sábado, 30 de junio de 2018

Hablar por hablar.

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Hablar por hablar.
30 – 06 - 2018

Paseo por el muro, me gusta detenerme en esas letras, escritas quizá al azar, de aprendices de poetas –vaya por delante que en mi caso ni siquiera a aprendiz puedo aspirar-, me sorprendo y a veces, he de confesarlo, me embarga un cierto desasosiego que, con mucha frecuencia, termina en malestar y gestos de intranquilidad, como si una extraña corriente recorriera mi cuerpo advirtiéndome de que hay algo que no encaja, que pretendo abrir caminos entre una densa maleza por la que resulta imposible transitar, un tsunami de palabras que brillan por si mismas, como las gotas de roció heridas por el sol, pero es precisamente ese brillo el que deslumbra de tal modo, que resulta imposible seguir el camino hasta las fuentes de las que emana el pensamiento para entenderlo, compartirlo y convertirlo en manantial de inspiración y conocimiento.

Sí, ya sé que los poetas, los que son y los que aspiran a serlo, se introducen en el jardín del lenguaje buscando aquellas rosas o espinas en forma de palabras que mejor cuadren a sus aspiraciones; al fin y al cabo, la literatura es un arte y como tal, debe cultivar la belleza. Pero no se puede olvidar que toda obra de arte debe contener un mensaje, es a la vez sentimiento y conocimiento, y si no descubrimos ese mensaje, difícilmente podemos sentirnos concernidos o afectados en la doble faceta de la emoción y la razón. Como lectores, entonces, desertaremos de un bosque de palabras hermosas como lo haríamos de un trigal cuajado de amapolas en el que las espigas quedan totalmente sepultadas bajo un manto de rojo uniforme, salpicado con pequeños remiendo de otras flores que aparecen con frecuencia fuera de lugar y a destiempo.

En algún lugar del muro he leído algo, procedente de personas cuyo conocimiento no me atrevo a discutir, afirmando que la misión del poeta no es ser claro en el mensaje; antes bien, vestirlo de tal modo, que resulte difícil de descubrir; incluso que no exista un mensaje claro para que el lector, usando sus propias facultades, fabrique en su mente el sueño que la lectura le sugiera. Pues bien, en mi opinión, incluso en este supuesto, se necesita un hilo donde engarzar las palabras para que éstas compongan un conjunto reconocible, y no un montón de perlas dispersas cuyos destellos, al igual que las gotas de rocío,  no hacen otra cosa que deslumbrar e impedir la correcta visión del conjunto –poema-, y de sus partes –estrofas-, con lo que el lector, a menudo, se encuentra perdido en medio de un paisaje del que solo percibe el aroma, pero no alcanza a disfrutar del maravilloso caleidoscopio de emociones en el que se vería inmerso.

Pienso en estos momentos en nuestros clásicos, ellos también usaban metáforas y retorcían la gramática, buscando la rima,  hasta extremos difícilmente admisibles por la ortodoxia del lenguaje; pero había una hilo conductor que nos llevaba del principio al fin de sus poemas. Pienso en las cimas del modernismo, donde se huye de la rima como del agua hirviendo, -gato escaldado del agua fría huye, dice un refrán castellano-, y me pregunto si en esta huida no estaremos estrangulando de tal modo el significado de las palabras, obligándolas a que rezumen los jugos que no contienen, que si bien antes era la sintaxis la que podía sentirse ofendida gravemente, ahora es la prosodia la que debe estar sufriendo por la constante presión en sus costuras. Pero claro, eso no sucede cuando leemos a Whitman, a Vallejo y a tantos y tantos poetas consagrados, pasados y presenten, que han sembrado los más hermosos jardines en el campo de la poesía sin haber retorcido las palabras, dejándolas en su ser; tan solo colocándolas en el momento y en el lugar adecuado.

