“A
QUIEN LEYERE”
22
– 01 - 2017
Ante
mi, un grueso tomo: Obras completas,
Jorge Luis Borges, y leo al inicio “A
QUIEN LEYERE / Si las páginas de este libro consienten algún verso feliz,
perdóneme el lector la descortesía de haberlo usurpado yo, previamente.
Nuestras nadas poco difieren; es trivial y fortuita la circunstancia de que
seas tú el lector de estos ejercicios, y yo su redactor.”
Intento
penetrar en la mente de este genio de la palabra y del pensamiento, porque
ambos, palabra y pensamiento, van unidos como la cara y la cruz de la misma
moneda. No que sean contrarios, como a veces da a entender esta expresión, sino
que no se conjugan en los mismos tiempos y que difieren en su contenido, pues
el pensamiento es la raíz, y la palabra son las hojas, los frutos son el
mensaje que transmiten. Pero así como el árbol no es consciente del sabor de
sus propios frutos, el escritor tampoco lo es de los efectos que sus palabras
producen en el lector. Lector y escritor están unidos por el mensaje de la
palabra, el hecho de que uno la pronuncie o la escriba y el otro la escuche, la
interprete y la integre en sí mismo, es circunstancial y, como dice Borges,
algo fortuito que se dio en un sentido por pura casualidad.
Y
pide perdón como si se tratara de un ladrón de sentimientos, de un salteador
que se apropia de las emociones ajenas para plasmarlas en un cuadro que siente
que no le pertenece, que está hecho de retales de vidas anónimas que un día se
cruzaron en su camino. Tal vez por eso el poeta, cuando se sumerge en su propia
alma, descubre en ella esa marejada de emociones que ha ido acumulando a medida
que ha ido viviendo y apropiándose de sentimientos que no le correspondían.
Pero a pesar de eso, de ser sentimientos foráneos a sí mismo, han enraizado
tanto, que ha terminado por asumirlos como propios. Por eso, llora cuando
lloran sus hermanos, y conoce el sabor salado de las lágrimas vertidas por
tantos y tantos desgraciados que caminan por el mundo siendo menos que nada, a
la intemperie de los abusos del poder que sobre ellos gravita, sorbiéndole cada
minuto de la vida. Claro que llora el poeta, claro que sufre, aunque su
sufrimiento se asiente en sentimientos prestados. Jorge Luis Borges vuelve a
tener razón: los versos están en la vida, quien los escriba es algo
circunstancial cuya trivialidad no merece ser tenida en cuenta; lo importante
es el sentimiento que encierran, la raíz en la que se alimentan; quien los
cante no tiene demasiada importancia. Por ello, el poeta, al abrir las puertas
de su alma, no está mostrándonos la esencia de su ser, sino el fuego que lo
devora, alimentado por el torrente de emociones que le proporciona el río de la
vida por el que navega. No es él cuando canta ese dolor, es el mundo entero el
que llora, el que grita con su voz.
Canta
el poeta a su amada, sin darse cuenta que lo que canta está en el centro del
alma de millones de personas, de todas las almas que aman, que lloran si son
rechazadas o ríen si son aceptadas. Pero el poeta lo canta como un sentimiento
propio, como se canta la vida, como se canta el amor, como se llora el dolor,
sintiéndose uno en el mundo, el punto donde confluye toda pasión. Y esto le
lleva a frases altisonantes: mi amor está por encima del tiempo, el reloj no
tiene horas suficientes para expresar mi lamento, más allá de la frontera de la
vida yo te seguiré queriendo. En fin, da la impresión de que quieren acumular
todo el dolor del universo en sí mismos, o que se sienten tan olvidados, que
necesitan gritar en esos términos altisonantes que al final emborronan el
mensaje, si es que contiene alguno.
Bienvenida
sea la poesía de lo recoleto, de lo pequeño, del polvo de los caminos, del
esfuerzo del obrero en su fábrica, de la voz baja y humilde, del Piyayo que
rasca una vieja guitarra por unas pocas monedas. Basta ya de amores excelsos,
de pasiones tormentosas, de camas con frías sábanas, de pasiones desatadas.
Bajemos del pedestal y cantemos a la nada, pues como dice Borges, nuestras
nadas poco difieren quizás no difieren en nada.
Francisco
Murcia.
Francamente una bellísima crítica poética acerca del mundo lírico de Borges que me ha encantado, Francisco Murcia Periáñez, que haces extensiva al Arte Poético en general que subyace en el mundo de las venturas y desventuras del ser humano. Mi más sincera enhorabuena..
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