
Si yo fuera humano
16
– 11 – 2019
Hace
mucho tiempo circulaba por el muro un monólogo que se me antojó precioso. Un
muñeco de trapo, con gorra, bigote muy poblado y aspecto de persona simple de
gran corazón y mucho sentido común, se lamentaba de no ser humano. –Si yo fuera
humano-, comenzaba y seguía enumerando todo aquello que soñaba, todo aquello
que amaría y le gustaría hacer o que simplemente sucediera, desde degustar un
caramelo de chocolate a cambiar el corazón de las personas, y construir un
mundo más amable. Uno de los deseos de ese muñeco de trapo que me quedó
grabado, decía: “si yo fuera humano, les diría a todos los que quiero que los
quiero”. Ese muñeco, en su corazón de trapo, albergaba todo el amor del mundo,
y en su mente imaginada sabía lo importante que es decir: “TE QUIERO”, lo pongo
con mayúsculas porque esa frase significa una entrega sin reservas, un
desnudarse del alma, una forma de ser en otro ser, de existir dejando de ser
tú, para ser tú y yo, dos en uno, cuyos cuerpos separados compartirían el alma,
convirtiéndola en una sola que se proyecta al infinito.
Aquel
monólogo lo compartí porque fue como si mi alma hubiese ocupado aquellos
miembros flácidos, aquella cabeza fofa con su gorra, aquellos ojos simulados,
pero vivos. La voz grave, intencionadamente cadenciosa, desgranaba las
sentencias como si salieran de lo más profundo de mi propio ser: la humildad,
el respeto, la dignidad, la belleza de
lo simple, la hermosura de una sonrisa inesperada, la felicidad del niño que
juega con la pelota. Aquel muñeco, en su alma de trapo, encerraba todo lo bueno
que pude ser el humano, y la frustración de ser encerrado en la oscuridad de su
maleta al terminar la función, sabiendo que el mundo seguirá siendo el que es,
no porque él sea un muñeca, sino porque el humano es una marioneta manejada por
los hilos de su instinto.
“Si
yo fuera humano, les diría a todas las personas que quiero, que las quiero”. Yo
no soy ese muñeco, yo sí soy un ser humano y puedo decirle a las personas que
quiero que las quiero. Porque un “TEQUIERO” es tan importante, que su ausencia
deja heridas que no cicatrizan nunca.
Francisco
Murcia.
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