Me pregunto qué dirían esos grandes poetas viendo la profusión de metáforas forzadas, el gusto por las expresiones oscuras, el caudal inagotable de lágrimas, el frío en sábanas desiertas, los fuegos de ardores inconfensables,  repitiéndose una y otra vez, llevando a veces las metáforas a tal grado de torsión que resulta más que difícil, imposible, llegar al pensamiento en el que se anclan. Y a las metáforas le pasa lo mismo que al cuerpo: que si no tienen alma, tampoco tienen sentido.

Mis disculpas, pues soy totalmente profano en las artes literarias. Simplemente me he limitado a exponer algunas reflexiones con la certeza de que yo mismo caeré en aquellos vicios que aquí se pueden ver “criticados”; en todo caso será por la patente falta de las herramientas intelectuales adecuadas para evitar los arrabales de la vulgaridad.


Francisco Murcia. 

viernes, 29 de junio de 2018

Quiero cantar al silencio


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Quiero cantar al silencio
28/ - 06 - 2018

Quiero cantar al silencio, a la paz,
a los ecos apagados de los suaves arrullos
del amor de las palomas,

Quiero mecer mi alma al ritmo de la amapola,
y navegar en la brisa cual si fuera mariposa,
coger un rayo de sol que me lleve en su regazo,
hacer un collar con él de sonrisas inocentes.

Quiero recoger la lana que dejan en los espinos
las ovejas descarriadas, perdidas en los rastrojos,
quiero fabricar un nido que le dé calor al mundo,
y un sinfín de peregrinos que se salten las fronteras
portando como estandarte la sonrisa de los niños.

Quiero descansar mi cuerpo entre jardines floridos,
y mi alma en la mirada de unos ojos inocentes.
Quiero que los muertos hablen y que nos cuenten su vida,
la vida que ellos perdieron en vanidades baldías.

Quiero aprender del tiempo,
de los días y los años,
de tantos siglos pasados entre penas y agonías.

Quiero que mis arrugas lleven escrita la historia
de un ser que quiso la paz,
que se detuvo a escuchar los susurros de la luna,
murmurando confesiones de amores y de lujurias,

Quiero decirle a la flor que juega con el azar
que no se deje engañar con un sí o con un no,
que ninguno es de fiar
pues del hombre son los dos.

Quiero pedirle a mi Dios que no se esconda,
que escriba grande su nombre
en esas páginas blancas que aún conservo en mi alma.

Quiero que me escuche el viento,
quiero que me escuche el aire
y que lleve mis lamentos a los confines del tiempo,
al pecado original,
para arrancar la raíz de todos los sufrimientos.

Quiero quedar en silencio acariciando la luna
y contarle mis secretos,
mientras duermen las alondras y se condensa el rocío,
quiero que me diga Dios
si mi paso por la vida ha tenido algún sentido.

Francisco Murcia.


jueves, 28 de junio de 2018

¿Sabes, mujer?

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¿Sabes, mujer?
24 – 06 - 2018

¿Sabes, mujer?
Fuiste ninfa entre las ondas
y sirena entre las aguas,
fuiste pétalos de rosa
en un desierto sin flores,
flor de cactus entres espinas,
miel de abeja entre la hiel
de las forzadas sonrisas
y miradas de desdén.

¿Sabes, mujer?
Fue tu boca la ambrosía
de mis ocultos anhelos,
fueron tus rizos oscuros
la cima de mis deseos, 
y tu delicada piel
el lienzo donde plasmé
las ansias de un peregrino,
que sin tino caminaba
en un desierto perdido.

¿Sabes, mujer?
Fueron tus ojos mi ojos,
y tu mirada la mía,
y con ella miré al mundo.
Con tus ojos descubrí
horizontes infinitos,
y en tus ojos me perdí,
porque no quise mirar
otros mundos que tu mundo.

