domingo, 29 de julio de 2018

Sin volver la vista atrás


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Sin volver la vista atrás.
29 – 07 - 2018

Dónde estabas escondida,
qué extraño sendero,
qué polvoriento camino me ha llevado hasta ti,
dónde perdí las huellas que se quedaron atrás,
en qué recodo del camino me extravié.

Perdido,
me quedé mirando a las estrellas en una noche muy larga,
larga, silenciosa y muerta,
ni siquiera la luna apareció
para abrir mi corazón y narrarle mis secretos.

Solo, mirando hacia atrás,
busco con ansia las huellas
que escribieron en el polvo las páginas de mi vida.
Y no las veo,
ya están muy lejos,
sumergidas en el tiempo.

Yo las creía profundas,
perennes,
testigos eternos de mis días,
y sin embargo, solo polvo,
perfiles borrosos con los que juegan los vientos.

En qué recodo del camino se me han roto las alforjas,
yo las traía repletas de miradas y “tequieros”,
llenas a rebosar de abrazos, risas y besos.
Y de pronto,
me encuentro mirando atrás,
buscando entre las penumbras
esos labios olvidados que quedaron en silencio.

Y en silencio estaba yo,
cohibido, apagado,
mustio tallo de una flor de pétalos deshojada,
mariposa errante que se ha quedado sin alas.
Asustado, quebradizo,
vulnerable como amapola en otoño.
¿Dónde están mis huellas
que cuando miro hacia atrás ya no me distingo en ellas?

Y entonces,
te cruzas en mi camino.
Tú también buscas tus huellas,
tu también miras atrás preguntándote, tal vez,
dónde perdiste aquel beso que siempre quisiste dar,
dónde encontrar ese beso al que entregarle tu alma,
dónde estará ese suspiro que esperas con un “tequiero”.

Ambos somos prisioneros del pasado,
ambos estamos perdidos,
ambos estamos cansados
y escuchamos en silencio los susurros de la brisa,
por si la brisa nos trae el añorado “tequiero”.

Así nos vimos los dos,
nos miramos frente a frente;
no hicieron falta palabras,
pues el “tequiero” escrito está en la mirada
y envuelto en ese suspiro que anhelaban nuestras almas.

He cosido mis alforjas,
he guardado el primer beso,
te he cogido de la mano
y colgado de tus ojos los míos,
que miran el horizonte que creía haber perdido.

Te  he invitado a caminar,
no me has preguntado dónde,
no importa dónde vayamos,
al final, el camino ya está hecho.
Nos cogemos de la mano,
subimos a nuestros sueños donde la vida aún es bella
y seguimos caminando sin volver la vista atrás.


Francisco Murcia

sábado, 28 de julio de 2018

Ya no quiero más tristezas

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Ya no quiero más tristezas.
27 – 07 - 2018

Leo poesía en el muro, y leo poesía fuera del muro. En el primero, solo veo tristezas, almas abandonadas que buscan el consuelo de un oído que recoja los rumores que susurran los ecos de oscuras soledades. Fuera del muro, cuando hojeo, transitando las páginas de algunos y algunas que sí que fueron poetas, que siguen siendo poetas, los horizontes se ensanchan, las lágrimas no son tantas, y las que son, brillan como gotas de roció que deslumbran cuando abrimos la ventana para saludar al sol. Y entonces yo me pregunto si es verdad que solo las lágrimas pueden abonar ese jardín, donde nacen tantas flores que pregonan su belleza en medio de tristezas infinitas, de abandonos dolorosos, de añoranzas de un “tequiero”, de gritos desesperados en medio de los silencios, o simplemente de anhelos que se traducen en sueños.

