domingo, 31 de diciembre de 2017

Silencio, silencio

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Los silencios son los sepulcros de la esperanza.

Silencio, silencio
29 – 12 - 2017

Silencio, silencio,
silencio pesado que me está aplastando el alma.
No hay e-mails,
mi correo está vacío.
 ¿Dónde se han perdido tantos “tequieros”?
¿Qué bosque de miedos escondidos se los ha tragado?
¿Dónde están esos mensajes que espero con tanto anhelo?

Silencio, silencio que me aplasta el alma.
Veo tu nombre como a lo lejos, 
meciéndose en las olas de las ondas, y espero,
suspiro anhelante y espero.
A veces alzo la mano y grito en medio de mi silencio,
agito un imaginario pañuelo al modo.
 –¡Estoy aquí, estoy aquí! ¿No me ves?

Entonces veo mi mano agitarse en el vacío
y pienso que estoy loco, sí,
estoy loco porque te amo y no sé nada de ti.
Solitario en la estación,
los trenes de la esperanza parten,
mientras agito el pañuelo en andenes solitarios
como un perrito perdido
sin saber por qué esta allí, sin saber cómo salir,
y allí se queda esperando ese “tequiero” perdido.

Silencio, silencio largo y pesado que me está matando el alma.
Allá lejos, en las olas de las ondas,
carreteras de universos que se cruzan,
veo brisas de electrones donde se mece tu nombre,
que se aleja más y más,
que ya no ve mi pañuelo esperando en la estación,
y esos “vesos” especiales con falta de ortografía
van perdiendo su sentido,
Ya puedo escribir el beso como lo escribe cualquiera,
yo lo hacía a mi manera para que ella se fijara,
para que no falte el beso que ha sido escrito con falta.

Silencio, silencio.
Ya me guardo mi pañuelo y espero el próximo tren,  
aunque el silencio me mate,
aunque me roben el alma.


Francisco Murcia.


viernes, 29 de diciembre de 2017

Era uno de los nuestros


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Era uno de los nuestros.
12 – 02 - 2017

Resbalan las lágrimas por demacradas mejillas,
pómulos prominentes esculpen melancolía,
los ojos y la mirada en horizontes perdidos,
no se mueven sus pupilas, las moscas,
augurios de la desgracia,
se alimentan de los jugos de unos ojos ya sin lágrimas,
de unos mocos ya resecos,
no queda en ese cuerpo resquicio escondido
o hueco como refugio de vida,
ese cuerpo ya está muerto,
ya no hay vida en ese cuerpo.  

Dios cruel que nos creaste, alivia ese sufrimiento,
dale vida a ese cuerpo,
dale un soplo de cariño a esa madre y a sus brazos,
dale vida a ese regazo que sostiene un niño muerto.
Danos Señor la conciencia para llorar a ese niño,
danos Señor esa fuerza
para llorar a ese madre como a una de las nuestras,
para llorar a ese niño como se llora a los hijos,
porque ese niño ya ha muerto,
porque aunque no lo creamos, era uno de los nuestros.
Era un humano inocente,
con sus ojitos perdidos,
con su carita de niño,
con su alma limpia y pura,
con esos huesos de niño cubiertos de piel oscura,
reposando en un regazo donde se escapa la vida,
donde se espera la muerte entre unos pechos caídos,
jirones míseros de piel, sepulcros de la esperanza.
Lázaro, levántate y anda,
¿Te acuerdas, Jesús, de aquello?
¿Por qué lo hiciste entonces?
¿Por qué has dejado en el mundo tan enorme sufrimiento?



Francisco Murcia.

miércoles, 27 de diciembre de 2017

La sombra del pecado


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La sombra del pecado.
26 – 12 - 2017

He estado tanto tiempo en la oscuridad
que cuando el rayo de luz me alcanza
me deslumbra y quedo ciego,
cierro los ojos y el rayo pasa
antes de contemplar su belleza,
el jardín de luces que encierra,
los brillos hermosos de su estructura.

