viernes, 30 de marzo de 2018

Oh, mi dulce flor



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Oh, mi dulce flor.
29 - 03 - 2018

¡Oh, mi dulce flor!
que te ofreciste a mi en toda tu fragancia,
con tus pétalos ya libres de la tierna juventud,
abierta a la brisa serena que quedó
de aquel ciclón  que quemó mi  adolescencia
en fuego de fatuas ilusiones que se estrellan
en una realidad cruel que golpea y golpea
la blanda roca de arenisca que conformaba mi ser.

¡Oh, mi dulce flor!
no sabes cuánto te amé en ese fugaz momento
en que cerraste los ojos y tus labios me besaron,
y el susurro de un te quiero se deslizó, suave, en mis oídos.
De pronto, sentí que mis años eran menos,
que mi cara en el espejo solamente era un disfraz,
que las arrugas del tiempo no eran mías,
que las historias escritas en las simas del olvido eran de otros,
de gentes ya muy antiguas que pasaron por mi vida.
Yo también cerré mis ojos,
y vi tu alas abiertas en el mundo de mis sueños,
sentí tu piel en la mía,
sentí tu aliento en mi pecho  y una lágrima rebelde
inundó los arroyuelos de mis profundas arrugas.

Entonces te amé,
te amé con ese amor infinito
que concentra el universo en los ecos de un momento.
Sí, cerré los ojos,
posé en tus labios los míos,
y te arranqué de ese lecho para llevarte a mis sueños.

¡Oh, mi dulce flor!
abierto ya tu capullo, me envolviste entre tus pétalos,
y sumido en tu fragancia, me elevaste hasta los cielos.
Entonces lloré de pena porque no te tuve antes,
lloré porque el tiempo me ha robado
los días de mi vida que no estuviste conmigo,
y esa lágrima rebelde
inundó los arroyuelos que el tiempo labró en mis rostro
mientras estuve esperando los luceros de tus ojos.

 Deja su rastro amargo al pasar junto a mis labios
y los tuyos, que fundidos con los míos,
beben el tiempo perdido
en las tiernas humedades de una lágrima furtiva,
una lágrima rebelde que en tinta cautiva escribe
mis cautivos sentimientos.
En los ecos del silencio se escucha un susurro quedo
y queda escrito en la brisa lo que el sino nos negó:
que soy tuyo y eres mía, aunque no lo quiera el tiempo,
porque tú, mi dulce flor,
estás en mi corazón.

Francisco Murcia.

miércoles, 28 de marzo de 2018

Tienes todo de mi


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Tienes todo de mi.
27 - 03 - 2018

Tienes todo de mi,
y no puedo darte nada más que mi palabra
que debe filtrarse en los intersticios de tus secretos,
ni siquiera susurrada puede llegar a tus oídos.
Y siento que deseo darte algo más, mucho más;
siento que quiero darte todos mis segundos uno a uno,
hasta el último.
Siento que quiero ver en tu pecho
el te quiero más que ayer, pero menos que mañana,
en tu muñeca una joya con una fecha gravada,
anillo de desposada en tu dedo anular
y en tu dedo corazón,
oh!, en tu dedo corazón
quiero ver un rubí unido a una esmeralda;
el primero como señor de mis tiempos,
la esmeralda como dueña de mis noches y mis días.

Tienes mi corazón que, gota a gota,
se desgrana en la palabra que te envío por las ondas;
tienes mi alma que está siempre contigo,
ésta sí, ésta no tiene distancias;
se coloca junto a ti,
se funde con la tuya
que espera ansiosa porque se siente incompleta,
y se ofrecen el "sí quiero" que su sino les negó.

Tienes todo  de mi
y sin embargo ya ves,
nada puedes lucir.
No puedes pasar tus dedos por el bruñido metal
leyendo al tacto mi nombre,
no percibes esa fecha en que nos dimos el sí
que colgamos en las ondas,
desafiando el destino que en un acto de maldad,
nos separó en la distancia
y nos separó en el tiempo;
no te ves en el espejo
la gargantilla preciosa que adorna el cuello que adoro,
y en ella mi corazón,
un rubí rojo escarlata
que representa la sangre que yo daría por ti.

