jueves, 28 de septiembre de 2017

Tu libertad es la mía

Pensamientos de un jubilado.

Tu libertad es la mía.
25 - 09 - 2017

No hubo despedidas emocionadas, no hubo homenajes ni palabras amables, tampoco hubo un adiós, que le vaya bien, que tenga suerte; ni siquiera esas frases vacías con las que rellenar esos espacios que separan al conocido del amigo: -ahora a disfrutar, que ya no tienes que preocuparte por llegar a la hora-. Se fue sin pena ni gloria; bueno, algo de pena si que tenía, pero no por la despedida de lo que había sido su lugar de trabajo durante los últimos treinta años de su vida, sino por ese poso de amargura que había dejado en él la separación de Marta, su mujer, sin que pudiera vislumbrar motivo alguno que justificara esa decisión. Después estaban sus hijos, Isabelita y Jorge, la fuente verdadera de la que extraía la ilusión suficiente como para enfrentar un trabajo que ya le estaba resultando tedioso, después de haberlo practico con entusiasmo y dedicación durante veinticinco años. Pero vino la separación y todo en él se derrumbó; los hijos, pendientes cada cual de sus cosas, inmersos en un mundo que a él le resultaba ajeno, no podían ni siquiera intuir el terremoto emocional por el que estaba pasando; Isabelita ocupada en intentar colocar las piezas del puzle de su vida, que hasta ahora estaban desperdigadas en momentos felices e infelices sin conexión alguna; Jorge, viéndose como ciudadano del mundo, lo recorría saltando de un país a otro, buscándose a sí mismo.

De esto hacía cinco años. Heliodoro -Helio para los amigos y Don Helio para sus alumnos y alumnas-, desgranaba sus recuerdos mientras esparcía migajas de pan a su alrededor, sentado en Reyes Católicos, a la sombra del árbol más grande y frondoso, y provocando a su alrededor un remolino de aleteos, carreritas y runruneos de palomas que se le subían a las rodillas y alguna hasta permitía un ligero roce a modo de caricia. Esas palomas y su perro eran los únicos seres vivos que compartían los minutos que su afición a la lectura y la escritura le dejaban libres, amén, lógicamente, del tiempo dedicado a sus quehaceres domésticos y a prepararse la comida, porque a Helio no le gustaba eso de comer en los bares, además, el último esfuerzo en favor de los hijos lo había dejado exhausto económicamente y no se podía permitir según qué lujos, y el menú del bar que tenía bajo su casa, aunque barato, para él era eso: un lujo.

Desplegó el periódico, leyó el titular como quien ya está a la vuelta de todo y nada le asombra:  LA GENERALITAT PODRÍA DECLARAR DE FORMA UNILATERAL  LA INDEPENDENCIA DE CATALUÑA. En principio no le dio importancia. Sumergido como estaba en ese océano de apatía e indiferencia en que se encontraba, todo esto estaba resultando para él como un déjàvu vivido hacía veintitantos años con los vascos. Entonces, después de muchas zozobras y sufrimientos, al final todo había quedado en nada, tan solo en un mar de lágrimas gratuitas que podían haberse evitado con solo haberse sentado frente a frente en una mesa, haberse mirado a los ojos y haber tenido la humildad suficiente como para intentar entender al otro. Entonces él, alentado por las noticias que desgranaban los medios diariamente, había satisfecho su afición a la escritura cabalgando sobre las publicaciones de los periódicos o las imágenes de la TV. Lo de ahora, comparado con aquello, le parecía un juego de niños caprichosos que no saben el poder del juguete que tienen en sus manos. Además, él ya estaba jubilado, y la jubilación es un seguro que mantiene la cohesión de un estado; no había de qué preocuparse. No obstante, y a tenor de ese lastre que dejan todas las dictaduras en el alma, un cierto atisbo de temor, como el eco lejano de tiempos pasados, venía a incomodarle mientras alimentaba a las palomas. ¿Y si los militares de hora se tomaban en serio eso de que el ejército es la columna vertebral que mantiene la unidad de España? Sus labios se estiraron levemente en un gesto de sonrisa irónica. Había crecido en una España de posguerra bajo el vacío eslogan de UNA, GRANDE y LIBRE, y las notas del "Cara al sol con la camisa nueva" al final de las clases, y esos pensamientos venían a ser la sombra alargada de un miedo que, a fuerza de tenerlo presente, terminó por formar parte de uno mismo, como el color de la piel o el tipo de pelo. El pasado estaba muy lejos, el sufrimiento causado por las esencias idealistas de los pueblos había sido mucho, y ahora, cuando España parecía escarmentada después de tan durísimas lecciones, aquí estamos, jugando al borde de los mismos abismos y con el mismo grado de imprudencia y ausencia del sentido de la responsabilidad, con el mismo egoísmo y la misma estupidez arañando la piel de toro que nos sustenta. En un gesto mecánico, sus ojos se posaron en el grueso tronco del gigantesco árbol que le servía de dosel y pensó en Europa. Ahora sus labios dibujaron una sonrisa abierta en su rostro, acarició levemente a una paloma que se había pasado en su rodilla, pensó en sus hijos y la lucha que estaban librando por encontrar su lugar en la vida, en Marta, la mujer que le abandonó después de haberlo sido todo el uno para el otro, abrió su libreta y escribió: Tu libertad es la mía, ojalá ambos seamos capaces de usarla sin hacernos daño.

Francisco Murcia.




No hay comentarios:

Publicar un comentario

Oh, las palabras

  Oh, las palabras 20 – 10 – 2023   Las palabras bullen dentro de mi como fieras enjauladas, van y vienen, se vuelven y revuelve...