJO, ERES LO QUE MÁS QUIERO EN ESTE MUNDO”.   “FIN”


Francisco Murcia.

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