Te he dado todo de mi, y sin embargo ya ves,
solo lo puedes lucir en el mundo de los sueños,
donde tu alma y la mía se unen para ser una.

Francisco Murcia.

lunes, 26 de marzo de 2018

Me he hecho mayor



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Me he hecho mayor
25 - 03 - 2018

Me he encontrado perdido tantas veces, no perdido en el paisaje, no; los mismos árboles, los mismos caminos y las lomas, allá lejos, las mismas de siempre; hasta las nubes parecen ser las mismas aunque se repitan en vaporosas formas diferentes, pero el cielo por el que navegan es el mismo y los mismos son los rayos de sol que, como pinceles celestes, las pintan de luminosos naranjas, rojos o amarillos, anunciando la alborada o despidiendo el día en  incomparables ocasos. ¿Por qué, entonces, digo yo que estoy perdido cuando el paisaje es el mismo? Muchas veces me he hecho esta pregunta: ¿Por qué me siento perdido si me veo en el paisaje del que soy un elemento, un  motivo, una pincelada más en el marco de ese cuadro? Y solo tengo una respuesta: estoy perdido porque no encuentro mis sueños, estoy perdido porque son mis noches vacías, estoy perdido porque he dejado de creer en los cuentos, porque he dejado de ser niño y ya no creo en el ogro y tampoco en Pulgarcito. No creo en los Reyes Magos. Me dijeron de chiquito que esos reyes no existían, y aunque tuviera mis dudas porque nunca hubo regalos que llagaran hasta mi, me gustaba imaginarlos con sus coronas y capas, sus camellos y sus sacos repletos de chucherías, y aquella estrella brillante marcándoles el camino en medio de un gran desierto y de una noche muy oscura en la que solo brillaba la estrella que los guiaba.

Sí, ya sé que es una tontería, pero me gustaba. Al menos existía un mundo aunque fuera imaginado, donde poder escapar de las inclemencias de este. En ese mundo no hacía frío, no había que cargar la leña en las espaldas de niños, y no existía el sempiterno tocino con un rebojo de pan duro del que sobró anteayer. En ese mundo se encuentran las hadas y los príncipes valientes que luchan contra los malos.

Hoy soy mayor, y sé que ese mundo no existe, pero cuánto lo añoro, ¡Dios mío! Lo añoro porque creí en la bondad de los héroes, del Capitán Trueno, del Príncipe Valiente y de aquel gran Jeque Blanco. Pero me hice mayor, y sería una locura seguir creyendo en esos tres Reyes Magos, El Llanero Solitario o El Zorro con su antifaz impartiendo la justicia que no veo en ningún lado. Sí, me hice mayor y hube de transigir con taimados malandrines que, vestidos de corbatas y pulcras camisas blancas, engañan, mienten y roban, exprimen la sociedad hasta sus mismas entrañas. Sin embargo ya lo ven, si por casualidad invoco la justicia de los cuentos, me gritan que yo estoy loco, que no rijo, que huyó de mi la cordura y que en reclusión mayor debo permanecer por bien de la sociedad, para quien soy un peligro, porque me he hecho mayor y sigo creyendo en los sueños, aquellos que me inventé cuando apenas era un niño que le gustaba volar y dejar su cuerpo tumbado en un mísero gergón.

Ahora comprenderán por qué al hacerme mayor me he sentido tan perdido: porque al dejar de ser niño, se me perdieron los sueños, y los malos de los cuentos dejaron de ser mentira, se vistieron con corbatas y pulcras camisas blancas, y ahora no hay quien los distinga, pues no enseñan la patita por una estrecha rendija, y si les abres la puerta, te engullen sin darte cuenta.

Francisco Murcia.

domingo, 25 de marzo de 2018

¿Por qué me creaste?