Debo de confesar que busco con vehemencia, bajo mis torpes palabras, un “me gusta”, pues no soy inmune a los halagos fáciles porque al menos, me dejan la constancia de que hay alguien por ahí que mitiga su soledad compartiéndola conmigo, y me siento menos solo, aquí, ante el teclado, viendo por mi ventana cómo pasa la vida, bulliciosa, ajetreada, dinámica; una vida por la que yo, poco a podo, me voy sintiendo menos concernido. Entonces surge ese “me gusta” y pienso, ¡caramba!, a ver si es que estoy equivocado; respiro hondo y me siento menos solo, sonrío para mis adentros, siento la imagen de ese calorcito que anima mis entretelas y presto pulso el teclado, contestando ese “me gusta”, si es que me dan la ocasión, no con un simple ¡gracias!, no, eso no sería justo, sino con un comentario donde envolver el calor que yo quiero transmitir.

Pero me cansa tanta tristeza, tantos ojos que solo miran hacia adentro, que se pierden el baile de la amapola, desgranando su belleza en pétalos encendidos que se abrazan a la brisa y danzan y danzan, en un ballet alocado, perdiéndose entre las nubes, posándose en las espigas, prestando su rojo sangre para dar sangre a la vida, para pintar el paisaje donde sembrar las sonrisas. Sí, prefiero las margaritas, corazones amarillos orlados de puro blanco, quiero las noches de luna con el canto de los grillos, olvidando los secretos para noches más oscuras, y me gustan las cigarras en su loca algarabía bajo ese sol de justicia que achicharra las espigas. Me cansa tanta tristeza y quiero mirar hacia fuera, contemplar a las alondras, admirar a las cigüeñas, extasiarme ante el planeo del águila poderosa como reina de los cielos. Me gusta seguir el vuelo de la garza sinuosa que perfila los meandros de ese Duero silencioso. Me gusta el trinar de los jilgueros, el cu-cu de la abubilla, el sirimiri de ecos con que las ramas y el viento humedecen los silencios, y sobre todo me gusta esa voz, esa cara, esos ojos, el recuerdo de esos labios que llevo siempre conmigo, aunque se encuentren muy lejos.

Hagamos un canto a la vida y rompamos los silencios. Encerremos las tristezas en esos oscuros huecos, donde se cubren de herrumbre inconfesables secretos. Bailemos con la amapola desafiando los vientos, desgranando nuestros días como los pétalos sueltos que deambulan sin rumbo, escribiendo “libertad” en las ondas de la brisa.


Francisco Murcia. 

jueves, 26 de julio de 2018

Nunca tendremos otra vida


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Nunca tendremos otra vida
24 – 07 - 2018

Nunca tendremos otra vida,
tenemos la que tenemos y no habrá otro comienzo.
El tiempo nos ha jugado una mala pasada, 
pues labró mal el terreno de las horas
y sembró nuestras semillas en surcos equivocados.

Y así nacimos.
Tú, a la vera del mar entre brisas de sirenas;
yo, tierra adentro,
entre el polvo de caminos de horizontes infinitos.

Cielos claros los míos
de ocasos maravillosos;
los tuyos,
húmedos cielos de mar vestidos de rojo y rosas
y el arrullo de las olas acunando fantasías.

Nunca tendremos otra vida,
nunca habrá otros minutos que los que estamos viviendo.
La sonrisa que me niegues
sumergida quedará en los abismos del tiempo,
y la promesa del beso quedará helada en tus labios
y en los míos el deseo
de un roce suave y tierno con el que decir “te quiero”
en medio de mis silencios.

Nunca tendremos otra vida
donde el destino repare los desajustes del tiempo.
Cojamos la que tenemos,
viajemos a los sueños
y subamos los peldaños de nuestro propio infinito,


Francisco Murcia.



sábado, 21 de julio de 2018

Ya mis pies están cansados

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Ya mis pies están cansados.
18 – 07 - 2018

Cuántas veces he recorrido este camino.
Casi puedo contar las piedras,
algunas las reconozco aún,
los cantos que decimos nosotros en el lenguaje del pueblo,
nuestro lenguaje,
hasta nombres les puse a algunas.

