jueves, 4 de octubre de 2018

Anónima mariposa

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Anónima mariposa.
4 – 10  2018

Sabes, mi bella mariposa, ya me había acostado. De pronto me he dado cuenta de que hace mucho que no escribo para ti. En ese tiempo en el que el sueño aún está de camino, pero no termina de llegar, hablo contigo como si te tuviera a mi lado. Y me he dicho: tengo que escribirte algo bonito, algo que te haga sonreír cada vez que pienses en ello, que te haga flotar por el mundo de los sueños como el pétalo escapado de la flor danza jugando con la brisa. No, no se trata de decirte que te quiero, eso tú ya lo sabes, no es nada nuevo y, aunque te arranque un suspiro que dejas flotando en el viento, lo que yo quiero decir es otra cosa, lo que quiero dibujar con mis palabras es algo que no puede ser escrito, porque aún no se han inventado ni se han escrito las palabras que requiero.

Creo que no percibes cómo me sabe un “hola, ¿cómo estás?”, cómo saboreo cada palabra que sale de tus labios, cómo te busco en el mundo de mis sueños. Y cuando veo en la llamada tu nombre, entonces el corazón comienza a galopar por su cuenta, a lo loco, como si no hubiera límites a sus ansias desbocadas. Pero… sucede tan rara vez. Sin embargo, ya ves, esas gotitas de rocío no se secan a pesar del rigor de los silencios, esas gotita son suficientes para mantener abierta la puerta de la esperanza, como los ecos perdidos mantienen los recuerdos de tu voz y las penumbras conservan las señales de tu imagen.

Muchas veces me pregunto dónde está tu voz que no llega a mis oídos, dónde está tu mirada que no puedo escribir en ella el guión de mis deseos. Entonces en unos versos, con resignación desgrano melancólicos secretos. Sin embargo, no me verás triste, todo lo contrario. No te lo creerás, te parecerá una exageración, pero te juro que es cierto: cuando el silencio me abruma y comienzan a brotar crisantemos en mi jardín, solo tengo que pensar en ti, y al momento, en ese jardín aparecen margaritas, amapolas, rosas, y un tropel de mariposas comienzan a adornar la brisa. Sin darme apenas cuenta, si me mirara al espejo, vería una sonrisa dibujada en este serio y poco agraciado rostro, que bebe los vientos que me traen tus aromas y me regalan el paisaje de tus alas dibujando mil cabriolas en el aire. Mientras contemplo tu vuelo, te veo más y más lejos, hasta ser solo un punto vacilante al contraluz del ocaso. Y entonces me duermo tranquilo porque tú estás en mi sueño.

¿Qué quieres que haga? ¿Qué debe hacer el náufrago que flota agarrado a una tabla en medio de la noche cuando atisba la lucecita de un faro a lo lejos? Fijará la vista en esa llama y le parecerá un lucero, braceará con más fuerza, sacará energías de donde nunca creyó que existieran y remará y remará, aunque la luz, siempre en la lejanía, desaparezca al salir el sol. No importa, al llegar la noche la volverá a ver, y seguirá remando; porque mientras la luz esté ahí, él tendrá esperanzas, seguirá viviendo sólo por ver ese faro; seguirá alimentándose de esperanzas y no será en vano, pues cada día que pase es un día que habrá ganado a la derrota, es un día en que habrá sonreído, aunque sólo sea para sí mismo, aunque nadie le haya visto sonreír ante el espejo cuando, mirando su rostro, le diga al amo del tiempo: “Te he ganado otro día, y mañana ya veremos”

Francisco Murcia.

1 comentario:

  1. MUCHAS FELICIDADES POR TUS MARAVILLOSOS TRABAJOS ,MUCHAS GRACIAS POR TUS LINDAS LETRAS ,,

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