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¿Por qué nos creaste?
25 - 03 - 2018

Tú, que decides sobre ríos de lágrimas,
sobre nubes vaporosas de falsas alegrías;
que decides sobre la vida,
sobre la muerte,
sobre los siglos y la eras perdidas.

Tú, que creaste sin vida la materia
y se la diste con un soplo,
tan liviano como efímera e incierta es,
¿para qué te molestaste? 
¿qué trabajo te costaba habernos dejado
en la inconsistencia del no ser?
Ya ves lo que has hecho, haces y dejas que hagamos.

Porque Tú solo eres ego, solo Tú,
y nosotros no podemos ser sino una parte de Ti.
Ya está bien de adoraciones,
rezos y pleitesías,
ya está bien de vacías liturgias sin sentido,
vayamos a los espinos que desgarran las carnes inocentes,
donde las bocas hambrientas claman tu nombre,
donde las madres lloran a sus hijos,
donde los hijos no tienen esperanzas.

Vayamos a las mesas vacías,
a tanto nicho sin nombre,
 a tanto nombre perdido en páginas olvidadas,
vayamos, ¡oh Ego supremo!
a las últimas razones por las que diste la vida
a esta perdida humanidad que no encuentra su camino,
que se devora a sí misma,
arrastrada por pasiones de maldades asesinas.

¿Por qué nos creaste?
¿Qué sentido tiene esta obra,
este paisaje de infinitos sufrimientos?
Somos parte de tu ego, de Ti mismo,
somos tu esencia repartida en infinitos trocitos,
y has dejado en el albur, la mancha de tu pecado:
ser la fuente de la vida,
principio y fin de las cosas,
alfa y omega del mundo y de todo el universo,
el bien y el mal absoluto,
los opuestos infinitos luchando y en medio,
en medio estamos nosotros como parte de Ti mismo.

Sufres, sí. No lo puedes negar.
Eternamente único,
eternamente solo,
eternamente en silencio.
Sufres tanto, que sabías que creabas lo finito,
lo corruptible y lo efímero,
el dolor y la angustia de un final inexorable;
que sabías que dejabas de ser Dios.
Y sin embargo lo hiciste:
nos creaste y nos mataste al mismo tiempo,
tal vez porque no te importaba,
tal vez porque estabas ya cansado y odiabas la eternidad,
tal vez, quizás, porque Tú, también,
te has cansado de existir
y buscabas tu final.

Francisco Murcia



sábado, 24 de marzo de 2018

Tengo mi corazón abierto



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Tengo mi corazón abierto.
23 - 03 - 2018

Tengo mi corazón abierto,
y si alguien se detiene y escucha atento,
percibirá rumores de voces,
voces quedas, lejanas,
ondas que se pierden en el tiempo,
susurros apagados de miedos escondidos,
suspiros de amores deseados,
gemidos ahogados en el mar de mis recuerdos.

Pero... ¡oh dicha!
Alguien se ha asomado al brocal de mis abismos,
se ha detenido, ha escuchado,
y ha recogido mis suspiros y con ellos,
ha formado los peldaños que me elevan hasta el cielo.

Tengo mi corazón abierto,
y surgen de mis abismos por peldaños de cariño
los recuerdos escondidos,
y las lágrimas, tantas y tantas,
ahí quedan en el fondo, olvidadas,
anegando frustraciones,
ahogando los senderos donde se pierden mis huellas.

Alguien se ha asomado al brocal de mis abismos,
ha construido peldaños y me ha dicho:
cógete de mi mano,
agárrate a mis suspiros, 
porque los míos son tuyos y juntos,
cerraremos los abismos.

Francisco Murcia.

viernes, 23 de marzo de 2018

En ausencia de poesía


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En ausencia de poesía.

