jueves, 11 de octubre de 2018

La sospecha de un adiós

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La sospecha de un adiós.
9 – 10 - 2018

Me imagino un cuadro, la realidad va introduciéndose en él, mejor dicho,  el cuadro la va absorbiendo  en un paisaje algo fantasmagórico, irreal, un amago de pesadilla que no termina de concretarse; cielo y tierra se mezclan en la nada de un gris sin horizontes, un vacío que parece tragarse la propia existencia. La realidad absorbida deja sus paisajes atrás llevándose consigo personas, sentimientos y emociones que desaparecen envueltos en la bruma donde mora el no ser, donde ser es no ser nada. La nube gris parece absorberlo todo, arrebatando el ser y el sentir de todo lo que cae en ella. Me fijo en el título: “El Olvido”, y por un momento intento recuperar  trozos de vida que ni siquiera estoy seguro de que existieran, pero sí, ahí están las canicas y la peonza, las chapas, el aro y las miradas que hicieron sangrar mi alma infantil. No, no es eso lo quiere el cuadro, él quiere mis íntimos secretos, me roba tus ojos entornados por la caricia de un beso, me roba aquel hola, ya incierto, que se quedó sin adiós y se lleva los “tequieros”  que se pierden en las brumas de un horizonte sin tiempo, promesas de eternidad ahogadas en la fugacidad de un momento que camina hacia el olvido.

Mi sueño se disgrega en átomos que se alejan perdiéndose entre las brumas del cuadro, la ventana hacia la nada donde el hada de mis sueños disuelve su figura, convirtiéndose en nube que me presta su rocío para regar mis recuerdos, los suyos se van con ella y se pierden en el fondo gris sin horizontes, donde se van disolviendo los perfiles del pasado y el presente solo es una sucesión de momentos sin futuro. Aún escucho a este lado del cuadro los apagados ecos de susurros que se quedaron colgados en el aire, que respiro con cuidado para que no se me pierdan, para hacerlos míos, encerrarlos en mi pecho y escuchar cada latido de los míos como si fueran los tuyos que se van quedando lejos, sumergidos en la bruma del fondo sin horizontes, gris y frío. Y veo que te alejas, que ni siquiera vuelves el rostro para ofrecer un último gesto. Pienso que cuando abrace la almohada, que acaricié entre mis sueños como si fuera tu pelo, que sentí entre mis dedos la solidez imposible de una imposible realidad, ahora notaré un vacío y una ligera humedad que habrán dejado mis ojos, y que yo en mi desvarío atribuiré a los tuyos, como si esos ojos que se pierden en la neblina del tiempo aún siguieran conmigo.

Oh, mi mariposa querida que con tus alas adornas mis sueños. De pronto veo que el cuadro te llama, que quiebras la brisa y te introduces en él, que vuelas y vuelas hacia ese horizonte fantasma donde ni el cielo es el cielo ni la tierra es la tierra, tan solo una masa gris, devoradora de sueños, donde el ser deja de ser y el antaño se disuelve en el olvido, el presente queda roto y el futuro no es posible porque ya no hay horizontes que buscar, porque detrás de ese gris, mi mariposa querida, ya no hay brisa para sostener tus alas, no hay paisajes que adornar ni flores donde libar el néctar de la ilusión. Las lágrimas se evaporan y se pierden entre nubes que devoran añoranzas. Y detrás no queda nada, tan solo el gris primigenio donde una causalidad planto las semillas de mis sueños. Te veo batir las alas en pos de esos horizontes, y tu figura se pierde en difusas lontananzas, mientras me quedo observando a este lado del abismo el mensaje de la aurora que me saca de mi sueño. Miro la almohada a mi lado y el hueco de mis anhelos sigue ausente, noto que estás muy lejos y pienso en la mariposa que vuela hacia un horizonte donde no hay tierra ni cielo, donde la imagen se pierde en los abismos de indefinibles espejos. 


Francisco Murcia

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