viernes, 30 de marzo de 2018

Oh, mi dulce flor



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Oh, mi dulce flor.
29 - 03 - 2018

¡Oh, mi dulce flor!
que te ofreciste a mi en toda tu fragancia,
con tus pétalos ya libres de la tierna juventud,
abierta a la brisa serena que quedó
de aquel ciclón  que quemó mi  adolescencia
en fuego de fatuas ilusiones que se estrellan
en una realidad cruel que golpea y golpea
la blanda roca de arenisca que conformaba mi ser.

¡Oh, mi dulce flor!
no sabes cuánto te amé en ese fugaz momento
en que cerraste los ojos y tus labios me besaron,
y el susurro de un te quiero se deslizó, suave, en mis oídos.
De pronto, sentí que mis años eran menos,
que mi cara en el espejo solamente era un disfraz,
que las arrugas del tiempo no eran mías,
que las historias escritas en las simas del olvido eran de otros,
de gentes ya muy antiguas que pasaron por mi vida.
Yo también cerré mis ojos,
y vi tu alas abiertas en el mundo de mis sueños,
sentí tu piel en la mía,
sentí tu aliento en mi pecho  y una lágrima rebelde
inundó los arroyuelos de mis profundas arrugas.

Entonces te amé,
te amé con ese amor infinito
que concentra el universo en los ecos de un momento.
Sí, cerré los ojos,
posé en tus labios los míos,
y te arranqué de ese lecho para llevarte a mis sueños.

¡Oh, mi dulce flor!
abierto ya tu capullo, me envolviste entre tus pétalos,
y sumido en tu fragancia, me elevaste hasta los cielos.
Entonces lloré de pena porque no te tuve antes,
lloré porque el tiempo me ha robado
los días de mi vida que no estuviste conmigo,
y esa lágrima rebelde
inundó los arroyuelos que el tiempo labró en mis rostro
mientras estuve esperando los luceros de tus ojos.

 Deja su rastro amargo al pasar junto a mis labios
y los tuyos, que fundidos con los míos,
beben el tiempo perdido
en las tiernas humedades de una lágrima furtiva,
una lágrima rebelde que en tinta cautiva escribe
mis cautivos sentimientos.
En los ecos del silencio se escucha un susurro quedo
y queda escrito en la brisa lo que el sino nos negó:
que soy tuyo y eres mía, aunque no lo quiera el tiempo,
porque tú, mi dulce flor,
estás en mi corazón.

Francisco Murcia.

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