
Tus reflejos en mi tiempo.
14 – 08
- 2019
Es
curioso como nos puede embelesar el fugaz resplandor de una libélula que cruza
rauda, en relampagueante zig-zag, las tranquilas aguas de una charca que ya no
tiene corriente, que simplemente está ahí como resto de algo que fue y que ahí
quedó, esperando que el tiempo beba la última de sus gotas. Nada perturba la
suave serenidad del espejo de esas aguas que, tranquilas, se ofrecen en
sacrificio al sol del día a día, ajenas a las tormentas. Tan sólo esperan en
silencio, y su vida sólo es el reflejo de ese cielo donde juega con las nubes.
Y de
pronto, un resplandor juguetón zigzaguea entre espadañas; se detiene, hiende
suave su pico en el espejo del agua, y unos esbozos de ondas difuminan su
figura y escriben entre la brisa los ecos de una pregunta ¿Me puedo quedar
contigo?, pues me gusta lo que he visto al contemplar mi reflejo, el murmullo
de los juncos arrulla mi soledad, y me gusta lo que veo cuando me miro en tus
aguas.
Pasadas
son estas aguas,- le digo-, y quiero que
lo comprendas, que ya no son las del río aquel que nació entre las peñas que
sostenían las nubes, aquellas que descendía en cantarinas cascadas saltando de
roca en roca, y hasta las rocas bebían el cristal de sus delicias. No, ya no
son aquellas aguas las que tú ves en la charca, aquí solamente hay días enterrados en el fago,
ahí, en el fondo, donde no llega la luz y no se ven tus encantos. Sigue
errática tu rumbo entre espadañas y
juncos, déjame seguir soñando mientras juego con las nubes y construyo yo mi
mundo entre las pompas del charco. Son fugaces, son y no son a la vez, más
veloces que tu vuelo, y su luz revolotea en tonos de mil colores disociando los
segundos en infinitos momentos, tan inciertos, que apenas dejan de ser cuando
ni siquiera son, pues yo dibujo mi mundo en las pompas de jabón. ¿Sabes por
qué? Porque son como tu vuelo cuando se posó en mi charca, porque están hechas
de viento y son los vientos aquellos quienes ordenan y mandan el ritmo de su
existencia. Yo, querida libélula, tan sólo estaba esperando a que pasara ese
tiempo, donde sólo los ocasos visten de gala los cielos y el cortejo de las
nubes me anuncian la luz de un sueño. Yo, querida libélula, no te esperaba a
ti, tan solo estaba jugando con el reloj de mi tiempo y mi tiempo me engañó
cuando yo vi tus reflejos en las aguas de mi charco.
Francisco
Murcia
No hay comentarios:
Publicar un comentario