lunes, 13 de noviembre de 2017

El tiempo perderá la batalla si eres capaz de amar hasta el final.

A pesar de todo te he vencido.

El otoño llegó sin darnos cuenta,
y sus vientos barrieron las hojas que
asesinadas por la indiferencia,
yacían muertas a nuestros pies,
alfombrando los estériles caminos
de nuestros perdidos pasos a la nada.

Así llegó el invierno y el silencio,
entró el gélido frío en nuestras vidas
perdidas en horizontes inciertos,
oteando desde lomas solitarias,
escondidas en memorias olvidadas,
escrutando los segundos que pasaron,
las horas, los días y los años
de aquella primavera memorable.

Llegaron los furores del verano,
agostaron la frondosa primavera,
y entera nuestra vida se apagó,
arrasada por fuegos inventados,
devastada por ausencia de esas gotas
que negaron el rocío del amor.
Y amanecen secas las mañanas,
la fuente de los gestos se secó,
el roció de esas tiernas miradas
se ha perdido en nuestros ojos secos,
que buscan anhelantes un detalle,
un destello, una chispita escondida
donde prender esa llama que un día,
trémula, alumbraba nuestras noches
y animaba al amor en la alborada.

El otoño se impuso con sus vientos,
y alfombró de hojas muertas nuestro suelo.
Polvo en los caminos solitarios,
donde ya no dejan huellas nuestros pasos.
A lo lejos se disuelven horizontes
entre brumas perdidas de unos años
donde creo que hubo primavera,
pero ya queda tan lejos en el tiempo,
que el polvo va cubriendo los recuerdos
y borrando las huellas de un pasado
del que tengo más dudas que certezas,
pues surgen en mi memoria las nubes
que anuncian el ocaso de mi vida.


Confusamente sé que hay algo cierto,
algo de mis recuerdos si que fue,
no es locura ni es invento de viejo
exhausto del camino recorrido,
es la firma indeleble de la vida
trasmitida a través de nuestros hijos,
es la firma en las arrugas de mi piel,
canales esculpidos en mi rostro
por un Cronos cruel e inalterable,
aceñas que me dicen que estoy vivo,
que guardan en sus grietas aún la esencia
de unas fuentes que ha tiempo se secaron.

Hoy contemplo las hojas de mi otoño,
y palpo las arrugas de mi rostro,
que inician un amago de sonrisa.
Está escrito en mi cara que he vivido,
aunque el mar de los olvidos ahogue
las eternas primaveras memorables,
los fuegos de veranos angustiosos,
los ocasos terrosos del otoño
y los gélidos fríos del invierno.

A pesar de todo, ya ves, Cronos,
a pesar de todo te he vencido.

Francisco Murcia.

1 comentario:

  1. Uno de los mejores poemas que he leído tuyos compañero. ¡Enhorabuena!

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