El rayo pasa y me mira, incluso se para un poco
por ver si yo abro los ojos.
Pero yo no me acostumbro a los rayos amorosos,
mil cien y más heridas en mi alma
han dejado cicatrices,
señales ya de por vida.

Rayos de filos perversos rasgaron mis inocencias
y mis ojos se cerraron,
se cerraron para siempre,
se cerraron por no ver esas miradas perversas
escribiendo con borrones en albas páginas puras
las sombras de los pecados.

Y pasaron muchos años, muchos,
tantos que las manchas que dejaron
aquellos borrones negros,
aquellas sombras oscuras,
en el blanco inmaculado de ingenuas inocencias,
ya no se notan tanto, ya apenas ni se aprecian,
confundidas con la  gris indiferencia
con que nos viste la vida para salir en escena  
y hacer bien nuestro papel:
el de ovejitas sumisas que suministran la lana
y la carne de sus hijos para servir unas mesas
donde se asienta el pecado
entre laureles de triunfos,
doradas coronas regias,
entorchados y medallas ganadas en cien mil guerras.

He estado tanto tiempo en la oscuridad,
que aborrezco la verdad para no enfrentarme a ella,
que cierro los ojos al ángel que se me queda mirando,
esperando que los abra para subirme en sus alas,
y elevarme hasta las nubes.
Pero yo cierro los ojos  para no ver esa sombra,
La sombra de mis pecados.

Y con los ojos cerrados,
busco las alas del ángel que me recoge amoroso
mientras remonta su vuelo,
y juntos nos elevamos en busca de nuestro sueño,
más allá de aquellas sombras que oscurecieron el alma
que mancharon la inocencia de un niño que estaba solo.


Francisco Murcia. 

lunes, 25 de diciembre de 2017

Tómame


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Tómame
19 – 12  2017

Toma de mi, amor,
hasta que calmes tu sed,
bébeme disuelto en el aire,
respírame al devorarme,
y ámame, ámame sin detenerte,
hasta apagar esa sed de siglos,
hasta calmar el volcán de tus deseos.

Toma de mi, amor,
cada parte de mi cuerpo
y constrúyeme un altar
para venerar mi alma
que se funde con la tuya.

Ámame como solo aman los dioses,
como la nube ama al viento,
como el azul ama al cielo,
como el volcán al infierno.

Toma de mi, amor,
esta vida que te ofrezco,
reconstruye ya mis días y ocúltalos de la noche;
voracidad de tinieblas devorando mis amores
entre sueños imposibles.

¡Oh, amor! Tómame ya
y escribe con tu delicada esencia
la inmensidad de mi dicha.
Bebe ya de mis arterias
hasta que no quede sangre.
¡Aspírame ya la vida!
Te la ofrezco como ofrenda
para que lleves mi alma
como si fuera la tuya,
y la tuya, como si fuera la mía,
por siempre y para siempre.

Tómame ya, amor,
y con tu alma y la mía,
hagamos un solo cuerpo.


Francisco Murcia.


miércoles, 20 de diciembre de 2017

A mi amigo Antonio

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A mi amigo Antonio.
20 – 12 - 2017

Amigo Antonio,
necesito espacio y tiempo,
necesito sentimientos para llorar por los muertos, 
“pa” maldecir a los vivos que provocan tanto entierro.
Necesito el pedernal para endurecer mi alma
que la quiero de granito para observar a esos niños,
con sus cuerpos desmembrados y sus ojitos abiertos,
preguntándole a los cielos qué hacen sus almas ahí,
si su cuerpo está jugando al fútbol con sus amigos
en una calle vacía, a las puertas de su casa,
donde su padre y su madre le han puesto el plato en la mesa.

Amigo Antonio,
aunque me dieran todo el tiempo del mundo,
aunque fuera un lamprea pegada a la eternidad,
ni la eternidad daría para comprender tal furia,
tanta maldad destructiva, tanta mentira y soberbia,
tanto poder homicida.

