martes, 12 de diciembre de 2017

Solo fue una nube de verano.             
19 – 05 - 2017

“Ansiedad, de tenerte en mis brazos”  

Qué lejos quedan esas notas; qué lejos esos primeros pasos de baile, torpes, casi temblorosos; que lejos la delicia del tacto de ese talle, del perfume de ese cuello blanco, delicado como el primer pétalo que emerge del capullo de la rosa. -¡Ay! ¿te he pisado? -No, no ha sido nada- me contestó mientras fijó sus ojos en los míos por un solo segundo, suficiente para que mi imaginación creara un mundo a partir de ese gesto más bien inocente, más próximo a las más elementales normas de educación, que a cualquier atisbo de supuesto mensaje amoroso encriptado en el limitadísimo espacio de tiempo que transcurre en un solo parpadeo. Pero suficiente para hilvanar las sucesivas ilusiones que surgían de mis deseos, hasta construir ese bosque donde Blancanieves era abandonada a merced de las fieras, víctima de las crueldades de su madrastra, para que yo la salvara, la protegiera y me ganara la inmensidad de esos ojos, la dulzura de esa sonrisa para siempre; entonces yo construiría una cabaña, y el cuento terminaría feliz, sin enanos ni príncipe.

…“musitando palabras de amor”

Y acerqué mis labios a su oído, pero no me atreví a articular el más leve susurro. Electrizado por el aroma de mujer que me envolvía en una burbuja invisible, me aislé totalmente del mundo que me rodeaba. No recuerdo si llegué a trenzar mis pasos con las notas de la canción, porque a pesar de la estridencia de la trompeta y de los platillos de la batería, que más que vestir la melodía la desgarraban horriblemente, nada de eso llegaba a mis oídos. Y sin embargo, no me perdía cada una de sus respiraciones, cada mínimo roce de esos pechos incipientes que apenas ocupaban la mitad del espacio de las copas del sujetador que se había colocado para ser más “mujer”, cada efluvio que emanaba de esos mechones rebeldes que caían en cascada y que me sumergían en un mar de feminidad desconocido.

“y en la boca volverte a besar” .

No, no me atreví a tanto, no me lo hubiera permitido y además, la madre, tías y hermanos vigilaban estrechamente para que nadie se propasara lo más mínimo con su niña, con esa magnífica promesa de mujer que habría de ser deseada por lo más granado de la pacata sociedad del pueblo que se desenvolvía entre novenas diarias y partidas en el casino los domingos. Lo del relleno de las copas del sujetador seguramente había sido una concesión, negociada con su madre a espaldas del padre y de los hermanos mayores, para quienes habría significado una tendencia peligrosa a la indecencia. Así que, consciente de que los límites eran los que eran, me contenté con libar los encantos de aquella flor de la forma más delicada y menos sospechosa posible.

… “Tal vez estés llorando mis pensamientos”

Nunca llegué a imaginarme lo que estarías pensando en aquellos momentos, nunca me dijiste nada. De todos modos, no era más que una fiesta de pueblo, con unos músicos de pueblo, en una diversión de pueblo que duraba lo que dura una nube en una tormenta de verano. Pero estoy seguro de que sí te imaginabas lo que yo pensaba. Y ahora, después de tantos años, tal vez hayas llorado alguna vez esos pensamientos míos, porque no fuiste ajena a ese mundo de ilusión que yo creaba, mientras te mantenía suavemente entre mis brazos y respiraba tu feminidad. Es sabido que el mundo de la mujer es un secreto para el hombre, pero el mundo del hombre es una ventana abierta de par en par para la mujer desde el mismo momento en que transita los últimos pasos de su adolescencia. Si alguna resulta engañada, es porque el deseo ha podido más que las evidencias, no porque hayan fallados los infalibles mecanismos de su intuición.

… “mis lágrimas son perlas que caen al mar”  

No puedo decir que haya llorado, no puedo decir que haya vertido lágrimas por esa nube que transitó mi cielo de adolescente, sería como contemplar la nevada cima de una montaña y llorar porque no tengo los medios ni la capacidad para escalarla. No, me conformo con contemplar esa belleza desde lejos, con disfrutar de la contemplación de ese paisaje natural ya que no puedo formar parte de él. El sabor amargo de las lágrimas arrojaría un manto de pesadumbre sobre uno de mis recuerdos más felices y adormecería el eco que te mantiene presente en mis sueños. Y no quiero que suceda eso, porque sin mis recuerdos, no sería yo mismo, y sin tu imagen, tampoco.

…”Quizás estés llorando al recordarme”.

Fue solamente una fiesta de pueblo y una canción, nada más; pero el momento, el lugar y tu imagen quedaron grabados en mi para siempre, como una lucecita que brilla al fondo del intrincado y confuso paisaje de mis alucinaciones. No creo que hayas llorado, además, como ya dije, los hombres no tenemos la menor idea del tránsito de nuestra imagen por vuestra mente. Sin embargo, me gusta imaginar un lagrimita resbalando por tu mejilla mientras escuchas esta canción; pero solamente es por poner unos pañitos calientes a mi decaído ego. Después de todo, solo fue una nube de verano, qué más se puede pedir.


Francisco Murcia

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