Pero ese sendero,
el que bajaba hasta el puente de los negrillos,
ese ha desaparecido,
y los negrillos también;
olmos se llaman en lenguaje académico,
nosotros, en el pueblo, les decimos negrillos;
árboles rectos de hoja oscura,
pequeña y aserrada.

Fue hace ya muchos años,
una plaga, tal vez un virus,
porque los virus también afectan a los recios árboles
que, en su perenne presencia,
dan cuenta del paso del tiempo.
Ellos cada vez más grandes;
nosotros, cada día algo más viejos.

Pero esos negrillos,
los olmos que anunciaban el paso del canal,
murieron víctimas de la plaga,
y el sendero estrecho, de suelo rojizo, que llevaba hasta ellos,
desapareció también.

Nada perdura excepto los guijarros redondos,
gastadas sus aristas por el paso de los siglos,
testigos mudos del tiempo,
notarios de las edades remotas en que el suelo no era suelo,
ni eran los cantos guijarros,
ni el aire que respiramos era aire,
ni la vida era vida.
Todo estaba por hacer y las huellas
aún no habían hecho camino sobre la faz de la tierra.

Hoy paseo mis arrugas forjadas en la distancia,
y busco con la mirada
aquellas piedras perdidas a las que le puse nombre:
Píndaro era brillante, mármol puro,
puro alabastro que el polvo disimulaba,
y Sófocles,
pizarra negra pulida donde escribir las tragedias,
y aquella otra,
antiguo y recio basalto por mil siglos oxidado
a la que puse Vulcano,
y tantas otras cuyos nombres,
perdidos de mi memoria,
aún siguen en los libros,
y seguirán en la historia cuando mis pies,
ya cansados,
no transiten el camino.

Tengo muchos,
muchos años, tantos,
que ya no estoy seguro si he vivido lo vivido
o tan solo lo he soñado.
Cierro los ojos
y la neblina del tiempo va empañando los recuerdos.
¿Dónde está esa piedra,
ese guijarro grande
de regio blanco brillante y perfiles ovalados?
Le puse por nombre Píndaro,
cantor de triunfos y gestas de los antiguos atletas.

Cierro los ojos
y entre el polvo de los años surge un niño
con un librito en sus manos.
Absorto cuenta las piedras
y en  la hilera, las hormigas que
como perlitas negras atraviesan el camino.

Y sueña,
sueña y piensa al mismo tiempo,
pues no encuentra las respuestas que ansía,
no sabe por qué la piedra es piedra,
ni sabe por qué la hormiga construye los hormigueros,
por qué el hombre es tan perverso,
por qué hay luces en el cielo.

No sabe y todavía es pequeño.
Por eso vive los cuentos,
siente con Pulgarcito y acompaña a Blancanieves,
vuela con Aladino en la alfombra de su genio
y libra de los ladrones al bueno de Ali Babá.  

Hace tiempo, tanto tiempo,
y aún sigo transitando por el mundo de los cuentos.
Ya mis pies están cansados
y vuelven a los caminos donde iniciaron el paso.


Francisco Murcia. 

jueves, 19 de julio de 2018

Buenos días dormilona

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Buenos días, dormilona.
19 – 07 - 2018

Mi dormilona, me pregunto por qué cuando pienso en escribirte voy a repasar las letras de Whitman, ¿por qué?, si no las necesito, si tú eres para mi como una fuente constante de la que manan los más bellos sentimientos y surgen esas palabras con las que envolver todo ese río de emociones que bulle dentro de mi. Me veo paseando por mis paisajes interiores, esos que no sé si los pienso o los sueño, pero sea como sea, tú siempre estás en ellos, en cada flor que me imagino, en cada pétalo que la brisa columpia en suave balanceo, en las alas de las mariposas y el frenético zigzagueo del colibrí, dibujando en su aleteo las líneas de tu perfil.