¿Sabes, mujer?
Que entre mis sueños te sueño,
que entre penumbras te veo,
que te busco entre las sombras
y entre las sombras te beso,
y en delicado susurro
deposito en tus oídos
las delicias de un suspiro,
los rumores de un “tequiero”

¿Sabes, mujer?
Que no tengo otros anhelos,
que no tengo otro deseo
que no sea tu deseo,
que no tengo otro horizonte
más allá de tu horizonte.
Sabes mujer que te quiero,
entérate de una vez.

Francisco Murcia.


lunes, 25 de junio de 2018

¿Dónde te fuiste?


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¿Dónde te fuiste?
24 – 06 - 2018

Comienzan a serme ajenos los átomos de tu cuerpo.
se pierden en el recuerdo las delicias de tus besos,
y un polvo oscuro de caminos olvidados,
difumina tu figura y la convierte en fantasma
de otras horas y otros tiempos, de otras almas
y otros cuerpos que por mi vida pasaron.

Los sueños van caminando,
pero ya no dejan huella,
no buscan en la penumbra los ecos de los susurros,
ya no escriben los “tequieros” en pétalos delicados,
ya no me trae la brisa los aromas de tu cuerpo,
y las matas de tu pelo en deliciosa cascada,
ya no te cubren el rostro,
ya no acarician mi cara.

Dónde te has ido, princesa,
que en llegando la alborada no percibo tu figura
en el hueco de mi almohada.
Dónde se fue tu palabra,
dónde escondieron tus labios tu deliciosa sonrisa,
dónde,  dime,
dónde se fueron las trenzas que yo peiné en tu cabello,
donde se fueron tus dedos
que no escriben en mi espalda el mensaje de un “tequiero”.

Los átomos de tu cuerpo comienzan a serme ajenos,
y ajenos son los aromas que percibo en mi ventana,
y al volver la vista atrás,
ya no distingo las huellas que fabriqué con mis sueños.

Dónde escondiste mis versos
y aquellas bellas palabras que dibujé con mil besos
mientras bebía la savia que se escondía en tu pecho.
Dónde están tantas estrofas, dónde se fueron las letras
que se llevaron con ellas el calor de tus promesas.

Dónde, dime,
dónde te fuiste, musa,
que no te encuentro en las ondas.



Francisco Murcia.

domingo, 24 de junio de 2018

Su pelo y mi corazón


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Su pelo y mi corazón.
23 – 06 - 2018

Me regaló su pelo alborotado,
me regaló su mirada preñada de deseo,
me regaló la fresa de sus labios y un suspiro
que se quedó en el aire,
flotando,
entre los ecos suaves de un anhelado “tequiero”.

Y yo la tomé en mis manos,
y acaricié sus cabellos,
hice trenzas con mis dedos,
tomé un beso de mis labios,
lo convertí en mariposa
para que fuera volando y se posara en su pecho.

Y en mi pecho ella dejó
la dulce miel de sus labios,
mientras mis dedos trenzaban
las matas de sus cabellos.

No fueron las humedades rocíos de la alborada,
fue una insólita avenida,
apasionadas cascadas de delicias olvidadas,
lluvia torrencial,
desvarío alocado de prisioneros anhelos,
ígnea lava de un volcán que yo ya creía extinto.

Y me regaló su pelo,
y me regaló sus rizos,
y mirándome en sus ojos escrito vi un “tequiero”.
Un requiebro delicado dejé firmado en sus labios
y dibujé en el vacío pétalos de rosa y alas,
y ella dibujó en mi piel el mapa de una promesa,
el perfil de un corazón
y las letras de un “tequiero” tatuadas en mi espalda.

Y me regló su pelo,
y le dí mi corazón.

Francisco Murcia.


viernes, 22 de junio de 2018

La libertad


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¡LA LIBERTAD!

