Los llamamos soñadores, pero no sueñan, solamente viven ilusiones que crean en su mente con retazos de vidas ajenas que enlazan, componiendo un cuadro al que se incorporan para buscar en él ese amor que la vida real les niega.
Soñar
despierto
20 -
09 - 2017
Yo
vivía en la noche suspirando entre mis sueños,
vivía y moría al mismo tiempo,
porque
no tenía unos ojos en los que posar los míos,
porque
no tenía un aliento mezclándose con mi aliento,
porque
no había un susurro que me dijera al oído:
-Yo
soy tuya y tú eres mío,
y me
entrego toda a ti, hasta el final de los siglos-.
Yo
me moría en la noche temiendo venir el día,
y
para sobrevivir, comencé a soñar despierto,
y
empecé a verte en las rosas,
y en
las flores de los jardines al paso,
y aguantaba porque soñaba despierto,
y
aguantaba hasta que entraba la noche,
y me
sentía morir compartiendo con la almohada
historias
que no existieron,
amores
que nunca fueron,
quimeras
siempre inventadas que la vida me negaba.
Y me
sentía morir por no tener un amor
que
compartiera mi almohada.
¡Oh,
almohada de mis secretos!
Si
tú fueras el reposo de los cabellos de oro
con
los que yo juego en sueños,
si
en tus blondas reposaran los luceros que imagino,
y
escuchara en la penumbra el susurro de un te quiero,
no
moriría en la noche entre sueños imposibles,
no
soñaría despierto al venir el nuevo día,
pasearía
con ella entre las flores del parque,
degustaría
con ella el aroma de las rosas,
desgranaría
mi vida día a día.
Y cuando
el sol se apagara sobreviniendo la noche,
sumergido
en la penumbra,
despediría
a mis sueños.
-Ya
no os quiero conmigo-, les diría,
ahora
ya tengo en mi almohada aquellos cabellos de oro,
el
aliento y los luceros con los que he soñado siempre.
No
tendría más secretos que contarte,
ya
no habría humedades de lágrimas solitarias.
Pero
no puedo engañarme,
ni
engañarte a ti, mi almohada,
Cabellos
de oro, luceros y el suspiro de un te quiero
siguen
siendo una quimera, habitantes de mis sueños.
Por
eso temo la noche,
porque
me quedo contigo y no te puedo engañar,
a ti
no, querida almohada, a ti no,
que
conoces de mis secretos, y quién sabe,
tal
vez encuentre mi sueño caminando por el parque,
mientras
contemplo las flores
y
voy soñando despierto.
Francisco
Murcia.
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