¿De verdad necesito a Whitman para dirigirme a ti? Sería un engaño, como vestirme con un traje holgado y arrugado para salir a la calle y presumir de grandezas prestadas. No sería sincero. ¿Te lo imaginas? No ser sincero contigo. Me vería a mi mismo como aquel Gregorio de la Metamorfosis: una cucaracha arrastrando por el suelo sus más elevados sentimientos. En fin, que no, que no me imagino así. He dejado de lado a Whitman, le he dedicado un “hastaluego” y me he dispuesto a dejar que fluya incontenible la fuente de mis anhelos. Entonces sí, entonces te veo en mi mente con esa media melena que yo trenzo entre mis dedos, esos mechones rebeldes con aromas de jazmín, ese mohín delicado con que inicias la sonrisa y esa mirada tuya que le pregunta a mis ojos dónde he escondido ese beso que se ha quedado volando, enganchado al primer rayo que entrando por la ventana, secuestró nuestra penumbra.


Oh si Becquer levantara la cabeza y viera que no necesito sus rimas para llorar mis tristezas. Y es que no me siento triste. Me cansan esos poetas con sus versos lacrimosos, con esos cielos oscuros donde escriben sus lamentos y esas alcobas vacías donde maceran sus penas; me cansan las repetidas nostalgias de esencias no degustadas. Ya te digo: si Becquer levantara la cabeza y observara mi alegría, limpiaría de polvo el arpa, entonaría sus cuerdas y se volvería loco cantándole a la vida, como le canto yo mismo, huyendo de mil poetas que se empeñan en llorar porque no tienen tus ojos, porque tus ojos son míos, porque en tus ojos me miro cada vez que sale el sol y te digo “BUENOS DÍAS” y me imagino ese beso en medio de tu sonrisa.

¿De verdad necesito a Whitman para decir que te quiero? No sería yo quien soy si no supiera escribir en la tierra y en el cielo, en los mares y en el viento lo que yo siento por ti. Eres mi única musa y teniendo como tengo tu mirada y tu sonrisa, no necesito muletas de renombrados poetas, ni necesito el requiebro facilón y bullanguero de lampiños mozalbetes para decir que te quiero, y enmarcar mis “BUENOSDIAS”  en la rúbrica de un beso.



Francisco Murcia. 

miércoles, 18 de julio de 2018

Era noche cerrada


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Era noche cerrada
 15 – 07 - 2018

Era noche cerrada,
me gustaban las noches sin luna.
Sentado en el poyo de la puerta,
a oscuras,
parecía un espectro,
una prolongación de la misma piedra.

Y miraba al cielo,
esos puntos brillantes que colgaban sin saber de dónde,
simplemente colgaban,
ahí, en el aire,
sin ningún hilo que los sujetara.

Y me preguntaba por qué,
por qué estaban ahí, y para qué,
si no iluminaban la noche en la que me veía envuelto.
Ejercían sobre mi un extraño embrujo
y no podía apartar la vista de ellos.
Era tan inmenso el cielo
y yo tan chiquitito.

Todo estaba en silencio,
tan solo los ecos lejanos y apagados
de algún perro solitario
que aullaba las ausencias de su amo.

Era noche cerrada
y yo un niño que miraba las estrellas
y descubría las delicias del silencio,
y le preguntaba a Dios la razón de todo eso,
por qué había tantos luceros
si su luz no me llegaba.

Qué grande es el universo
y nosotros tan chiquitos,
tan soberbios,
ignorantes y altaneros.

La Osa Mayor,
la Osa Menor,
la Estrella Polar y Sirio,
y tantas y tantas.
¿Y tendrán mundos como el nuestro?

