Era uno de los nuestros.
12
– 02 - 2017
Resbalan
las lágrimas por demacradas mejillas,
pómulos
prominentes esculpen melancolía,
los
ojos y la mirada en horizontes perdidos,
no
se mueven sus pupilas, las moscas,
augurios
de la desgracia,
se
alimentan de los jugos de unos ojos ya sin lágrimas,
de
unos mocos ya resecos;
no
queda en ese cuerpo resquicio escondido
o
hueco como refugio de vida,
ya
ese cuerpo está muerto,
ya
no hay vida en ese cuerpo.
Dios
cruel que nos creaste,
alivia
ese sufrimiento,
dale
vida a ese cuerpo,
dale
un soplo de cariño a esa madre y a sus brazos,
dale
vida a ese regazo que sostiene un niño muerto.
Danos
Señor la conciencia para llorar a ese niño,
danos
Señor esa fuerza
para
llorar a ese madre como a una de las nuestras,
para
llorar a ese niño como se llora a los hijos,
porque
ese niño ya ha muerto,
porque
aunque no lo creamos,
era
uno de los nuestros.
Era
un humano inocente,
con
sus ojitos perdidos,
con
su carita de niño,
con
su alma limpia y pura,
con
esos huesos de niño cubiertos de piel oscura,
reposando
en un regazo donde se escapa la vida,
donde
se espera la muerte entre unos pechos caídos,
jirones
míseros de piel, sepulcros de la esperanza.
Lázaro,
levántate y anda,
¿Te
acuerdas, Jesús de aquello?
¿Por
qué lo hiciste entonces?
¿Por
qué has dejado en el mundo tan enorme sufrimiento?
Francisco
Murcia.
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