La palabra retumba, hasta hacer temblar los goznes sobres los que pivota la existencia del universo. Sus ecos trascienden lo visible y penetran como torrentes indómitos donde se trenzan las emociones que modelan los sentimientos. ¡Ah!, entonces nos damos cuenta que los sentimientos no son libres, que emanan de ignotas fuentes escondidas entre las espesas frondas de alocadas emociones o pasiones sibilinas, que se ocultan bajo el espeso ropaje con que nos hemos vestido para hacer  lo que Dios manda, que es lo que manda al vecino, y al vecino del vecino y a todos manda lo mismo: vestirnos como nos mandan y olvidar la libertad que ruge en nuestro interior.

El universo no crea ni destruye, solamente transforma, y lo hace según unas leyes fijas, inamovibles, eternas, para las cuales, la libertad es una entelequia que atenta contra la misma existencia del propio universo. Los tiranos solo son un peldaño en la escalera de la propia evolución. Solo el pensamiento es libre y en él está la raíz de de toda la creación. Es por eso que dan miedo todos los pensadores, y dan miedo los poetas porque son exploradores de verdades escondidas, topos que cavan minas en negras profundidades, y dan miedo aquellos sabios que le dicen al poder que respete las fronteras de la propia dignidad, que desnudos y desnudas en una playa cualquiera no es que esté bien o esté mal, solamente la moral y costumbres ancestrales dicen que es libertinaje lo que solo es libertad.

Sin embargo, no debemos de olvidar a pesar de lo antedicho, que no son capricho la normas ni las leyes ni los códigos escritos, simplemente son peldaños para subir paso a paso esa empinada escalera evitando despeñarnos, asirnos unos a otros, evitar esos soslayos y mirarnos frente a frente, y comprender de una vez que todos somos hermanos y todos formamos parte del milagro más grandioso de todo nuestro universo: la existencia de unos ojos que me miran, de unas manos que me cogen, de unos labios que me hablan, de un billón de corazones que laten sintiendo los ecos de mis profundos latidos. Esa es la libertad: dos corazones latiendo y sintiendo al mismo ritmo.

Francisco Murcia


miércoles, 20 de junio de 2018

Se fue


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Se fue
20 – 06 - 2018

¡Ah, estimado amigo!
Dicen de mi que soy soñador empedernido,
un iluso navegante de los sueños.
Y qué es este hermoso poema
que regalas en el muro
sino una singladura por el mar de los paisajes
en los mundos de Morfeo,
donde vemos nuestra diosa
prisionera de sus miedos,
amarrada a los barrotes
del tiempo que se avecina,
un futuro que se pierde en horizontes difusos
y una mazmorra vacía donde se oxidan recuerdos
de amores y de requiebros,
que la hicieron sonreír y que yacen olvidados,
cubiertos de polvo,
sumidos en el miasma de la terrible rutina.

Un sueño, estimado amigo 
y al mismo tiempo un calvario,
un diario purgatorio por aquello que dijimos,
por aquello que callamos y que ahora,
entre sueños,
confesamos con obligada humildad,
prometiéndole ese amor que nos parecía eterno,
pero que el tiempo apagó entre extraviados desvelos.

El soplo de los sueños
aventa el polvo que cubre nuestros recuerdos.
Pero ahora es imposible,
se ha ido;
por fin se pudo librar de los barrotes del miedo.

Solo queda la esperanza
de haber dejado en su piel el mapa de tus anhelos
y que un suspiro se escape
al recordar esos labios a los que un día besó,
creyendo llegar al cielo



Francisco Murcia. 

lunes, 18 de junio de 2018

Oigo tu grito

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Oigo tu grito
18 – 06 - 2018

Oigo tu grito en silencio que navega por las ondas,
veo tus sordos sollozos en las noches de tu alcoba,
percibo los aromas de la humedad de tus lágrimas
y en tus pálidas mejillas siento la necesidad de un beso.
 Fabrico entre mis sueños la suavidad de un roce
de tus labios con los míos,
de un sí quiero entre penumbras,
de una mirada perdida en la oscuridad del lecho.