Ayer fueron barracones en los campos de exterminio
de esta civilizada Europa, la de los altos valores,
la que pregona la paz  después de tanto delirio de rapiña y de maldad.
Ayer fueron las mesnadas de aquel imperio del norte,
que  puso y quitó gobiernos sometiendo al cono sur
al sadismo ilimitado de crueles uniformes,
formados en sus escuelas para la noble tarea
de pacificar a un pueblo que pide un trozo de pan,
dejando el alma en la tierra.

Salvar las economías del virus aterrador
del reparto de riquezas atendiendo a la razón
que el mandamiento de Dios puso al final de los diez,
“ama al prójimo como a ti mismo”, Eso fue lo que ordenó.
Pero haciendo caso omiso, se olvidó el hombre de Dios,
y dedicó sus esfuerzos, sin temor y sin pudor,
a depredar a los otros en su propio beneficio.

No, amigo Antonio, es mucha la eternidad,
pero es mayor la codicia en las almas asesinas,
y es desdicha la soberbia con que esas almas animan
los odios, muertes y guerras,
las mismas donde los niños,
esa planta primigenia donde crece la inocencia,
son segados como hierba que los grandes poderosos devoran y pisotean.
Los niños reventados por las bombas asesinas,
son solamente niños,
no son árabes, ni cristianos, ni judíos o budistas,
son solamente niños,
unos ojos inocentes que no entienden de explosiones,
ni de gases asesinos, ni de las grandes finanzas
que reparten el planeta en áreas de influencia.
Y nosotros los matamos,
bien desmembrando sus cuerpos o destruyendo
su inmaculada inocencia.

No sé si existe ese Dios, llámese como se llame,
que ha de juzgar nuestras vidas cuando a su puerta llamemos,
pero si es verdad que existe, también debe ser verdad,
lo que dijo Jesucristo:
que en el cielo no entrará ningún rico de la tierra.


Francisco Murcia.

martes, 19 de diciembre de 2017

Sigo siendo un niño


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Sigo siendo un niño.
18 – 12 - 2017

Puedes decirme lo que quieras:
que soy viejo y arrugado,
que mis huesos ya crepitan bajo mi piel,
que mi rostro es feo y algo encorvado mi cuerpo.  
Puedes decirme también que mis fuerzas se agotaron,
que toso de vez en cuando y respiro
con ruidos de cavernas escondidas.
Puedes decirme, qué sé yo,
que me duelen las rodillas,
que ya mis pasos se acortan
y que me tiemblan las manos al ajustar la camisa.

Es cierto que he de sentarme al calzar los pantalones,
y que esos mechones blancos con los que juega la brisa,
ni siquiera son recuerdos de abundancias ya pasadas.
Sí, también mis ojos necesitan de las gafas,
y mi boca, qué puedo decir de mi boca,
que los duros inquilinos que la poblaron antaño
ha mucho que se mudaron,
y mi lengua siempre inquieta busca ayuda
para hablar y contarte mil historias,
y narrarte aquellos cuentos que aprendí de mis abuelos;
pero aquellos inquilinos se mudaron hace tiempo,
y los huecos que dejaron son muy grandes,
y por ellos se va el aire
y se escapan los sonidos en palabreas alteradas
que a veces me hacen reír
aunque termino llorando.

Pero ¿sabes lo qué te digo?
que mi corazón es grande,
que aún sigue palpitando bajo el calor de un amor,
que aún me hierve la sangre cuando contemplo
el dolor de tanta gente con hambre,
de tanto niño inocente que se ha quedado sin padres,
cuando veo la injusticia de fortunas infinitas
fraguadas entre mentiras, esclavitud y codicia.

¿Sabes lo que te digo?
Que aunque mi cuerpo decline, mi corazón sigue vivo,
sigue sintiendo y amando,  y hasta el último suspiro
disfrutará de los cuentos que se contaban antaño.
Puedes decir lo que quieras, porque aunque no te lo creas,
aún me sigo enamorando,
todavía hay Blancanieves que me traen los recuerdos
de aquellos cuentos de niño que contaban los abuelos.

Dejadme pues con mi sueño y no me despertéis nunca,
no quiero salir del sueño para dejar de ser niño.



Francisco Murcia.

sábado, 16 de diciembre de 2017


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Reflexiones al anochecer.

