viernes, 17 de agosto de 2018

Dicen que nunca es tarde


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Dicen que nunca es tarde
17 – 08 - 2018

Dicen que nunca es tarde,
pero siento que yo no he llegado a tiempo.

He abierto mis ojos por primera vez a mis setenta años,
y me siento como el ciego que descubre los colores
cuando sus ventanas están a punto de cerrarse para siempre.

Entonces quiere absorber cada imagen,
cada detalle,
cada tono;
grabarlo en la indeleble fortaleza de un alma
que vivió para amar,
para ver,
para contemplar el mundo,
y que sin embargo,
todo le estuvo prohibido,
porque no puedo soltar sus manos de los ganchos
donde se aferraban para no morir,
para seguir respirando,
sin darse cuenta que respirar no es vivir,
que vivir es algo más.

Un viento desconocido que ha llegado a mi
y no sé quién ni qué lo ha traído,
ha abierto mis ventanas ya viejas,
ya de herrumbrosas bisagras,
y a través de los visillos de imponen los muchos años,
me permite echar una mirada,
la primera de un ciego que lo ha sido,
a ese mundo donde vuelan mariposas,
donde los pájaros cantan
y componen melodías de belleza nunca escrita,
donde la brisa se abraza con las ramas
y charla con la hojarasca,
donde habita el amor,
ese duende de intencionado estrabismo
que nunca sabemos bien dónde mira,
que cuando nos mira nos roba el alma,
y cuando nos damos cuenta ya es tarde,
y nos vemos suspirando por una mirada incierta,
por una mirada extraña que nos la creímos nuestra.

Siento que nací viejo,
de algún modo mi niñez fue asesinada.
No recuerdo los susurros de un “tequiero”,
ni recuerdo los requiebros amorosos de una madre,
no conservo las imágenes de abrazos,
ni en mi piel existe la tenue sombra de un beso
que me diga que fui niño,
que me miraron con mimo,
que desperté en unos ojos relámpagos de cariño,
y en la cara de una madre,
que es tu mundo,
la mueca de un “pucherito” de unos labios amorosos.
No, no recuerdo nada de eso.

Tal vez porque no fui niño,
tal vez porque ya nací viejo.
Reconozco en mi
restos de emociones que me dicen que algo hubo,
muñones emocionales que sobresalen del alma,
alma de viejo que sin embargo, se sustenta
y respira porque en su tiempo,
aunque ya no lo recuerde,
debió ser alma de niño,
porque aún sigo viendo a Blancanieves,
al ogro y a Pulgarcito.

Nunca es tarde, se dice, si la dicha es buena.
En fin, siempre debemos rezar 
para que lo que es un sueño
no devenga en pesadilla.

Dicen que nunca es tarde,
pero a veces eso es inevitable.

Francisco Murcia. 

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