Ya sabéis de quien os hablo.
25
– 06 - 2019
Transitando
los oscuros senderos de las horas muertas,
cuando
nuestros pasos flotan en las nubes de los sueños
sin
una huella que dejar en la memoria,
entonces
surge ella, ese acaso
que
escribe una bella historia en el libro de tu vida.
Piensa
uno que el destino es un vacío,
un
horizonte fingido para seguir caminando,
y
de pronto,
esa
flor de pétalos delicados, ahí,
como
esperando tu paso,
diciéndote
que su tacto se lo ha secuestrado el tiempo,
pero
su aroma, ¡oh, su aroma!
ni
lo siglos podrán borrar de los vientos
la
fragancia de sus versos,
ni
a su mirada quitarle el brillo
del
arco iris con que ilumina su cielo,
y
el nuestro,
y
mitiga las penumbras de las horas solitarias
y
la aridez del silencio,
donde
se ahogan los ecos de aquellas voces amadas
que
se llevaron los cielos.
No
parecía real,
la
vi menudita entre las otras, y sus pasos
cortitos,
como acariciando el suelo,
como
pidiendo permiso
por
si al quebrar el silencio
algún
verso se escapaba y se hundía
en
ese limbo donde se gesta la nada.
Sí,
os hablo de Dña. Elsa,
la
persona menudita cuya humildad
le
pide permiso al viento para seguir respirando,
al
suelo para que aguante sus pies,
y
a las mariposas les pide que no se ofendan
por
los ecos del murmullo que va dejando en la brisa.
Porque
son sus versos lluvia que alimenta soledades,
que
en el rincón de los sueños,
siembra
los más hermosos jardines.
En
ellos crecen las rosas,
pintan
galas en sus alas gorriones y colibríes,
crecen
las madreselvas y perfuman los jazmines.
En
sus estrofas
salta
la vida de verso en verso,
cabalga
entre sus acentos y al final,
explota
en torrentes de alegría
y
mares de sentimientos que son tan de ella,
pero
sentimos tan nuestros,
que
sin poderlo evitar,
los
reímos o lloramos como niños,
los
llevamos a los sueños para contarle a los duendes
que
un hada los escribió, que no tenía varita,
que
era pequeña y menuda,
que
brillaba como el sol
y
en su corazón guardaba ese amor
que
ilumina las penumbras.
Os
hablo de Dña. Elsa,
Esa
fuente menudita de aguas claras
donde
saciamos la sed los que amamos
y
sentimos como sienten los poetas.
Francisco Murcia.