Ayer fue el día de la poesía y a mi me gusta escribir, mas por razones que no vienen al caso, nada pude decir, y mis sentires andaban perdidos por una prosaica cotidianeidad adversa, que casi hace naufragar la frágil canoa de mi sentido común en un turbulento mar de casualidades, cuyas caprichosas olas, animadas por unos vientos desconocidos y alocados de un devenir no imaginado, a punto estuvieron de hundirme en los abismos de la desesperación. Pero no lo consiguieron. En la cima de mis desventura pasajera, brillaba la luz que me ha hecho escalar las laderas de la sinrazón sin perderla en ningún momento, atravesando trochas oscuras, quebradas peligrosas donde las avalanchas de negros pensamientos me invadían y jugaban con las sombras de la noche.

Así fue y aconteció, que discurriendo en noche cerrada y sin luna por senderos ignotos para mi, mi amigo de cuatro ruedas me transporta raudo, horadando con sus ojos lacerantes la oscuridad de la noche. Le hablo amablemente, -bien-, le digo, condúceme veloz por estos páramos desiertos que no llego a vislumbrar, llévame en tus entrañas de metal, dame calor y seguridad. Y él, mi amigo de metal, ronronea complacido y devora las líneas amarillas como la gaviota las nubes surcándolas con sus alas. Ya estoy en el camino cierto, ya puedo estar tranquilo, -pienso-. Mas no bien mi pensamientos  se había insinuado, antes de que terminara de concretarse, mi amigo metálico dejó de obedecer mis mandatos, y me quedé sin control sobre él. Noche cerrada, en algún lugar de  un territorio que desconocía, me dejó tirado. -Mal amigo-, pensé yo mientras imploraba  ayuda inmediata. 

-¡Oh noche sin luna!-, me consolaba yo, -¡Que me has negado la luz! Gracias por haber desterrado a las nubes, gracias por haber prohibidos a los vientos que soplen sus frías brisas, gracias por haber deparado la presencia de un semejante con el que poder departir mientras pasan los minutos, muchos, hasta que llega la ayuda. Tan solo la luz prestada por la ciencia del humano alumbra un corto trecho, lo demás es noche oscura, de boca de lobo ansiosa de tragarme en su negrura. Y allí se queda mi coche, haciendo guiños a la noche con sus cuatro ojos en destellos que agotan su corazón de metal, lo queda exhausto, hasta que no puede más. Y cuando las manos expertas han colocado sus piezas, ni siquiera un parpadeo, su corazón ya ha muerto, solo quiere un funeral. Así llevamos en la grúa al inanimado cuerpo de mi coche, fenecido en medio de la noche oscura, hasta el hospital de hierros de piñones y metal, de cables, grasas y voces, de prisas y de carreras. Pero hay que ver con qué esperanza, con qué ilusión esperaba el regreso de mi amigo. Porque he de decir que su muerte tan solo es aparente, un síncope transitorio que me regaló, como forma de protesta por el abandono en que le he tenido. Lo comprendo. Sale del hospital de los hierros, runrunea suave, casi meloso; le acaricio su pedal, y me regala un bramido acompasado, repleto de energía, alegre; un bramido que me dice: -Ábreme ya las puertas, que la noche terminó y quiero rodar ligero para levarte a tu pueblo, y no me abandones más que si tu a mi bien me cuidas, yo sabré servirte bien, aunque sea de metal.

Francisco Murcia. 

jueves, 22 de marzo de 2018

Comunión



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Comunión

 Te di mi vida porque tú me diste a beber la tuya,
como la ofrenda del cáliz en la misa,
me diste tu sangre y tu vida.
Como el pan ya consagrado yo te ofrecí la mía.

Ambos comulgamos.
Tú con el pan que yo te ofrecía;
yo, con el cáliz de tu sangre.
Ambos nos dimos la vida.

Por más que se alcen montañas
y no pueda ver tus ojos,
por más que tu voz divina ya no llegue a mis oídos,
yo ya bebí tu sangre,
yo ya bebí tu vida.
Y tú has comido el pan
donde guardaba la mía.


Francisco Murcia.

lunes, 12 de marzo de 2018

Tengo tantos años...


