
Hay golpes.
16 – 12 - 2017
Hay golpes tan fuertes en la vida
que uno debe elegir si ser caña o ser encina,
si doblegarte a los vientos violentos o resistir,
como resiste la roca, inmóvil,
la ola gigante que la golpea con saña,
diluyéndose en su furia en millones de partículas
que caen sobre el campo de los sentimientos
agostándolo todo,
dejando a su paso un erial,
una extensión de guijarros fríos, duros,
indiferentes a los pasos peregrinos de sentimientos
perdidos.
Hay golpes tan fuertes en la vida,
que hasta la luz del día se apaga,
que hasta el sol se esconde para ocultar el dolor,
que solo la luna amorosa de la noche te ofrece
su luz de sudario blanco de plata
para que envuelvas tus penas,
y abras las puertas del alma y le digas:
oh luna, tú que vives en la noche,
acógeme en el frío de tus alas,
y llévame más allá del horizonte,
donde el día no me encuentre,
donde el sol no pueda secar mis lágrimas,
donde pueda esperar a la vera del camino
hasta agotarse mi tiempo,
pues ya no puedo ni quiero,
ni tengo fuerzas, para seguir caminando.
Llévame, luna, contigo donde se oculta la noche,
y quedarme acurrucado, en silencio,
ahogando los gemidos mientras lamo mis heridas.
No quiero que venga el día y me golpee de nuevo.
Llévame luna contigo a visitar cementerios,
por ver si encuentro una tumba donde descansar mi
cuerpo.
Pero hay noches donde brillan las estrellas,
luciérnagas bellas que adornan el firmamento.
Y la luna se oculta para no apagar su brillo,
nos libera del sudario de su luz blanca de plata y
nos dice:
-mira el cielo, contempla la inmensidad de la obra
celestial,
respira hondo y camina, pues tus días
no se acaban por duro que sea el golpe,
como no se acaba el cielo porque se apegue una
estrella,
cuando se apaga una de ellas, otra nos deja su
brillo.
No le tengas miedo al sol en la aurora que despunta,
acaba ya con tus penas,
pues un lucero se acerca para alumbrar tu camino-.
Y renace la esperanza al clarear la alborada,
la silueta de un ángel se dibuja en lontananza
y una suave sonrisa recibe los rayos del sol,
Todo a mi alrededor estalla en lluvia de estrellas,
el rocío de la noche recompone el universo al primer
rayo de sol.
El ángel llega a mi lado y me susurra al oído:
-No era para tanto, amor, pues yo estoy aquí contigo,
juntemos nuestros caminos y vayamos con el sol
a descubrir nuevos mundos donde reine la ilusión.
Hay golpes tan duros en la vida
que necesitan de un ángel para aliviar el dolor.
Francisco Murcia.
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