Entonces sale la luna.
Tú estás mucho más cerca,
tú si que me alumbras con esa luz pálida,
fantasmal,
que borra los colores del paisaje
y guarda los secretos de corazones amantes.
Me consuela saberte tan cerca que casi puedo tocarte.
En cambio los otros,
esos puntitos brillantes están tan lejos,
tan lejos,
que mil vidas no bastarían ni siquiera para iniciar el camino.
Es tan grande el universo
y nosotros tan chiquitos,
tan chiquitos.

Mañana he de madrugar
y he de tirar de la cuerda,
surco a surco,
arriba, abajo,
cien veces y doscientas.
Ya queda poco,
el sol se acerca al ocaso.

Esta noche volveré
y contaré las estrellas,
y le preguntaré a Dios
el porqué de todo eso.


Francisco Murcia.  

lunes, 16 de julio de 2018

Dentro del personaje

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El siguiente poema surge de mi incursión por las interioridades del bellísimo poema del poeta Antonio Rivas Carreño, de fecha 15 de julio de 2018 y publicado en el muro. Vaya esta “ocurrencia” como homenaje a la amistad y respeto que le profeso.

Dentro del personaje.

Me meto dentro del personaje,
bulle dentro de mi un cierto resentimiento,
una sombra de culpabilidad
por haberla poseído con tanta intensidad,
que sentía que bebía su vida
para mantener la mía en el éxtasis más sublime,
donde el tiempo se hace pedazos
y los espejos nos devuelven la sombra de las palabras.

Transito por estos versos recorriendo un ayer
donde el polvo
difumina el contrato que nuestras almas firmaron,
y las dudas,
como fantasmas etéreos,
borraron aquellas promesas que se quedaron
colgando de "tequieros" ya olvidados.

Y sin embargo,
aún me llegan copos de espuma
de aquel intenso oleaje donde ambos naufragamos
y con ellos,
aún perfilo las delicias de tu cuerpo
y libo la copa de vino
bebiéndome así tu alma para purgar mis pecados.

No huyas de mi.
Aquellos fueron fantasmas que nublaron nuestro cielo.
Deja abiertas las ventanas,
que el viento se lleve el polvo
y vuelva a lucir la firma que nuestras almas dejaron.

Penetraré en tu aposento
y dibujaré en tu piel las alas de una paloma,
la eternidad de un momento
y el susurro de un "tequiero".


Francisco Murcia. 

domingo, 15 de julio de 2018

¿Qué son las palabras?


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¿Qué son las palabras?
13 – 07 - 2018

¿Qué son las palabras en medio del silencio de la naturaleza? Apenas un susurro, un murmullo insignificante, sombra de ecos que no llegan a empañar la belleza de la melodía que interpretan las ramas con la brisa, el junco y la mariposa, el titileo de gotas sorteando la espadaña, el rumor quedo y profundo de la corriente serena que pasa y pasa, impávida, marcando los lentos compases de los años y los siglos.

¿Qué son las palabras? ¿Meras envolturas de sentimientos ocultos o son los heraldos que nos anuncian la existencia de las cosas? “En un principio fue el Verbo”, dicen los teólogos; de modo que palabra y ser surgen simultáneamente y existen desde toda la eternidad. En un principio fue el Verbo y solo en un completo silencio podemos escuchar la belleza de su sinfonía. Habla el mar con el viento, y el viento con las jarcias de la nave, y la nave con la espuma de las olas, y la espuma eleva sus vuelos hasta mezclarse en el aire y conversar con las nubes. Zumba nervioso el colibrí pasando de flor en flor, suenan entre las frondas las mil palabras no escritas en un millón de mensajes, dibujando el pentagrama donde se escribe en silencios el amor a las palabras. Qué son las palabras, pues, si nacieron del silencio y escritas están en espacios donde los silencios mandan, colgados del pentagrama donde escribe el ruiseñor su canción de enamorado, donde ladra el perro fiel el cariño hacia su amo, donde escribe  la libélula  los secretos de su vuelo y la brisa pide al viento que entone su contrapunto a los acordes del trueno. Sinfonía de silencios, espejos de mudos ecos donde se miran las voces que las buscan con afán para gritar su existencia.