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Tengo tantos años…
11 – 03 - 2018

Tengo tantos años… Así comienza el poema que te mando hoy. No, no pienses en tristezas, de verdad; todo lo contrario. Pero es cierto que me da miedo contarlos, y al mismo tiempo, un cierto rumor de orgullo circula por mi interior. Muchos años, mucha experiencia, infinidad de avatares y al final, un “tequiero” en mi camino me sorprende, y me pregunto si esas cosas que se oyen de los amores de otoño son ciertas, siempre me parecieron cuentos, como mucho, parches emocionales con los que rellenar los vacíos de la soledad a la que nos vemos condenados de una u otra forma. Nunca pensé que fueran amores reales, basados en sentimientos profundos. Pero estaba equivocado, totalmente equivocado. Claro que en el otoño surgen amores profundos.

Me levanto, a veces tengo algo de desequilibrio, mis articulaciones se resienten un poco, nada de importancia, los primeros movimientos y listo, caminar y caminar, y a medida que camino, va apareciendo ese niño que yo me siento por dentro. Un dos, un dos, … marcha militar, como si estuviera desfilando: recto, la vista al frente, brazos en movimiento. Sí, de pronto, aquellos veintidós años hacen su aparición, me inundan de energía y, como no, de recuerdos del pasado. Y pasa a mi lado una mujer, pequeña, ágil, de aspecto amable a la vez que enérgico, camina rápido, más que yo; me sonríe al cruzarnos y le devuelvo, cortés, un amago de sonrisa. Entonces pienso en mi sueño y en lo feliz que sería si caminara conmigo.

Tengo tantos años… ¿Y qué importa? Yo sé que nadie lo sabe, porque a nadie se lo he dicho; pero yo tengo firmado con el dueño de mi tiempo un contrato: hasta los noventa años. Pero me siento tan bien, que ya le he pedido la prórroga sine die, y aunque no me ha contestado, yo sé que lo tiene en cuenta, pues ha dispuesto que un ángel se cruzara en mi camino. Ya no tengo tantos años; esos los tenía antes, cuando andaba por andar. Pero ahora no es lo mismo, ahora sé que cuando ando, alguien camina conmigo; conmigo viene mi ángel, el segundo que mi dios, ha dispuesto en mi camino.

Cuando leas: tengo tantos años… con que comienza el poema, no creas que va conmigo, solamente es un decir, porque yo, así por dentro, sigo sintiéndome un niño que aún se cree los cuentos.
  
Tengo tantos años…
11 – 03 - 2018

Tengo tantos años,
que me da miedo contarlos,
y tantas historias escritas en los surcos de mis rostro,
que se me van olvidando,
y no puedo distinguir si fueron falsas las unas
y las otras fueron ciertas,
o si fueron todas ellas invenciones de poeta.

Tengo tantos años metidos en mi cabeza,
y tantos paisajes creados en noches de luna llena,
que no sé si lo que veo, lo veo como lo pienso,
o son solo los anhelos escapados de mis sueños.

Y por eso tengo miedo,
tengo miedo de mis años,
de que mis años me engañen,
de que la forma que veo bajo la luz del ocaso,
no sea más que un deseo escapado de mi tiempo.

¡Cuántas voces a mi lado!
¡Cuánto grito alrededor!
¡Cómo acecha el desaliento porque mi tiempo ha pasado!
¡Mentira! Les grito yo.
Aún hay surcos en mi rostro donde escribir mil historias,
aún hay sitio en la memoria donde guardar esa imagen
de las alas desplegadas al contraluz de la tarde.

Tengo tantos años,
tantos otoños pasados,
que la hojarasca del tiempo ha escrito sobre  mi piel
las mil batallas perdidas,
que las lluvias y los vientos
han esculpido mi rostro en hieráticas figuras
de gélidos alabastros.

Y sin embargo, en mi pecho late firme la ilusión,
y entre los pliegues del tiempo
sigue escondido aquel niño que el tiempo quiso borrar,
que está jugando a canicas en aquel guá de la plaza,
con un rebojo de pan y un  trocito de tocino
que la generosidad del hambre ha convertido en manjar.