Cuando ya no queden huellas.
9 – 10 - 2017

Tierra serena, llana,
acumulando la fatiga de siglos,
descansa en un paisaje amable
que se despereza a veces, acá y allá,
en suaves lomas y altozanos
donde no se ve la áspera brusquedad
de un escalón rocoso,
de una falla o una grieta en cuyo fondo
suenan los ecos de jóvenes gotas saltarinas.

Aquí son los rosas brillantes al despuntar la alborada,
y los naranjas candentes al acercarse el ocaso;
aquí es todo paz y sosiego,
y horizontes infinitos,
donde la tierra y el cielo se disputan los espacios,
se confunden y se abrazan
mientras que yo los contemplo,
recogiendo en mis sandalias el polvo de los caminos,
y en mi mente, la experiencia que me regalan los siglos.

Vuela rasante una alondra que dormitaba en el suelo,
allí mismo, en el camino,
entre pajas y guijarros.
Paro mis pasos quedos,
detengo el rumor suave de mis gastadas sandalias
y observo con embeleso los rápidos aleteos
de aquel cortísimo vuelo que se pierde en los rastrojos,
mientras el sol, ya cansado,
dispensa el último rayo
y los naranjas y rojos visten de gala el ocaso.

Tímida al otro lado se asoma la pálida luna
mientras el último rayo
se sumerge en la penumbra,
y proyectan esas lomas oscuras sombras de tumbas
que se extienden por el valle.
Rasga el silencio en la noche
la canción desesperada de algún grillo solitario,
cri-cri, cri-cri, canto con él para que escuche mi amada;
el grillo no halla respuesta,
y mis lamentos se pierden en un vacío sin nombre,
mientras me alumbra la luna con luz pálida de plata
y el silencio de la noche, amable recoge mi alma,
y deja caer un susurro de la bóveda estrellada:
-Sueña, me dice la noche, -
aplaca ya esas voces
y olvídate ya del polvo que llevas en tus sandalias.
fíjate en esa alondra apostada en el camino
que se fue en vuelo rasante
y descansó en el rastrojo su ansiedad y su fatiga.

-Eleva tu propio vuelo,
aletea en los abismos de la inmensidad oscura,
alumbra con ilusión el camino de tu vida,
recorre en vuelo rasante las huellas que vas dejando,
y verás que aquella alondra llevaba mucha razón
al buscar entre rastrojos su reposo natural.  
Aplaca pues ya tu ira,
arrójala a los abismos del silencio de la noche,
y susúrrale a la luna de pálida luz de plata
tus más íntimos secretos,
Confíale tus lamentos,
y ya sabes que es de noche,
que estás solo en este cielo,
que una lágrima furtiva no te hace menos hombre,
que el polvo de tus sandalias no es el mejor pergamino
donde escribir de esta historia
el capítulo final-.

Y al despertar la alborada,
guarda silencio la noche,
queda en la brisa el susurro de la penumbra estrellada.
Respiro hondo y me digo: -solo es una ilusión-,
pero nace un nuevo día y con los rayos del sol
firmo un nuevo contrato 
para obligarme a vivir otro día y otra noche,
y así mil noches y días,
pues mi historia está incompleta
y solo terminaré cuando ya no queden huellas
ni haya polvo en el camino
ni versos en primavera.

Francisco Murcia.



viernes, 15 de diciembre de 2017

Alma solitaria

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¿Cuántas almas solitarias navegan por caminos que se cruzan sin levantar la mirada, ensimismadas en su profunda tristeza, víctimas de su propio victimismo?

Alma solitaria
14 – 12 - 2017

Alma solitaria, que transitas las esferas
de relojes olvidados, que pierden sus minutos
contándole a la luna horas de gloria y ternura,
ternura que te creíste, gloria que imaginaste,
páginas blancas, vacías, que llevas en la memoria,
marcadas y subrayadas,
como gestas de epopeyas que solo están en tu mente.

