Filosófica tristeza
26 – 08 - 2020
Un río de melancolía transita los páramos de mi
soledad.
Pero… ¿de verdad estoy triste?
Yo me siento feliz cabalgando
los arcanos ignotos de mundos imaginados.
¿Dónde están, pues, las fuentes
de ese río que en sus orillas niega las flores
y las playas de arenas blancas?
Tan sólo el zumbido monótono del ventilador
me informa de una vida que existe fuera de mí,
pero no me interesa.
Degusta mi piel el viento suave de esas aspas
que giran y giran
sin otro fin que enviarme un poco de brisa
en una habitación cerrada.
Y no os lo podréis creer,
pero me siento feliz.
Algo melancólico, cierto, pero…
¿no es la melancolía la ambrosía
que alimenta las almas de los poetas?
¿no es la pose de filosófica tristeza
la más adecuada,
la que más conviene
a quien se interna en las intrincadas sendas
por donde han ido esos pocos sabios
que en el mundo han sido?
Eso dijo Fray Luis de León degustando su propia
soledad.
Pero a veces creo que mi soledad es una farsa,
un rincón que yo me invento
en el escenario del gran teatro del mundo.
Me retiro a ese rincón e,
inmediatamente,
siento la mirada de unos ojos que un día
me prestaron un segundo de su tiempo,
respiro un aroma que aún permanece en mi
recuerdo,
acaricio tiernamente un pañuelo que husmeo
como un perrito sin dueño.
Y allí,
en ese rincón escondido,
revivo aquella sonrisa que dibujé con mis
dedos,
mientras tus labios temblaban y los míos
murmuraban un silencioso te quiero.
Por eso digo que mi soledad es una farsa,
una pose simulada de simulada tristeza,
¿y la melancolía?
tal vez sea culpa del ventilador,
de su propia monotonía.
Oigo voces en la calle y el ruido de algún
motor,
debe ser que ahí fuera, tras la ventana,
existe otro mundo,
pero yo sigo en mi rincón,
dibujando en el vacío un recuerdo
que me llevaré a la tumba
para que duerma conmigo el sueño eterno.
Ni siquiera el más allá te barrará de mi
tiempo.
Francisco Murcia.