Tengo tantos años y sin embargo
aún late mi corazón con ilusiones de antaño,
aún me pierdo en la mirada de unos ojos,
aún me seduce el paisaje que reflejan sus pupilas
y bebo con avidez las fragancias de la brisa.

Tengo tantos años,
y sin embargo ya ves,
todavía soy un niño que quiere vivir la vida.

Francisco Murcia.

jueves, 8 de marzo de 2018

Los ecos del silencio


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Los ecos del silencio
7 – 03 - 2018

Oigo tu grito en silencio que navega por las ondas,
veo tus sordos sollozos en las noches de tu alcoba,
percibo los aromas de la humedad de tus lágrimas,
siento en tus pálidas mejillas la necesidad de un beso.
 Fabrico entre mis sueños la suavidad de un roce
de tus labios con los míos, de un sí quiero entre penumbras.

Pero mi sueño se quiebra en medio de tu tristeza,
y mis labios se humedecen al recorrer tus mejillas.
Quiero leer en tus ojos las razones de tus penas,
quiero beber de tu boca el sabor de la agonía,
quiero preguntarle al viento por qué lloras,
si mi corazón palpita y te envía sus latidos,
y el tuyo me da su vida, que palpita con el mío.

Sé que estás triste porque no extiendes tus alas,
porque no puedes volar y envidias a las gaviotas
que como bellos veleros, navegan entre las nubes
y conversan con el viento con sus alas desplegadas.
Se escapan de tu pecho suspiros de libertad
y de tus ojos las lágrimas resbalan por tus mejillas,
y ese grito ahogado que se comprime en tu pecho
se convierte en un volcán que te derrite por dentro.

Te gustaría volar, batir tus inmensas alas,
y  gritar entre las nubes tus ansias de libertad,
disolver esos barrotes que te tienen prisionera,
remontarte a los espacios que en las penumbras tu sueñas,
recrearte en los paisajes que por no morir tu creas,
y al despertar la mañana, le quieres gritar al sol:
¡Soy libre, mírame! Pues ya he perdido mi miedo,
y aunque mis alas plegadas me mantengan en el suelo,
a los cielos me transportan en mi sueño desplegadas.

Escribes tu grito en las crestas de las ondas que viajan
por los espacios vacíos del universo infinito
para que rompan sus ecos las paredes de tu pecho,
y sienta mi corazón tu desdichado silencio,
y así me sueñas contigo en la quietud de tu lecho.
Como dos gaviotas libres navegamos en el viento
y presiento que en tus labios se dibuja una sonrisa
que mitiga tu tristeza y me llena de alegría.
Y aunque solo sea en sueños, podemos gritar al sol:
¡Somos libres para amarnos! Deja que brille la luna
y que ampare nuestro sueño en una eterna penumbra. 


Francisco Murcia. 

lunes, 5 de marzo de 2018

Si algún día...


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Si algún día...
4 – 03 - 2018

Si algún día,
al herir tus ojos el primer rayo de sol,
no percibes en tu alma mis palabras,
no siente tu piel mis vaporosas caricias,
y tus labios no tiemblan ante el rumor de mis besos,
ese día, vida mía, no pienses que te he olvidado.

Pregunta a los claros de la aurora,
habla con las gotas de rocío,
conversa con los duendes de las ondas;
ellos te dirán que he muerto,
pero tú, vida mía, no los creas,
porque no puedo morir mientras tú no me lo pidas,
porque tú eres mi ángel y eres dueña de mi vida,
porque no puedo dejarte con la mitad de mi alma,
llevándome de la tuya la mitad que tú me diste.

Si algún día al despertarte no encontraras mi mensaje,
y los vientos se llevaran lejos de ti mis suspiros,
ese día, vida mía, estaremos en el cielo,
lejos del mar y del viento,
compartiendo ya felices nuestros sueños.

Si algún día, vida mía, al despertarte,
no sientes en tus labios la delicia de mis besos,
y las gotas de rocío te cuentan que yo ya he muerto,
no las creas, porque yo seguiré vivo,
esperándote en el cielo.