¡Oh, alma solitaria!
que conversas con la luna,
que paseas con la brumas de fenecidos ocasos,
mira a tu lado y observa el alma que va a tu brazo, 
ella te ofrece el regazo de su pecho generoso,
te ofrece el amor soñado.
Tan solo acomoda el paso
y acompasa tus latidos con el ritmo de su andar, 
con las nubes de sus sueños,
y los sueños del amor que esconde en el corazón,
que te lo viene a entregar bajo la luz de la luna,
que en el silencio susurra un amoroso tequiero.

Las esferas de tu tiempo recuperan
los minutos perdidos, las horas olvidadas
bajo las hojas ya muertas de un otoño prematuro.
Alma solitaria que transitas las esferas de minutos
que caminan hacia el mar de los olvidos,
repara que viene a tu lado otra alma abandonada
con los minutos perdidos a lo largo del camino,
que te grita en su silencio,
que te implora en la mirada, y te dice:
Ya no pierdas más minutos,
no quiero perder mis horas, 
quiero recuperar esferas de relojes solitarios
de tic-tac abandonados en noches de luna llena.

Quiero que oigas mi llamada en el silencio,
que escuches, te imploro, mi rezo, 
porque ya estoy muy cansada de pasos en solitario,
de huellas que borra el viento. Y tengo miedo,
miedo de quedarme en el camino,
de mirar a mis espaldas y no saber que he vivido;
tengo miedo de ese último suspiro
en los antros solitarios de noches de pálida luna.

Alma que caminas a mi lado, acompasa ya tus pasos, 
y el tic-tac de nuestra esfera devolverá los minutos,
y hasta las horas perdidas acompañando a la luna.
Recuperemos los sueños
que nos negó este otoño de amarilleos precoces,.
Trencemos ya nuestras huellas para que aguanten los vientos,
y así, juntitos del brazo,
miremos al horizonte en nuestro último ocaso.

Francisco Murcia.


miércoles, 13 de diciembre de 2017

A quien leyere

Un sentido recuerdo Jorge Luis Borges, ese genial constructor del lenguaje, orfebre de la palabra como diría su colega Antonio Gala.

“A QUIEN LEYERE”
22 – 01 - 2017

Ante mi, un grueso tomo: Obras completas, Jorge Luis Borges, y leo al inicio “A QUIEN LEYERE / Si las páginas de este libro consienten algún verso feliz, perdóneme el lector la descortesía de haberlo usurpado yo, previamente. Nuestras nadas poco difieren; es trivial y fortuita la circunstancia de que seas tú el lector de estos ejercicios, y yo su redactor.

Intento penetrar en la mente de este genio de la palabra y del pensamiento, porque ambos, palabra y pensamiento, van unidos como la cara y la cruz de la misma moneda. No que sean contrarios, como a veces da a entender esta expresión, sino que no se conjugan en los mismos tiempos y que difieren en su contenido, pues el pensamiento es la raíz, y la palabra son las hojas, los frutos son el mensaje que transmiten. Pero así como el árbol no es consciente del sabor de sus propios frutos, el escritor tampoco lo es de los efectos que sus palabras producen en el lector. Lector y escritor están unidos por el mensaje de la palabra, el hecho de que uno la pronuncie o la escriba y el otro la escuche, la interprete y la integre en sí mismo, es circunstancial y, como dice Borges, algo fortuito que se dio en un sentido por pura casualidad.

Y pide perdón como si se tratara de un ladrón de sentimientos, de un salteador que se apropia de las emociones ajenas para plasmarlas en un cuadro que siente que no le pertenece, que está hecho de retales de vidas anónimas que un día se cruzaron en su camino. Tal vez por eso el poeta, cuando se sumerge en su propia alma, descubre en ella esa marejada de emociones que ha ido acumulando a medida que ha ido viviendo y apropiándose de sentimientos que no le correspondían. Pero a pesar de eso, de ser sentimientos foráneos a sí mismo, han enraizado tanto, que ha terminado por asumirlos como propios. Por eso, llora cuando lloran sus hermanos, y conoce el sabor salado de las lágrimas vertidas por tantos y tantos desgraciados que caminan por el mundo siendo menos que nada, a la intemperie de los abusos del poder que sobre ellos gravita, sorbiéndole cada minuto de la vida. Claro que llora el poeta, claro que sufre, aunque su sufrimiento se asiente en sentimientos prestados. Jorge Luis Borges vuelve a tener razón: los versos están en la vida, quien los escriba es algo circunstancial cuya trivialidad no merece ser tenida en cuenta; lo importante es el sentimiento que encierran, la raíz en la que se alimentan; quien los cante no tiene demasiada importancia. Por ello, el poeta, al abrir las puertas de su alma, no está mostrándonos la esencia de su ser, sino el fuego que lo devora, alimentado por el torrente de emociones que le proporciona el río de la vida por el que navega. No es él cuando canta ese dolor, es el mundo entero el que llora, el que grita con su voz.

