lunes, 12 de marzo de 2018

Tengo tantos años...


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Tengo tantos años…
11 – 03 - 2018

Tengo tantos años… Así comienza el poema que te mando hoy. No, no pienses en tristezas, de verdad; todo lo contrario. Pero es cierto que me da miedo contarlos, y al mismo tiempo, un cierto rumor de orgullo circula por mi interior. Muchos años, mucha experiencia, infinidad de avatares y al final, un “tequiero” en mi camino me sorprende, y me pregunto si esas cosas que se oyen de los amores de otoño son ciertas, siempre me parecieron cuentos, como mucho, parches emocionales con los que rellenar los vacíos de la soledad a la que nos vemos condenados de una u otra forma. Nunca pensé que fueran amores reales, basados en sentimientos profundos. Pero estaba equivocado, totalmente equivocado. Claro que en el otoño surgen amores profundos.

Me levanto, a veces tengo algo de desequilibrio, mis articulaciones se resienten un poco, nada de importancia, los primeros movimientos y listo, caminar y caminar, y a medida que camino, va apareciendo ese niño que yo me siento por dentro. Un dos, un dos, … marcha militar, como si estuviera desfilando: recto, la vista al frente, brazos en movimiento. Sí, de pronto, aquellos veintidós años hacen su aparición, me inundan de energía y, como no, de recuerdos del pasado. Y pasa a mi lado una mujer, pequeña, ágil, de aspecto amable a la vez que enérgico, camina rápido, más que yo; me sonríe al cruzarnos y le devuelvo, cortés, un amago de sonrisa. Entonces pienso en mi sueño y en lo feliz que sería si caminara conmigo.

Tengo tantos años… ¿Y qué importa? Yo sé que nadie lo sabe, porque a nadie se lo he dicho; pero yo tengo firmado con el dueño de mi tiempo un contrato: hasta los noventa años. Pero me siento tan bien, que ya le he pedido la prórroga sine die, y aunque no me ha contestado, yo sé que lo tiene en cuenta, pues ha dispuesto que un ángel se cruzara en mi camino. Ya no tengo tantos años; esos los tenía antes, cuando andaba por andar. Pero ahora no es lo mismo, ahora sé que cuando ando, alguien camina conmigo; conmigo viene mi ángel, el segundo que mi dios, ha dispuesto en mi camino.

Cuando leas: tengo tantos años… con que comienza el poema, no creas que va conmigo, solamente es un decir, porque yo, así por dentro, sigo sintiéndome un niño que aún se cree los cuentos.
  
Tengo tantos años…
11 – 03 - 2018

Tengo tantos años,
que me da miedo contarlos,
y tantas historias escritas en los surcos de mis rostro,
que se me van olvidando,
y no puedo distinguir si fueron falsas las unas
y las otras fueron ciertas,
o si fueron todas ellas invenciones de poeta.

Tengo tantos años metidos en mi cabeza,
y tantos paisajes creados en noches de luna llena,
que no sé si lo que veo, lo veo como lo pienso,
o son solo los anhelos escapados de mis sueños.

Y por eso tengo miedo,
tengo miedo de mis años,
de que mis años me engañen,
de que la forma que veo bajo la luz del ocaso,
no sea más que un deseo escapado de mi tiempo.

¡Cuántas voces a mi lado!
¡Cuánto grito alrededor!
¡Cómo acecha el desaliento porque mi tiempo ha pasado!
¡Mentira! Les grito yo.
Aún hay surcos en mi rostro donde escribir mil historias,
aún hay sitio en la memoria donde guardar esa imagen
de las alas desplegadas al contraluz de la tarde.

Tengo tantos años,
tantos otoños pasados,
que la hojarasca del tiempo ha escrito sobre  mi piel
las mil batallas perdidas,
que las lluvias y los vientos
han esculpido mi rostro en hieráticas figuras
de gélidos alabastros.

Y sin embargo, en mi pecho late firme la ilusión,
y entre los pliegues del tiempo
sigue escondido aquel niño que el tiempo quiso borrar,
que está jugando a canicas en aquel guá de la plaza,
con un rebojo de pan y un  trocito de tocino
que la generosidad del hambre ha convertido en manjar.

Tengo tantos años y sin embargo
aún late mi corazón con ilusiones de antaño,
aún me pierdo en la mirada de unos ojos,
aún me seduce el paisaje que reflejan sus pupilas
y bebo con avidez las fragancias de la brisa.

Tengo tantos años,
y sin embargo ya ves,
todavía soy un niño que quiere vivir la vida.

Francisco Murcia.

1 comentario:

  1. teníamos 12 años y necesitábamos tener 15, a los quience 22, a los veintidos los 30 y después paré de contar. El último amor a los 80 es tan fresco o más intenso como a los quince, a éste no lo dejes escapar, porque si se halla ausente vivirá en tu memoria, como el primer día que lo conociste; te funde y confunde, el universo es tuyo, sabes que te queda un tiempo limitado, no vuelvas a la niñez, que a veces es ingrata, goza lo que tienes hoy,y siéntete privilegiado, que aún la sangre bulle y entona un himno de triunfo, un cantar de selvas, un rugido, un brotar de alas ardientes, y luciérnagas en las oscuridades. Miralos paisajes desde el cielo, almuerzxa entre las nubes, ama y reza al Dios de tu corazón, si tienes un amor,no lo desperdicies, dale tu calor, la vida te espera hasta el último suspiro. Abrazote Francisco. lindo día. Elena.

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