El tiempo perderá la batalla si eres capaz de amar hasta el final.
A
pesar de todo te he vencido.
El
otoño llegó sin darnos cuenta,
y
sus vientos barrieron las hojas que
asesinadas
por la indiferencia,
yacían
muertas a nuestros pies,
alfombrando
los estériles caminos
de
nuestros perdidos pasos a la nada.
Así
llegó el invierno y el silencio,
entró
el gélido frío en nuestras vidas
perdidas
en horizontes inciertos,
oteando
desde lomas solitarias,
escondidas
en memorias olvidadas,
escrutando
los segundos que pasaron,
las
horas, los días y los años
de
aquella primavera memorable.
Llegaron
los furores del verano,
agostaron
la frondosa primavera,
y
entera nuestra vida se apagó,
arrasada
por fuegos inventados,
devastada
por ausencia de esas gotas
que
negaron el rocío del amor.
Y
amanecen secas las mañanas,
la
fuente de los gestos se secó,
el
roció de esas tiernas miradas
se
ha perdido en nuestros ojos secos,
que
buscan anhelantes un detalle,
un
destello, una chispita escondida
donde
prender esa llama que un día,
trémula,
alumbraba nuestras noches
y
animaba al amor en la alborada.
El
otoño se impuso con sus vientos,
y
alfombró de hojas muertas nuestro suelo.
Polvo
en los caminos solitarios,
donde
ya no dejan huellas nuestros pasos.
A
lo lejos se disuelven horizontes
entre
brumas perdidas de unos años
donde
creo que hubo primavera,
pero
ya queda tan lejos en el tiempo,
que
el polvo va cubriendo los recuerdos
y
borrando las huellas de un pasado
del
que tengo más dudas que certezas,
pues
surgen en mi memoria las nubes
que
anuncian el ocaso de mi vida.
Confusamente
sé que hay algo cierto,
algo
de mis recuerdos si que fue,
no
es locura ni es invento de viejo
exhausto
del camino recorrido,
es
la firma indeleble de la vida
trasmitida
a través de nuestros hijos,
es
la firma en las arrugas de mi piel,
canales
esculpidos en mi rostro
por
un Cronos cruel e inalterable,
aceñas
que me dicen que estoy vivo,
que
guardan en sus grietas aún la esencia
de
unas fuentes que ha tiempo se secaron.
Hoy
contemplo las hojas de mi otoño,
y
palpo las arrugas de mi rostro,
que
inician un amago de sonrisa.
Está
escrito en mi cara que he vivido,
aunque
el mar de los olvidos ahogue
las
eternas primaveras memorables,
los
fuegos de veranos angustiosos,
los
ocasos terrosos del otoño
y
los gélidos fríos del invierno.
A
pesar de todo, ya ves, Cronos,
a
pesar de todo te he vencido.
Francisco
Murcia.
Uno de los mejores poemas que he leído tuyos compañero. ¡Enhorabuena!
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