Canta el poeta a su amada, sin darse cuenta que lo que canta está en el centro del alma de millones de personas, de todas las almas que aman, que lloran si son rechazadas o ríen si son aceptadas. Pero el poeta lo canta como un sentimiento propio, como se canta la vida, como se canta el amor, como se llora el dolor, sintiéndose uno en el mundo, el punto donde confluye toda pasión. Y esto le lleva a frases altisonantes: mi amor está por encima del tiempo, el reloj no tiene horas suficientes para expresar mi lamento, más allá de la frontera de la vida yo te seguiré queriendo. En fin, da la impresión de que quieren acumular todo el dolor del universo en sí mismos, o que se sienten tan olvidados, que necesitan gritar en esos términos altisonantes que al final emborronan el mensaje, si es que contiene alguno.

Bienvenida sea la poesía de lo recoleto, de lo pequeño, del polvo de los caminos, del esfuerzo del obrero en su fábrica, de la voz baja y humilde, del Piyayo que rasca una vieja guitarra por unas pocas monedas. Basta ya de amores excelsos, de pasiones tormentosas, de camas con frías sábanas, de pasiones desatadas. Bajemos del pedestal y cantemos a la nada, pues como dice Borges, nuestras nadas poco difieren quizás no difieren en nada.


Francisco Murcia.

martes, 12 de diciembre de 2017

Solo fue una nube de verano.             
19 – 05 - 2017

“Ansiedad, de tenerte en mis brazos”  

Qué lejos quedan esas notas; qué lejos esos primeros pasos de baile, torpes, casi temblorosos; que lejos la delicia del tacto de ese talle, del perfume de ese cuello blanco, delicado como el primer pétalo que emerge del capullo de la rosa. -¡Ay! ¿te he pisado? -No, no ha sido nada- me contestó mientras fijó sus ojos en los míos por un solo segundo, suficiente para que mi imaginación creara un mundo a partir de ese gesto más bien inocente, más próximo a las más elementales normas de educación, que a cualquier atisbo de supuesto mensaje amoroso encriptado en el limitadísimo espacio de tiempo que transcurre en un solo parpadeo. Pero suficiente para hilvanar las sucesivas ilusiones que surgían de mis deseos, hasta construir ese bosque donde Blancanieves era abandonada a merced de las fieras, víctima de las crueldades de su madrastra, para que yo la salvara, la protegiera y me ganara la inmensidad de esos ojos, la dulzura de esa sonrisa para siempre; entonces yo construiría una cabaña, y el cuento terminaría feliz, sin enanos ni príncipe.

…“musitando palabras de amor”

Y acerqué mis labios a su oído, pero no me atreví a articular el más leve susurro. Electrizado por el aroma de mujer que me envolvía en una burbuja invisible, me aislé totalmente del mundo que me rodeaba. No recuerdo si llegué a trenzar mis pasos con las notas de la canción, porque a pesar de la estridencia de la trompeta y de los platillos de la batería, que más que vestir la melodía la desgarraban horriblemente, nada de eso llegaba a mis oídos. Y sin embargo, no me perdía cada una de sus respiraciones, cada mínimo roce de esos pechos incipientes que apenas ocupaban la mitad del espacio de las copas del sujetador que se había colocado para ser más “mujer”, cada efluvio que emanaba de esos mechones rebeldes que caían en cascada y que me sumergían en un mar de feminidad desconocido.