Pero mi sueño se quiebra en medio de tu tristeza,
y mis labios se humedecen al recorrer tus mejillas.
Quiero leer en tus ojos las razones de tus penas,
quiero beber de tu boca el sabor de la agonía,
quiero preguntarle al viento por qué lloras,
si mi corazón palpita y te envía sus latidos,
y el tuyo me da su vida, que palpita con el mío.

Sé que estás triste porque no extiendes tus alas,
porque no puedes volar y envidias a las gaviotas,
que como bellos veleros navegan entre las nubes
y conversan con el viento con sus alas desplegadas.
Se que escapan de tu pecho suspiros de libertad,
y de tus ojos resbalan lágrimas por tus mejillas,
y ese grito ahogado que se comprime en tu pecho
se convierte en un volcán que te quema las entrañas.

Te gustaría volar, batir tus inmensas alas,
y  gritar entre las nubes tus ansias de libertad,
disolver esos barrotes que te tienen prisionera,
remontarte a los espacios que en las penumbras tu sueñas,
recrearte en los paisajes que por no morir tu creas,
y al despertar la mañana, le quieres gritar al sol:
¡Soy libre, mírame! Pues ya he perdido mi miedo,
y aunque mis alas plegadas me mantengan en el suelo,
en mi sueño desplegadas me transportan a los cielos.


Francisco Murcia.



¡Un libro!

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¡Un libro!
17 – 06 - 2018

¡Un libro!
¡Qué barbaridad, un libro!
¿Pretendes, ego soberbio, que escriba mis pensamientos,
que dé aluz a esa caterva de ocurrencias y silencios
que golpean sin piedad los muros de mis lamentos?

¡Un libro!
¡Qué barbaridad!
¿Acaso, ego maldito,
quieres flotar en las nubes de estériles ilusiones,
mendigando parabienes que para mal te regalan?

¿Qué quieres, maldito e hinchado ego,
cuando piensas en un libro?
¿Tienes celos de ese yo escondido entre zarzales,
ese yo donde se asientas las fuentes de la agonía
que riegan mis sentimientos?

Mata ya tu vanidad, ego maldito y cobarde,
y deja en paz a mi yo escondido entre zarzales,
vigilante de esas aguas de caudal más bien escaso
donde flotan los retazos
de algunas flores perdidas que crecieron al azar,
regadas por unos ojos que se cruzaron conmigo.

Tente ya, ego maldito y esconde tus vanidades,
pues las páginas de un libro,
blancas y virginales,
no merecen ser manchadas con continuas vaguedades.

No seas necio y mantente en un discreto silencio,
pues ya sabes que es de sabios
ocultar las ignorancias
como un preciado secreto.



Francisco Murcia.

sábado, 16 de junio de 2018

Estimado Antonio

             
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Estimado Antonio
16 – 06 - 2018

Sin querer ser peregrino,
lo fui;
sin querer ser trashumante debí serlo,
sentir polvo en mi garganta y secos mis ojos
como pozos estériles
donde ya los sentimientos no encuentran
ese rocío con que los regaba el alma,
y hasta el alma se secó
transitando trashumante ese desierto
donde mueren los suspiros,
crecen las añoranzas
y resucitan los cuentos que nos contaban de niños.

Y así crecí,
soñando con imposibles.

He reído y he llorado con la inocencia de un niño,
y a mis años,
sigo siendo un trashumante
que peregrina perdido en el mundo de los sueños.

Por eso te digo, Antonio,
mi buen y estimado amigo,
que los sueños imposibles hacen posible la vida,
aunque nos tilden de locos,
aunque haya un mirar extraño,
no importa;
solo importa el corazón
que siente el aldabonazo de una llamada perdida,
y esa puerta que se abre regalándonos la vida.