Qué son las palabras, que dan esencia a las cosas y visten los pensamientos, dibujan las emociones y pueblan nuestros silencios. En silencio se conjugan y se transforman en versos, agujas con que el poeta zurce en los paños del tiempo la dura realidad con el mundo de los sueños. 

No sabía por qué yo amaba tanto el silencio, ahora lo sé; lo amo porque está lleno de palabras, notas que se desprenden del pentagrama divino donde escribió el Creador el más hermoso concierto.



Francisco Murcia.

sábado, 14 de julio de 2018

Era uno de los nuestros


Era uno de los nuestros.
12 – 02 - 2017

Resbalan las lágrimas por demacradas mejillas,
pómulos prominentes esculpen melancolía,
los ojos y la mirada en horizontes perdidos,
no se mueven sus pupilas, las moscas,
augurios de la desgracia,
se alimentan de los jugos de unos ojos ya sin lágrimas,
de unos mocos ya resecos;
no queda en ese cuerpo resquicio escondido
o hueco como refugio de vida,
ya ese cuerpo está muerto,
ya no hay vida en ese cuerpo.

Dios cruel que nos creaste,
alivia ese sufrimiento,
dale vida a ese cuerpo,
dale un soplo de cariño a esa madre y a sus brazos,
dale vida a ese regazo que sostiene un niño muerto.

Danos Señor la conciencia para llorar a ese niño,
danos Señor esa fuerza
para llorar a ese madre como a una de las nuestras,
para llorar a ese niño como se llora a los hijos,
porque ese niño ya ha muerto,
porque aunque no lo creamos,
era uno de los nuestros.

Era un humano inocente,
con sus ojitos perdidos,
con su carita de niño,
con su alma limpia y pura,
con esos huesos de niño cubiertos de piel oscura,
reposando en un regazo donde se escapa la vida,
donde se espera la muerte entre unos pechos caídos,
jirones míseros de piel, sepulcros de la esperanza.

Lázaro, levántate y anda,
¿Te acuerdas, Jesús de aquello?
¿Por qué lo hiciste entonces?
¿Por qué has dejado en el mundo tan enorme sufrimiento?



Francisco Murcia.

martes, 10 de julio de 2018

El tiempo no dura nada


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El tiempo no dura nada.
2 – 11 - 2017

El tiempo no es infinito,
ni siquiera son infinitas las arenas de la playa,
aquella donde contemplé tu cuerpo desnudo por primera vez,
donde sentí en mis entrañas la promesa de la gloria,
donde dejé de ver las olas,
prendidos mis ojos en tu espalda,
mientras tú simulabas un ballet
ondulando sugerente tus caderas.

Entonces me imaginé un tiempo eterno,
y momentos infinitos como granos en la playa.
Tú firmaste en el agua que eras mía,
y el agua llevó tu firma entre las olas perdida,
y en la arena yo escribí lo que mi alma sentía,
tú eres mía para siempre
y yo para siempre soy tuyo.

Me olvidé que el documento que firmabas en las aguas,
las aguas se lo llevaron.
Tus ojos miraban lo que yo firmé en la arena,
y los míos se quedaron prendidos en tus caderas
mientra la brisa soplaba y mi firma disolvía
y el viento se la llevaba.

El tiempo no es infinito,
el tiempo no dura nada.



