martes, 8 de mayo de 2018

El final de la imaginación


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Permítanme compartir algunas de mis divagaciones de hace veinte años. Desgraciadamente aquellas locuras siguen vigentes, y el pueblo sigue siendo esa masa amorfa con la que las élites fabrican su poder.

Reflexiones basadas el artículo del mismo título de la escritora hindú ARUNDHATI ROY.

02-08-98
El final de la imaginación.
ARUNDHATI ROY

Hacía mucho tiempo que no leía algo con la fuerza y vitalidad del artículo de esta escritora india; hacía mucho tiempo que no leía nada que significara un compromiso tan tajante en contra de la violencia. Decididamente, hoy ha sido un ida fructífero en el campo de la lectura y todo viniendo del País, incluso Vargas Llosa, que no se distingue en sus artículos por interesarme especialmente, hoy ha roto una lanza en este aspecto hablando de los nacionalismos en un tono que comparto plenamente. Pero lo de esta escritora ha sido formidable. Con razón le aconsejaron sus amigos que antes de publicarlo cumpliera con todas sus obligaciones con el estado.

Todo viene a partir de las experiencias nucleares que han realizado hace muy poco tiempo La India y Pakistán. A partir de aquí enhebra la mas formidable reivindicación de su nacionalismo, de la humanidad como tal, de la paz como única respuesta posible a unos gobernantes obtusos que confunden los derechos y ambiciones del pueblo con sus aspiraciones particulares. Se introduce en los entresijos de una nación que no sabe si lo es, puesto que surge de los restos territoriales de un imperio colonial, el de los ingleses, que, como todos ellos, tuvieron mucho de expolio y poco de magnanimidad, de extensión de la cultura y las buenas maneras. En fin, en una nación donde existen 400 millones de analfabetos, donde se hablan 1000 lenguas distintas, donde los ricos y los pobres viven en universos diferentes sin conexión posible, en un país que ocupa el lugar 138, mas o menos, entre 172 en nivel de vida de sus habitantes; pues bien, en ese país se permiten gastar ingentes cantidades de dinero y energía en la construcción de esos hermosos artefactos que son las bombas atómicas.

Las televisiones en todo el mundo emitieron el júbilo de la población  celebrando el acontecimiento como si de algún cumpleaños colectivo se tratara. Indudablemente, las autoridades indias estuvieron henchidas de satisfacción cuando comprobaron la reacción de una masa de gente desinformada, ignorante y analfabeta en gran medida. Como A. Roy, la escritora pone de relieve: ¿quiénes hicieron las encuestas o qué preguntaron?, ¿cómo se puede conceder valor a las respuestas de una gente que no tiene información ninguna y en cuyo idioma no se encuentran los equivalentes a radiación, atómica, nuclear, uranio enriquecido o cosa que se le parezca?

Según dicen los medios de comunicación, los gobernantes indios se sienten muy satisfechos y piden su inclusión en el selecto club de los países que pueden destruir el planeta en un abrir y cerrar de ojos. Dudoso privilegio diría yo. Más grandeza es necesaria para desterrar el analfabetismo de 400 millones de seres, que para tener un juguetito más en los arsenales.  Pero...la disuasión ¿saben ustedes?. Eso mismo: hay que hacer desistir al enemigo de la idea de atacarnos porque saldría mal parado. Lo que oyen. Entrando en el siglo XXI seguimos razonando como lo hiciera Julio Cesar y sus antecesores. Y bien, supongamos que nuestros enemigos nos atacan con armas nucleares, ¿creen, sinceramente, que quedarían algunos de ellos aunque nosotros no les lanzáramos ninguna? y si lo hacen sin armas nucleares siempre hay posibilidad de seguir viviendo. Es decir: si no podemos emplearlas ¿para qué las construimos? ¿No es triste que las bombas se conviertan en objeto de orgullo nacional en un país donde el hambre todavía no ha sido desterrado.

Pero no solamente constituyen una vergüenza y una sinrazón las armas nucleares para la India, sino para todos aquellos países que las han favorecido desde que hiciera explosión la primera en Hirosima. Es un legado que los americanos han dejado al mundo y por el que no podemos estarle, precisamente, agradecidos. Aunque yo me pregunto: ¿si no hubieran sido los americanos, lo habrían hecho otros? ¿Podemos olvidar, acaso, que Hitler perseguía el arma atómica como una verdadera obsesión? ¿Si un personaje de estas características hubiera poseído tal capacidad destructiva, qué habría sido del mundo? Y una pregunta aún más inquietante: ¿estamos al abrigo de que no surja otro iluminado capaz de entusiasmar a las masas en unos momentos en que la construcción de un arma nuclear es un asunto de estudiantes de universidad? Evidentemente, los regímenes democráticos  parecen estar, por el momento, al abrigo de semejante posibilidad.

El poder es algo que subyuga, y las armas nucleares tienen poder. Todos llevamos a un pequeño y un gran fascista dentro de nosotros. Cualquiera, alrededor de una mesa, en una tertulia de bar entre amigos, se cree el poseedor de la solución para cuantos problemas hay en el mundo. Si es la droga, pues al paredón con los traficantes y con los consumidores; si son los terroristas, pues un estado de sitio, coger a todos y liquidarlos, si se trata de.... Así sucesivamente, el monstruo del fascismo que llevamos dentro se manifiesta enseñando su cara más feroz. ¿Cómo podemos asegurarnos de que los políticos son capaces de controlar, todos ellos, su componente fascista? Evidentemente, la guerra fría nos ha dejado un panorama demasiado caliente.

Ojalá que esta carrera nuclear que han iniciado India y Pakistán no sea el preludio de un drástico método de control de la población. Ya en otros momentos se ha hablado de la posibilidad que manejaron la India y China de limitar sus respectivas poblaciones mediante una guerra entre ambas. Pero, claro, son cosas de estúpidos que no saben lo que dicen.


Francisco Murcia.  

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Oh, las palabras

  Oh, las palabras 20 – 10 – 2023   Las palabras bullen dentro de mi como fieras enjauladas, van y vienen, se vuelven y revuelve...