Francisco Murcia

miércoles, 13 de junio de 2018

Corcel de los anhelos



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Corcel de los anhelos
13 – 06 - 2018

Pienso en ti y, por alguna razón,
no humedecen mi paisaje tus secretos,
huye la escarcha de los pétalos de las flores
cuando, mirando a ese cielo,
te comparo con las nubes,
dibujo tu figura en ese azul
y me pierdo en los ojos de ese sol que me ilumina,

¡Oh, brioso corcel de los anhelos!
que cabalgaste con furia por las aristas del tiempo
y que ahora, saciado ya de paisajes,
no galopas presuroso,
sino que andas paso a paso,
leyendo su nombre escrito en las gotas de la lluvia,
secuestrando sus aromas entre tus amplios hollares,
dibujando su figura al contraluz de la tarde.

No buscas las humedades donde se siembra la vida,
ya no te mueven tormentas de pasiones prohibidas,
solo te mueve ese cielo
donde fabrican las nubes los paisajes de tus sueños
y dibujan los ocasos donde yo escribo su nombre.

¡Oh corcel de los anhelos!
Ya no te inquietan tormentas ni cambia tu paso el aire,
no necesitas ronzal que encauce tus vanidades.
Ella ya ha escrito en su alma tu nombre,
grabando con un suspiro cada una de sus letras.
Y tú, más allá de los fuegos indomables
donde arden las pasiones,
sereno vas paso a paso, por la ruta de los sueños.

¡Oh corcel de los anhelos!
que cabalgaste sin tino por desoladas estepas,
que sufriste en tus ijares las punzadas de las crueles espuelas,
que llevas escrita en tu piel la hondura de tu tristeza,
hoy cabalgas ya sereno,
porque llevas en tu grupa la sirena de tus sueños
y ella ya ha escrito tu nombre en las nubes de su cielo.

Francisco Murcia.  


martes, 12 de junio de 2018

Necesito ser humano


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Necesito ser humano
11 – 06 - 2016

Necesito encontrar una flor en el camino que me inspire,
un susurro perdido entre la brisa,
un suspiro de esperanza a la vera del camino.
Necesito una luz que alumbre la oscuridad de mis noches,
un grito de rebeldía que haga temblar las montañas.
Necesito la dureza de una roca,
necesito la fragancia del jazmín
y ese volar inseguro de la bella mariposa.
Necesito ser humano para no sentirme muerto,
para amar y llorar con los míos
y con los que están muy lejos.

Necesito ser humano, más,
mucho más de lo que manda el instinto,
y que mis brazos se extiendan en un abrazo gigante
donde quepan mis hermanos,
donde quepan mis hermanas,
todos ellos,
venga de dónde vengan,
sean de donde sean;
negros blancos o cobrizos;
a todos los hizo Dios cuando creo el paraíso.

Necesito que mi fuerza no me la presten los odios,
quiero beber en la fuente donde nace la inocencia,
quiero que en mi conciencia puedan plantar
las banderas de cien naciones distintas.
Quiero ser un ser humano
para escuchar en la brisa los ecos de los “tequieros”
en mil idiomas diversos.

No quiero ser extranjero,
porque Dios no me hizo así,
porque hizo de la tierra mi hogar,
y el tuyo, el nuestro,
el vuestro y el de ellos.
No la dividió en parcelas,
no plantó las alambradas que crecen en las fronteras.

Dios solo hizo la tierra,
lo demás los hemos hecho los hombres,
ondeando las banderas donde arropamos el odio,
donde colgamos medallas obtenidas en las guerras,
y escribimos en la historia con tinta roja de sangre
la memoria de las gestas donde se asienta el honor,
una expresión sublimada que emana de los instintos,
una fuente de dolor donde bebe la ambición,
campo de odio y temor donde enterramos el yo
y plantamos firme el ego que regamos con pasión.

