viernes, 7 de agosto de 2020

Aquí yace la inocencia

La Rosa tiene miedo de sus espinas…|El Arte es pasionante


Aquí yace la inocencia.

26 – 08 - 2020

 

Hoy,

cuando discurro por los últimos resquicios de mi tiempo,

me asalta sobremanera el ayer,

las cosas que dije y que no debí decir,

las que me callé cuando no debí callar,

lo que miré a escondidas y guardé,

como un tesoro propio, como un hilo

que iba suturando los desgarros que sufría mi inocencia.

 

Hoy

todo me parece tan de otro mundo,

de otro sitio donde nunca quise estar,

tan de otro lugar al que yo no pertenezco,

que he de respirar en los vientos del ayer

para seguir caminando,

dibujando parsimoniosamente mis pasos,

como aquel

para quien la meta ya ha perdido todo su sentido.

 

Oh arenas límpidas y blancas del río,

umbrías de alamedas y fuentes escondidas,

oh arroyuelos de aguas cantarinas y vidriosas transparencias,

oh bendita y pura inocencia,

¿dónde quedaste prendida?,

¿qué diabólica zarza te enredó entre sus espinas?

Oh amores inventados en solitarias penumbras.

¿Dónde están las huellas de las primeras miradas?

¿Dónde los fuegos que abrasaban las esperanzas de un beso?

 

Todo,

todo quedó en el ayer,

en aquel mundo donde los pies eran alas,

y las alas,

ilusiones que volaban y volaban, desafiando a la luna.

 

Pienso en un epitafio para un mundo que murió,  

y nos dejó así,

huérfanos de nuestros sueños,

fantasmas que ya no son ni siquiera entre la sombras.

“Aquí yace la inocencia de un presente que murió”.

 

Pesa el tiempo como lápida de muerto,

trepa por nuestros huesos como la hiedra

trepa en la umbría resquebrajando las piedras,

recuperando la arena que fueron en otro tiempo,

sembrando nuevos momentos que ya no serán los nuestros;

nuevos presentes, nueva inocencia y al final

un inquilino más bajo el siniestro epitafio.

 

Hoy,

cuando mis pies ya no dibujan huellas,

sino surcos donde enterrar los recuerdos,

vago al presente que fui, buscando esa inocencia,

la que se quedó prendida y desgarrada entre espinas,

por si aún queda algo de ella, una pizca

donde asentar la última huella, y sonreír

con esa sonrisa amarga que da la resignación,

y poder decir adiós a un presente que ya tiene su epitafio:

“Aquí yace la inocencia de un presente que murió”

 

Francisco Murcia.

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