Una mariposa en mis rodillas.
11 – 08 - 2020
Sentado
bajo las frondas de un árbol añoso y enorme, tan grande, que su sombra alcanza
donde ya mis pasos apenas llegan. Una mariposa se posa en mis rodillas. La
miro, intento descubrir en ella el secreto de su belleza, intento saber por qué
Dios quiso vestir esas galas en algo que, apenas hace un instante, solo era una
larva, un gusano carente de toda gracia, y ahora, cuando el pincel de sus alas pinta
la brisa en colores y dibuja en la mirada de unos ojos ya cansados el perfil de
la esperanza, ahora, bajo la sombra de un árbol añoso, grande, gigantesco,
cuyas umbrías me acogen, precisamente ahora, ha de morir una belleza que apenas
ha sido creada hace un instante, y ya lleva en sus colores grabado lo injusto
de su epitafio: “ahora que ya te vi, ahora puedo morir”.
Mientras tanto, guardo cada segundo que esa bella mariposa reposa su cansancio en mis rodillas en ese lugar donde el tiempo no tiene sentido, donde solo es eterno lo que yo quiero que lo sea, donde el tiempo se para y me lo llevo conmigo. Ese árbol, esa sombra y esa bella mariposa me recuerdan unos ojos, una cara, una sonrisa, y al final, me parece presentir el dulce sabor de un beso que se quedó en el aire; tal vez esperando las alas de una larva que, al final, saldría de su capullo y batiría sus alas en un alocado vuelo que llegó hasta mis rodillas.
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