Necesito hallar una flor a la vera del camino,
para compartir con mimo un sentimiento de amor,
y permitirle a ese yo que aún anida en mis entrañas,
alzar su voz inocente y desterrar ese ego
que grita pidiendo honor, parabienes y medallas,
sin reparar el dolor que va dejando a su espalda.
Quiero ser un ser humano más allá de las banderas,
más allá de los colores de la piel,
de los mares y la tierra.
Quiero ser un ser humano
más allá de las fronteras.

Francisco Murcia.



sábado, 9 de junio de 2018

Oda a las palabras

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Oda a las palabras
9 – 06 - 2018

Las palabras, queridos amigos,
 son rastros que escribimos en el viento
y el viento se las lleva,
dejando un hueco repleto de agonías,
de silenciosas zozobras sin huella,
un vació donde mueren los anhelos
en un completo silencio.

Y sin embargo pesan,
y pesan tanto,
que a veces nos aplastan con sus sólidos acentos.
Pero también
pueden ser las alas que nos permiten volar,
recorrer esos senderos que construimos en sueños,
abrir los postigos de las cerradas ventanas,
orear los recovecos que hieden
por tanta ilusión frustrada.

Las palabras, queridos amigos,
son la muerte y son la vida,
son el fuego y son el hielo,
son esos niños perdidos
que engendramos en oscuras soledades,
retoños de un matrimonio perverso
entre la nada y el ego;
son la firma de los dedos
en esa piel vaporosa con que se visten los sueños.

Lo son todo y no son nada.
Pueden destruir el mundo,
pueden crear universos donde vivir de los cuentos.
Las palabras son la vida cuando la vida se escapa,
es el aire que respiro huyendo del cementerio,
pues me aterra ese silencio en la ciudad de los muertos.

Lloro por la palabra que escondo
y la escribo en la mirada para que no se me pierda,
y la susurro bajito escribiéndola en la brisa
para que llame a la puerta de la fragua
donde se templan las almas y se forjan sentimientos.
Y río, río por la palabra que grito,
que libre ya de las rejas donde moría cautiva,
vuela y pregona la dicha
de haber devuelto la vida a ese alma aprisionada,
que moría en las mazmorras de su propia cobardía.

 Son las palabras perdidas en los silencios
las que me quitan la vida,
son las palabras que mueren ahogadas
en los ecos apagados de mis terribles secretos,
son las palabras nacidas de mis intensos deseos,
son las palabras no dichas,
las palabras encerradas,
escritas solo en el viento,
las que me quitan la vida,
las que me matan por dentro.

Salid pues,
como niños harapientos acabados de nacer,
leed lo escrito en el viento cuando estabais prisioneras,
gritadle al mundo que existo,
que he vuelto del cementerio donde ansiaban mi silencio.

Oh benditas palabras,
que con vestidos de harapos disfrazáis vuestra belleza,
cantadme vuestros acentos para que me sienta libre,
para que vuelva a la vida,
para escuchar esos ecos que resucitan a un muerto.


Francisco Murcia

viernes, 8 de junio de 2018

El amor es algo más


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El amor es algo más.
8 – 06 - 2018

Estimado amigo Antonio, ya sabemos de los neurotransmisores que activan la química del amor; sin embargo, es tan prosaico, resulta tan fría la corriente de ese arroyo hormonal, que prefiero viajar por las riveras de ese otro río, el de los sueños, e imaginarme a Eros traspasando con sus flechas los muros de la indiferencia, para escribir en su hierática coraza la palabra AMOR, así, con mayúsculas, que no las borren las borrascas que desbordan el caudal de las pasiones, ni las ciegue el súbito resplandor de un relámpago en la noche o una mirada escondida en lujuriosos paisajes.

El AMOR, así, con mayúsculas, es otra cosa. No lo digo porque lo piense, porque el amor no se piensa; lo digo porque lo sueño, y lo sueño de tal modo y de tal modo lo siento, que me niego a imaginar que detrás de mis anhelos no hay más que un arroyo de sustancias, donde crecen los paisajes de mis sueños. No hay dopamina en mis noches, ni oxitocina en mis días, no hay serotonina en la que navegue la nave de mis desvelos; solamente hay un deseo: el de tenerla conmigo, cogidita de la mano y regalarle un “tequiero” al darle los “buenosdías”.