“y en la boca volverte a besar” .

No, no me atreví a tanto, no me lo hubiera permitido y además, la madre, tías y hermanos vigilaban estrechamente para que nadie se propasara lo más mínimo con su niña, con esa magnífica promesa de mujer que habría de ser deseada por lo más granado de la pacata sociedad del pueblo que se desenvolvía entre novenas diarias y partidas en el casino los domingos. Lo del relleno de las copas del sujetador seguramente había sido una concesión, negociada con su madre a espaldas del padre y de los hermanos mayores, para quienes habría significado una tendencia peligrosa a la indecencia. Así que, consciente de que los límites eran los que eran, me contenté con libar los encantos de aquella flor de la forma más delicada y menos sospechosa posible.

… “Tal vez estés llorando mis pensamientos”

Nunca llegué a imaginarme lo que estarías pensando en aquellos momentos, nunca me dijiste nada. De todos modos, no era más que una fiesta de pueblo, con unos músicos de pueblo, en una diversión de pueblo que duraba lo que dura una nube en una tormenta de verano. Pero estoy seguro de que sí te imaginabas lo que yo pensaba. Y ahora, después de tantos años, tal vez hayas llorado alguna vez esos pensamientos míos, porque no fuiste ajena a ese mundo de ilusión que yo creaba, mientras te mantenía suavemente entre mis brazos y respiraba tu feminidad. Es sabido que el mundo de la mujer es un secreto para el hombre, pero el mundo del hombre es una ventana abierta de par en par para la mujer desde el mismo momento en que transita los últimos pasos de su adolescencia. Si alguna resulta engañada, es porque el deseo ha podido más que las evidencias, no porque hayan fallados los infalibles mecanismos de su intuición.

… “mis lágrimas son perlas que caen al mar”  

No puedo decir que haya llorado, no puedo decir que haya vertido lágrimas por esa nube que transitó mi cielo de adolescente, sería como contemplar la nevada cima de una montaña y llorar porque no tengo los medios ni la capacidad para escalarla. No, me conformo con contemplar esa belleza desde lejos, con disfrutar de la contemplación de ese paisaje natural ya que no puedo formar parte de él. El sabor amargo de las lágrimas arrojaría un manto de pesadumbre sobre uno de mis recuerdos más felices y adormecería el eco que te mantiene presente en mis sueños. Y no quiero que suceda eso, porque sin mis recuerdos, no sería yo mismo, y sin tu imagen, tampoco.

…”Quizás estés llorando al recordarme”.

Fue solamente una fiesta de pueblo y una canción, nada más; pero el momento, el lugar y tu imagen quedaron grabados en mi para siempre, como una lucecita que brilla al fondo del intrincado y confuso paisaje de mis alucinaciones. No creo que hayas llorado, además, como ya dije, los hombres no tenemos la menor idea del tránsito de nuestra imagen por vuestra mente. Sin embargo, me gusta imaginar un lagrimita resbalando por tu mejilla mientras escuchas esta canción; pero solamente es por poner unos pañitos calientes a mi decaído ego. Después de todo, solo fue una nube de verano, qué más se puede pedir.


Francisco Murcia

sábado, 9 de diciembre de 2017

Si yo pudiera elegir

Todos tenemos algún momento con el que adornar el paisaje de nuestra vida.

Si yo pudiera elegir.
8 – 12 - 2017

Una mañana mágica para un día memorable.
Un amanecer glorioso para almas solitarias.
Un momento de entrega total en el que dos almas
se vacían al unísono en el mismo recipiente
y se mezclan,
convirtiéndose en una sola.

Una mañana para elegir en el paisaje
de momentos memorables de mis días.
Un amanecer para guardar en el sagrario de mis secretos más queridos.
Una aurora que aumenta la ansiedad de tenerte entre mis brazos,
de viajar por cada centímetro de tu piel,
de sentir el ligero temblor estremecido de tus labios,
de perderme en la profundidad de tu mirada,
de sucumbir al calor de tus arrullos,
de disolverme en los ecos apagados de tus tenues gemidos.