Francisco Murcia

viernes, 2 de marzo de 2018

Con las alas desplegadas


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Con las alas desplegadas.

Hace no mucho tiempo, circulaba por el muro un monólogo que se me antojó precioso. Un muñeco de trapo, con gorra, bigote muy poblado y aspecto de persona simple de gran corazón y mucho sentido común, se lamentaba de no ser humano. –Si yo fuera humano-, comenzaba, y seguía enumerando todo aquello que soñaba, todo aquello que amaría y le gustaría hacer o que simplemente sucediera; desde degustar un caramelo de chocolate a cambiar el corazón de las personas y construir un mundo más amable.  Uno de los deseos de ese muñeco de trapo que me quedó grabado, decía: “si yo fuera humano, les diría a todos los que quiero que los quiero”. Ese muñeco, en su corazón de trapo, albergaba todo el amor del mundo, y en su mente imaginada sabía lo importante que es decir: “TE QUIERO” Lo pongo con mayúsculas porque esa frase significa una entrega sin reservas, un desnudarse del alma, una forma de ser en otro ser, de existir dejando de ser tú, para ser tú y yo, dos en uno, cuyos cuerpos separados compartirán el alma, convirtiéndola en una sola que se proyecta al infinito.

Aquel monólogo lo compartí porque fue como si mi alma hubiese ocupado aquellos miembros flácidos, aquella cabeza fofa, con su gorra, aquellos ojos simulados, pero vivos.  La voz grave, intencionadamente cadenciosa, desgranaba las sentencias como si salieran de los más profundo de mi propio ser: la humildad, el respeto, la dignidad, la belleza de lo simple, la hermosura de una sonrisa inesperada, la felicidad del niño que juega con la pelota. Aquel muñeco, en su alma de trapo, encerraba todo lo bueno que puede ser el humano, y la frustración de ser encerrado en la oscuridad de su maleta al terminar la función, sabiendo que el mundo seguirá siendo el que es, no porque él sea un muñeco, sino porque el humano es una marioneta manejada por los hilos de su instinto.

“Si yo fuera humano, les diría a todas las personas que quiero, que las quiero”. Yo no soy ese muñeco, yo sí soy un ser humano y puedo decirle a las personas que quiero, que las quiero. Por eso, querida, porque estás entre las personas que quiero, te digo que TE QUIERO, con mayúsculas, que queden bien grabadas en los anales del tiempo.

 La quiero
2 – 03 - 2018

Tengo que escribir a las sombras de la noche
y decirles que la quiero,
que protejan su sueño en un manto de silencio,
que detengan la alborada más allá del horizonte
y que la dejen volar.
Porque ella es un ángel y lleva mi corazón en sus alas,
y el suyo, lo llevo yo en  mi pecho,
en mi pecho y en mi alma.

Oh sombras de la noche, amparad pues nuestro sueño,
decidle al sol que cabalga a lomos del arco iris,
que detenga su jornada y que espere,
mi ángel está soñando y me transporta en sus alas.

Tengo que escribir al sol para que demore el día,
para verla traquinando entre rosas y geranios.
He de decirle a la luna que guarde su luz de plata,
y comentarle al espejo que le secuestre su imagen,
para tenerla conmigo más allá de las penumbras,
de los labios de la noche y los geranios del día.

Debo preguntar a Dios cómo se detiene al sol,
cómo se para la noche cuando ella está soñando,
cómo demorar el día cuando me miro en sus ojos,
cómo detener la brisa que me roba sus suspiros.

He de preguntarle al tiempo cómo se para el reloj,
como se encierra en segundos la eternidad de un momento.
He de firmar con mi Dios un testamento divino:
que se quede con mi alma,
y que conserve a mi ángel con sus alas desplegadas.

Francisco Murcia

Oh, las palabras

  Oh, las palabras 20 – 10 – 2023   Las palabras bullen dentro de mi como fieras enjauladas, van y vienen, se vuelven y revuelve...