Sí, ya lo sé. Sé que mis palabras son las de un loco enamorado, que no entiende que la ciencia nos secuestre la ternura de un café al saludar la mañana, el temblor disimulado ante el roce de unos labios, el candor de una mirada, o la dulce y silenciosa melodía que se esconde en un susurro donde van los “buenosdías”; que se niega a que la ciencia, con sus agudas aristas, desgarre la piel de los sentimientos, y se les haga la autopsia como se le hace a los muertos. Porque el amor nunca muere cuando está escrito en el tiempo, porque su tiempo es eterno como eternos son los sueños.

No, no me digáis que el amor es un compendio de humores que regulan nuestro cuerpo, porque no es el cuerpo el que ama, la que ama es el alma, el cuerpo solo es un receptáculo, a veces muy débil, a veces ciego, que no siempre sabe bien por dónde camina, que se tropieza, que se equivoca y que sufre. Esa es la verdadera fuente de ese río donde se ahogan los sueños sin darnos cuenta. Sin embargo… ¡es tan difícil conciliar la debilidad del cuerpo con la grandeza del alma!

Por eso me gusta soñar, porque saco de los sueños retazos del alma con los que alumbrar los oscuros senderos de la vida real. Por eso, cuando me despierto, doy los “buenosdías” escritos en el eterno e infinito pergamino de mis sueños; porque en esos “buenosdías” brilla un trocito de mi cielo. Pero no te preocupes, mi alma es infinita, como lo es la tuya. No dejemos que el cuerpo, sumergido en las corrientes de sus anhelos, enturbie las fuentes de donde mana el verdadero amor, aquel que no depende solamente de los rigores de la ciencia, sino de aquella mirada que supo ver en el alma.


Francisco Murcia.

jueves, 7 de junio de 2018

¡Oh sol!


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¡Oh sol!
6 – 06 - 2018

¡Oh sol!, que con tus rayos asesinas
los sueños que junto a ella me animan,
quédate escondido más allá del horizonte,
oculta tus claridades
y déjame gozar de su presencia.
Deja mi alma, ebria de dicha,
cabalgar con ella en la burbuja del tiempo.
No amanezcas todavía,
todavía estoy sediento,
todavía la deseo
y la deseo tanto,
que quiero morir con ella.

¡Oh sol! esconde tus rayos
y dile a la aurora que espere,
que respete ese roció que le da vida a las flores,
que las perlas de las gotas
que la noche deposita en sus pétalos abiertos,
tremolen temblorosas,
mientras juegan con la brisa.

Espera, ¡oh sol!
para iniciar esa fiesta,
para vestir de colores los valles,
para alumbrar la montaña,
para revivir la tierra.

Espera, ¡oh sol! yo te lo pido
porque estoy ebrio de ella,
y quiero gozar mi noche,
degustar esos aromas que emanan
de sus profundas esencias
y perderme en las delicias de sus ocultos secretos.

Quiero decirle a la luna que detenga su camino,
que en el manto de la noche grabe su rostro
y secuestre su mirada,
para que el sol no la robe,
para guardarla en el cofre donde conservo mi alma.

Quiero leer en sus ojos la huella de mi destino,
quiero que escriba en mi piel el mapa de sus deseos,
y dibujar en sus labios  los perfiles de mis sueños,
pues ya no vivo sin ella.
Quiero vivir la noche,
y que ya nunca amanezca.


Francisco Murcia.

Oh, las palabras

  Oh, las palabras 20 – 10 – 2023   Las palabras bullen dentro de mi como fieras enjauladas, van y vienen, se vuelven y revuelve...