Francisco Murcia.

viernes, 6 de julio de 2018

Ya no lloraré más


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Ya no lloraré más
 5 – 07 - 2018

Ya no lloraré más, ya no tengo motivos. Aún me quedan lágrimas, pero ya mi alma se ha endurecido tanto, tanto, que no me quedan motivos para llorar. He cerrado los ojos para conservar mis últimas lágrimas, no sea que las vaya a necesitar en ese momento en que el ocaso anuncia una noche sin auroras. Entonces, mis ojos abiertos verterán la última lágrima, bañaré con ella todos mis recuerdos y florecerán, construyendo los peldaños que me lleven hasta ese cielo que aún no sé lo que es, que ni siquiera sé si creo algo en él, pero que ya lo presiento y lo deseo, pues ya está próxima la palabra fin en la última página. No quedan más que unas pocas líneas donde desgranar tan solo un par de certezas y un océano de dudas, donde he flotado sin brújula, sin horizontes, sin más puertos que el fugaz acaso prestado por el azar.

Certezas, he dicho, un par de certezas nada más: la fugacidad de la vida y la evidencia de la muerte. He aquí las certezas únicas. Todo lo demás, un sueño que duele durante el día, que pesa, que seca las fuentes de los sentimientos, que pinta de colores opacos los intersticios del alma. Y durante la noche, vierte su última lágrima, envuelve con ella las penas y las esconde. Entonces abre sus alas y vuela, vuela hasta el infinito, sin horizontes ni tiempo; vuela buscando unos ojos, devorando las delicias de una sonrisa soñada, regalando el corazón por una sola mirada de un hada que, sumergida en la noche, también envolvió sus penas, las dejó bajo la almohada y desplegando sus alas, surcó la orilla del mundo, se internó en el universo y se encontró con mis ojos. Me agarré a esa mirada como náufrago a su tabla y juntos, secuestramos un trozo de eternidad y la encerramos en ese lugar del alma donde se encierra los sueños, ese oasis cuyas fuentes siempre manan, mientras exista la noche y los rigores del alba.

No, no lloraré más, aunque aún me queden lágrimas. No le prestaré al dolor ni una victoria más. ¡Me niego! Ya tengo en el cofre de mi alma la mirada deseada, ya tengo esa sonrisa que los sueños de la aurora me negaron, ya he escondido mis penas en los pliegues de la almohada y entre penumbras de alcoba, despliego libre mis alas, engaño al dios de las horas, y buscando en mis recuerdos, encuentro aquella mirada que me ofrece el corazón. Entonces ya nada importa. Volemos, volemos; pues le he robado las horas al reloj de nuestros días y en nuestra alma he guardado un trozo de eternidad.

Ya no hay por qué llorar, ya no nos importa el tiempo. Y aunque venga la alborada y nos cambie el escenario, nunca nos podrá quitar la felicidad vivida en el mundo de los sueños.

Francisco Murcia

lunes, 2 de julio de 2018

Mi mariposa querida

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Mi mariposa querida.
1 – 07 - 2018

Pinta en mi cielo,
mariposa viajera,
tus andares,
escríbeme las historias de tu frágil aleteo,
pósate ya en mis rodillas
y dime,
dime en qué brisa has flotado
que me traes los aromas de jazmines y de nardos.

Descansa ya tus fatigas
y duerme,
duérmete en mis rodillas soñando con otra vida,
soñando con otro cielo,
y con aromas de rosas de jardines prohibidos.

¡Oh, mi mariposa querida!
Que duermes en mis rodillas,
al amor de los susurros de este viejo viajero,
que detuvo su camino
cuando el pincel de tus alas
amor dibujó en su cielo.

Deja que mis suspiros te arrullen en el silencio
y descansa tus fatigas,
no le hagas caso al tiempo,
pues el tiempo nos engaña
y reparte sus momentos al azar.

Por eso tú,
mi mariposa querida,
has venido a mis rodillas,
cuando mis piernas cansadas protestan,
ya no quieren sostener las fatigas de mi cuerpo.
Y sin embargo ya ves,
se sienten como en el cielo,
livianas como la brisa
cuando tu cuerpo sostienen ,
mi mariposa querida.


Francisco Murcia.  

Oh, las palabras

  Oh, las palabras 20 – 10 – 2023   Las palabras bullen dentro de mi como fieras enjauladas, van y vienen, se vuelven y revuelve...