Sí, yo elegiría esta mañana
para pintar un detalle memorable en el pasaje de mis días.
Elegiría el lienzo de tu alma para plasmar la mía,
y así, unidas para siempre,
escribir la historia memorable de dos vidas que,
 por casualidad,
se han encontrado en la misma estación,
tal vez la última,
donde coger el último tren sin importarnos ni la ruta ni el destino.

Oh! si yo pudiera elegir,
elegiría ese segundo preciso, y precioso,
en el que me abriste el alma
y me mostraste el sagrario de tus secretos.

Si yo pudiera elegir,
oh! si yo  pudiera elegir mi queridísima hada,
construiría un universo del tiempo
robándote los segundos para guardarlos conmigo.

Oh! si yo pudiera elegir, me moriría contigo.


Francisco Murcia

jueves, 7 de diciembre de 2017

El dilema de Dios

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El dilema de Dios
6 – 12 - 2017

¿Qué secretas leyes creaste, ¡oh Dios! que a Ti no te alcanzaron? ¿Qué principio maduró tu omnipotencia que, pese a abarcar todo el universo, a Ti no te alcanzó?. Sin embargo, a ellas quedaron sometidas todas las cosas, todas las criaturas, todo lo que es y lo que no es, pues el futuro, que no existe, antes de nacer ya está ligado a tus dictados. Tan solo el pasado se libra de tu tiranía, porque deja de ser, porque solo dejando de ser, alcanzas la plena libertad. Porque mirándolo bien, Tú, Dios, no eres libre, porque cuando quieres ser libre, totalmente libre, debes prescindir de la creación, de la consecuencia de tu propia existencia. Decidiste crear el universo, y en ese mismo momento perdiste tu libertad, porque dejaste de ser único, dejaste de ser lo absoluto, para convertirte en una pieza más de la maquinaria de ese reloj cósmico que Tú mismo pusiste en marcha.

Cuando eras solo, eras totalmente libre, en Ti estaban todos los absolutos: el tiempo, el espacio, la libertad, el amor, la maldad y la bondad. El Todo era solo una pieza, solo un ser, una misma naturaleza; sin fisuras, sin remiendos, sin luchas, sin pensamientos contrarios. Solo uno en tu eternidad, solo uno en tu verdad, solo uno en tu libertad y uno solo en tu naturaleza. Triste, ¿no te parece? Eternamente solo en un absoluto con el que estás fundido: la nada, ese lugar inaprehensible, inconcebible, donde no existe la luz, ni existe la oscuridad, donde el ser no se conoce, donde todo lo que puede ser espera.

¡Oh Dios! te enfrentas a un gran dilema: “ser o no ser”, ese es el dilema. Si decides usar tu poder absoluto, inmediatamente lo perderás, habrás abierto la caja de donde surgen todas las limitaciones, todas las leyes, todas las normas, todas las propiedades que determinan a cada uno de los seres creados. Perderás tu libertad, porque serás prisionero de tu propia creación. Así que ya lo ves, en el momento en que comiences la creación, habrás dejado de ser Dios, habrás dejado de ser un absoluto, único, indivisible, omnipotente e infinitamente sabio; porque las cosas que creas emanan de Ti, ya que no hay nada excepto Tú, por lo tanto serás divisible, tendrás partes, y eso contradice a tu propia naturaleza de Dios. Todo aquello que creas está condenado de antemano, y Tú lo sabes, a volver a las fuentes de la nada de la que partieron, en un bucle cerrado por el que circulan todas las limitaciones y sufrimientos imaginarios. Ya ves, Tú mismo eres la fuente de todo sufrimiento, el absoluto bien y el absoluto mal, el infierno y la gloria circulando en ese bucle que parte de Ti y termina en Ti. Y al final, por estar bajo la maldición de la eternidad, seguirás sólo, porque solo así puedes ser absoluto, solo así puedes ser Dios.

Francisco Murcia.



Oh, las palabras

  Oh, las palabras 20 – 10 – 2023   Las palabras bullen dentro de mi como fieras enjauladas, van y vienen, se vuelven y revuelve...