miércoles, 13 de septiembre de 2017


“A QUIEN LEYERE”
22 – 01 - 2017

Ante mi, un grueso tomo: Obras completas, Jorge Luis Borges, y leo al inicio “A QUIEN LEYERE / Si las páginas de este libro consienten algún verso feliz, perdóneme el lector la descortesía de haberlo usurpado yo, previamente. Nuestras nadas poco difieren; es trivial y fortuita la circunstancia de que seas tú el lector de estos ejercicios, y yo su redactor.

Intento penetrar en la mente de este genio de la palabra y del pensamiento, porque ambos, palabra y pensamiento, van unidos como la cara y la cruz de la misma moneda. No que sean contrarios, como a veces da a entender esta expresión, sino que no se conjugan en los mismos tiempos y que difieren en su contenido, pues el pensamiento es la raíz, y la palabra son las hojas, los frutos son el mensaje que transmiten. Pero así como el árbol no es consciente del sabor de sus propios frutos, el escritor tampoco lo es de los efectos que sus palabras producen en el lector. Lector y escritor están unidos por el mensaje de la palabra, el hecho de que uno la pronuncie o la escriba y el otro la escuche, la interprete y la integre en sí mismo, es circunstancial y, como dice Borges, algo fortuito que se dio en un sentido por pura casualidad.

Y pide perdón como si se tratara de un ladrón de sentimientos, de un salteador que se apropia de las emociones ajenas para plasmarlas en un cuadro que siente que no le pertenece, que está hecho de retales de vidas anónimas que un día se cruzaron en su camino. Tal vez por eso el poeta, cuando se sumerge en su propia alma, descubre en ella esa marejada de emociones que ha ido acumulando a medida que ha ido viviendo y apropiándose de sentimientos que no le correspondían. Pero a pesar de eso, de ser sentimientos foráneos a sí mismo, han enraizado tanto, que ha terminado por asumirlos como propios. Por eso, llora cuando lloran sus hermanos, y conoce el sabor salado de las lágrimas vertidas por tantos y tantos desgraciados que caminan por el mundo siendo menos que nada, a la intemperie de los abusos del poder que sobre ellos gravita, sorbiéndole cada minuto de la vida. Claro que llora el poeta, claro que sufre, aunque su sufrimiento se asiente en sentimientos prestados. Jorge Luis Borges vuelve a tener razón: los versos están en la vida, quien los escriba es algo circunstancial cuya trivialidad no merece ser tenida en cuenta; lo importante es el sentimiento que encierran, la raíz en la que se alimentan; quien los cante no tiene demasiada importancia. Por ello, el poeta, al abrir las puertas de su alma, no está mostrándonos la esencia de su ser, sino el fuego que lo devora, alimentado por el torrente de emociones que le proporciona el río de la vida por el que navega. No es él cuando canta ese dolor, es el mundo entero el que llora, el que grita con su voz.

Canta el poeta a su amada sin darse cuenta que lo que canta está en el centro del alma de millones de personas, de todas las almas que aman, que lloran si son rechazadas o ríen si son aceptadas. Pero el poeta lo canta como un sentimiento propio, como se canta la vida, como se canta el amor, como se llora el dolor, sintiéndose uno en el mundo, el punto donde confluye toda pasión. Y esto le lleva a frases altisonantes: mi amor está por encima del tiempo, el reloj no tiene horas suficientes para expresar mi lamento, más allá de la frontera de la vida yo te seguiré queriendo. En fin, da la impresión de que quieren acumular todo el dolor del universo en sí mismos, o que se sienten tan olvidados, que necesitan gritar en esos términos altisonantes que al final emborronan el mensaje, si es que contiene alguno.

Bienvenida sea la poesía de lo recoleto, de lo pequeño, del polvo de los caminos, del esfuerzo del obrero en su fábrica, de la voz baja y humilde, del Piyayo que rasca una vieja guitarra por unas pocas monedas. Basta ya de amores excelsos, de pasiones tormentosas, de camas con frías sábanas, de pasiones desatadas. Bajemos del pedestal y cantemos a la nada, pues como dice Borges, nuestras nadas poco difieren quizás no difieren nada.


Francisco Murcia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Oh, las palabras

  Oh, las palabras 20 – 10 – 2023   Las palabras bullen dentro de mi como fieras enjauladas, van y vienen, se vuelven y revuelve...