Cuando el camino de la vida avanza hacia el crepúsculo.
Cuando ya no queden huellas.
9 – 10 - 2017
Tierra serena, llana,
acumulando la fatiga de
siglos,
descansa en un paisaje
amable
que se despereza a veces,
acá y allá,
en suaves lomas y altozanos
donde no se ve la áspera
brusquedad
de un escalón rocoso,
de una falla o una grieta en
cuyo fondo
suenen los ecos de jóvenes
gotas saltarinas.
Aquí son los rosas
brillantes al despuntar la alborada,
y los naranjas candentes al
acercarse el ocaso;
aquí es todo paz y sosiego,
y horizontes infinitos,
donde la tierra y el cielo
se disputan los espacios,
se confunden y se abrazan
mientras que yo los
contemplo,
recogiendo en mis sandalias
el polvo de los caminos,
y en mi mente, la
experiencia que me regalan los siglos.
Vuela rasante una alondra
que dormitaba en el suelo,
allí mismo, en el camino,
entre pajas y guijarros.
Paro mis pasos quedos,
detengo el rumor suave de
mis gastadas sandalias
y observo con embeleso los
rápidos aleteos
de aquel cortísimo vuelo que
se pierde en los rastrojos,
mientras el sol, ya cansado,
dispensa el último rayo
y los naranjas y rojos
visten de gala el ocaso.
Tímida al otro lado se asoma
la pálida luna
mientras el último rayo
se sumerge en la penumbra,
y proyectan esas lomas
oscuras sombras de tumbas
que se extienden por el
valle.
Rasga el silencio en la
noche
la canción desesperada de
algún grillo solitario,
cri-cri, cri-cri, canto con
él para que escuche mi amada;
el grillo no halla
respuesta,
y mis lamentos se pierden en
un vacío sin nombre,
mientras me alumbra la luna
con luz pálida de plata
y el silencio de la noche,
amable recoge mi alma,
y deja caer un susurro de la
bóveda estrellada:
-Sueña, me dice la noche, -
aplaca ya esas voces de tu
alma atormentada,
fíjate en esa alondra
apostada en el camino
que se fue en vuelo rasante
y se posó en el rastrojo
persiguiendo su destino.
-Eleva tu propio vuelo,
aletea en los abismos de la
inmensidad oscura,
alumbra con ilusión el
camino de tu vida,
recorre en vuelo rasante las
huellas que vas dejando,
y verás que aquella alondra
llevaba mucha razón
al buscar entre rastrojos su
natural condición.
Aplaca pues ya tu ira,
arrójala a los abismos del
silencio de la noche,
y susúrrale a la luna de
pálida luz de plata
tus más íntimos secretos,
Confíale tus lamentos,
y ya sabes que es de noche,
que estás solo en este cielo,
que una lágrima furtiva no
te hace menos hombre,
que el polvo de tus
sandalias no es el mejor pergamino
donde escribir esta historia
ni el final de tu camino-.
Y al despertar la alborada,
guarda silencio la noche,
queda en la brisa el susurro
de la penumbra estrellada.
Respiro hondo y me digo: -solo
es una ilusión-,
pero nace un nuevo día y con
los rayos del sol
firmo un nuevo contrato
para obligarme a vivir otro
día y otro sol,
y así mil noches y días,
pues mi historia está
incompleta
y solo terminaré cuando ya
no queden huellas
ni haya polvo en el camino
ni versos en primavera.
Francisco Murcia.