jueves, 19 de julio de 2018

Buenos días dormilona

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Buenos días, dormilona.
19 – 07 - 2018

Mi dormilona, me pregunto por qué cuando pienso en escribirte voy a repasar las letras de Whitman, ¿por qué?, si no las necesito, si tú eres para mi como una fuente constante de la que manan los más bellos sentimientos y surgen esas palabras con las que envolver todo ese río de emociones que bulle dentro de mi. Me veo paseando por mis paisajes interiores, esos que no sé si los pienso o los sueño, pero sea como sea, tú siempre estás en ellos, en cada flor que me imagino, en cada pétalo que la brisa columpia en suave balanceo, en las alas de las mariposas y el frenético zigzagueo del colibrí, dibujando en su aleteo las líneas de tu perfil.

¿De verdad necesito a Whitman para dirigirme a ti? Sería un engaño, como vestirme con un traje holgado y arrugado para salir a la calle y presumir de grandezas prestadas. No sería sincero. ¿Te lo imaginas? No ser sincero contigo. Me vería a mi mismo como aquel Gregorio de la Metamorfosis: una cucaracha arrastrando por el suelo sus más elevados sentimientos. En fin, que no, que no me imagino así. He dejado de lado a Whitman, le he dedicado un “hastaluego” y me he dispuesto a dejar que fluya incontenible la fuente de mis anhelos. Entonces sí, entonces te veo en mi mente con esa media melena que yo trenzo entre mis dedos, esos mechones rebeldes con aromas de jazmín, ese mohín delicado con que inicias la sonrisa y esa mirada tuya que le pregunta a mis ojos dónde he escondido ese beso que se ha quedado volando, enganchado al primer rayo que entrando por la ventana, secuestró nuestra penumbra.


Oh si Becquer levantara la cabeza y viera que no necesito sus rimas para llorar mis tristezas. Y es que no me siento triste. Me cansan esos poetas con sus versos lacrimosos, con esos cielos oscuros donde escriben sus lamentos y esas alcobas vacías donde maceran sus penas; me cansan las repetidas nostalgias de esencias no degustadas. Ya te digo: si Becquer levantara la cabeza y observara mi alegría, limpiaría de polvo el arpa, entonaría sus cuerdas y se volvería loco cantándole a la vida, como le canto yo mismo, huyendo de mil poetas que se empeñan en llorar porque no tienen tus ojos, porque tus ojos son míos, porque en tus ojos me miro cada vez que sale el sol y te digo “BUENOS DÍAS” y me imagino ese beso en medio de tu sonrisa.

¿De verdad necesito a Whitman para decir que te quiero? No sería yo quien soy si no supiera escribir en la tierra y en el cielo, en los mares y en el viento lo que yo siento por ti. Eres mi única musa y teniendo como tengo tu mirada y tu sonrisa, no necesito muletas de renombrados poetas, ni necesito el requiebro facilón y bullanguero de lampiños mozalbetes para decir que te quiero, y enmarcar mis “BUENOSDIAS”  en la rúbrica de un beso.



Francisco Murcia. 

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