
Sin volver la vista atrás.
29
– 07 - 2018
Dónde
estabas escondida,
qué
extraño sendero,
qué
polvoriento camino me ha llevado hasta ti,
dónde
perdí las huellas que se quedaron atrás,
en
qué recodo del camino me extravié.
Perdido,
me
quedé mirando a las estrellas en una noche muy larga,
larga,
silenciosa y muerta,
ni
siquiera la luna apareció
para
abrir mi corazón y narrarle mis secretos.
Solo,
mirando hacia atrás,
busco
con ansia las huellas
que
escribieron en el polvo las páginas de mi vida.
Y
no las veo,
ya
están muy lejos,
sumergidas
en el tiempo.
Yo
las creía profundas,
perennes,
testigos
eternos de mis días,
y
sin embargo, solo polvo,
perfiles
borrosos con los que juegan los vientos.
En
qué recodo del camino se me han roto las alforjas,
yo
las traía repletas de miradas y “tequieros”,
llenas
a rebosar de abrazos, risas y besos.
Y
de pronto,
me
encuentro mirando atrás,
buscando
entre las penumbras
esos
labios olvidados que quedaron en silencio.
Y
en silencio estaba yo,
cohibido,
apagado,
mustio
tallo de una flor de pétalos deshojada,
mariposa
errante que se ha quedado sin alas.
Asustado,
quebradizo,
vulnerable
como amapola en otoño.
¿Dónde
están mis huellas
que
cuando miro hacia atrás ya no me distingo en ellas?
Y
entonces,
te
cruzas en mi camino.
Tú
también buscas tus huellas,
tu
también miras atrás preguntándote, tal vez,
dónde
perdiste aquel beso que siempre quisiste dar,
dónde
encontrar ese beso al que entregarle tu alma,
dónde
estará ese suspiro que esperas con un “tequiero”.
Ambos
somos prisioneros del pasado,
ambos
estamos perdidos,
ambos
estamos cansados
y
escuchamos en silencio los susurros de la brisa,
por
si la brisa nos trae el añorado “tequiero”.
Así
nos vimos los dos,
nos
miramos frente a frente;
no
hicieron falta palabras,
pues
el “tequiero” escrito está en la mirada
y
envuelto en ese suspiro que anhelaban nuestras almas.
He
cosido mis alforjas,
he
guardado el primer beso,
te
he cogido de la mano
y
colgado de tus ojos los míos,
que
miran el horizonte que creía haber perdido.
Te he invitado a caminar,
no
me has preguntado dónde,
no
importa dónde vayamos,
al
final, el camino ya está hecho.
Nos
cogemos de la mano,
subimos
a nuestros sueños donde la vida aún es bella
y
seguimos caminando sin volver la vista atrás.
Francisco
Murcia