Hoy me sigo
preguntando.
9 – 07 - 2019
¿Qué fue lo que hizo que yo escuchara
tu voz?
¿Qué duende secuestró mis ojos
que quedaron prendidos en tu mirada?
¿Qué brisa endulzó tus aromas
que yo bebí y degusté en sabores de
ambrosía?
Sólo ha pasado un momento
y me parece ya un siglo,
cuando a la sombra del árbol,
sentados en aquel banco,
nos dimos el primer beso.
Éramos como niños escapados de la
escuela,
ocultos en aquel parque bajo la
sombra del árbol,
mirándonos extasiados,
viéndonos reflejados uno en los ojos
del otro.
Siempre es la primera vez
cuando los ojos son otros,
siempre es la primera vez
cuando son otros los labios,
siempre es la primera vez cuando ya,
agotado el llanto,
las antiguas emociones son arena,
dunas en un desierto donde ya no hay
horizontes.
Y me sigo preguntando:
¿Por qué yo escuché tu voz?
¿Por qué yo me vi en tus ojos
cuando el mundo se apagó?
No lo sé, no lo sabré nunca.
Tal vez fuera la dulzura que ya daba
por perdida,
tal vez un tono voz
o esos cómplices silencios,
donde escribía el mensaje de mis
íntimos deseos.
No lo sé.
Sólo sé que a la sombra de aquel
árbol
recuperé yo mi mundo,
recuperé los deseos de ser lluvia,
de ser viento,
para recorrer tu cuerpo y penetrar
hasta el alma
confundido con tu aliento,
aunque ya no fuera el mismo,
aunque ya no fuera aquel otro que
perdí,
entre lágrimas de arena en un
desierto olvidado.
Todo ocurrió en el banco, bajo la
sombra del árbol.
Todo lo llevó el viento como
hojarasca de otoño.
Hoy me sigo preguntando
por qué sigo viendo tus ojos,
por qué sigo suspirando.
Francisco Murcia.
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