
Dicen que nunca es tarde
17
– 08 - 2018
Dicen
que nunca es tarde,
pero
siento que yo no he llegado a tiempo.
He
abierto mis ojos por primera vez a mis setenta años,
y
me siento como el ciego que descubre los colores
cuando
sus ventanas están a punto de cerrarse para siempre.
Entonces
quiere absorber cada imagen,
cada
detalle,
cada
tono;
grabarlo
en la indeleble fortaleza de un alma
que
vivió para amar,
para
ver,
para
contemplar el mundo,
y
que sin embargo,
todo
le estuvo prohibido,
porque
no puedo soltar sus manos de los ganchos
donde
se aferraban para no morir,
para
seguir respirando,
sin
darse cuenta que respirar no es vivir,
que
vivir es algo más.
Un
viento desconocido que ha llegado a mi
y
no sé quién ni qué lo ha traído,
ha
abierto mis ventanas ya viejas,
ya
de herrumbrosas bisagras,
y
a través de los visillos de imponen los muchos años,
me
permite echar una mirada,
la
primera de un ciego que lo ha sido,
a
ese mundo donde vuelan mariposas,
donde
los pájaros cantan
y
componen melodías de belleza nunca escrita,
donde
la brisa se abraza con las ramas
y
charla con la hojarasca,
donde
habita el amor,
ese
duende de intencionado estrabismo
que
nunca sabemos bien dónde mira,
que
cuando nos mira nos roba el alma,
y
cuando nos damos cuenta ya es tarde,
y
nos vemos suspirando por una mirada incierta,
por
una mirada extraña que nos la creímos nuestra.
Siento
que nací viejo,
de
algún modo mi niñez fue asesinada.
No
recuerdo los susurros de un “tequiero”,
ni
recuerdo los requiebros amorosos de una madre,
no
conservo las imágenes de abrazos,
ni
en mi piel existe la tenue sombra de un beso
que
me diga que fui niño,
que
me miraron con mimo,
que
desperté en unos ojos relámpagos de cariño,
y
en la cara de una madre,
que
es tu mundo,
la
mueca de un “pucherito” de unos labios amorosos.
No,
no recuerdo nada de eso.
Tal
vez porque no fui niño,
tal
vez porque ya nací viejo.
Reconozco
en mi
restos
de emociones que me dicen que algo hubo,
muñones
emocionales que sobresalen del alma,
alma
de viejo que sin embargo, se sustenta
y
respira porque en su tiempo,
aunque
ya no lo recuerde,
debió
ser alma de niño,
porque
aún sigo viendo a Blancanieves,
al
ogro y a Pulgarcito.
Nunca
es tarde, se dice, si la dicha es buena.
En
fin, siempre debemos rezar
para que lo que es un sueño
no
devenga en pesadilla.
Dicen
que nunca es tarde,
pero
a veces eso es inevitable.
Francisco
Murcia.
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