
Sueños perdidos 1.
16 –
11 - 2012
He
perdido un sueño. Había cielo y nubes, y escarcha y viento, y frío, mucho frío.
Yo estaba calentito en mi cama, tapado con unos retazos de tela gruesa que
hacían las veces de mantas, sobre un colchón de paja de maíz que crujía estrepitosamente
cada vez que me movía. Quietecito, entre las sábanas, al calorcito de los
cuerpos pagados de mis hermanos. Veía el cielo que traspasaba la penumbra de
una luz mortecina que penetraba por un hueco hecho en la pared. De pronto,
siento que caigo en un abismo que no tiene fondo ni paredes, un vacío en el que
no se vislumbra nada material. ¡Y zas! De repente mi cuerpo choca contra la
cama en la que estoy acostado. Me asusto, pero al mismo tiempo me divierte la
sensación, es algo distinto en un mundo en el que todo es frío, excepto la
proximidad de mis hermanos. Intento repetir la experiencia que surgió de forma
espontánea, Busco en mi interior sin saber el qué. Y mientras estoy buscando
ese cielo, nuevamente vuelve a producirse la sensación de caída. Me divierte el
hecho de que pueda repetirlo a voluntad y lo hago hasta que me quedo dormido.
Al
día siguiente vuelvo a intentarlo y lo consigo. Así durante algunas noches.
Después desapareció. Nunca más he podido repetir la experiencia y ahora no
estoy seguro de si aquello fue verdad o simplemente fue el destello último de
un sueño perdido. En todo caso, no hacía frío en el mundo de los sueños, estaba
absolutamente solo jugando a la caída libre, me sentía feliz como solo un niño
puede sentirse.
Aquella
felicidad desapareció, se perdió en el mismo abismo por el que caía yo hasta
chocar con mi cuerpo. Aquel sueño se perdió hace tantos, tantos años, que ya ni
siquiera sé si alguna vez lo tuve. Pero los lejanos vestigios de aquella
felicidad siguen en mi recuerdo. Por eso creo que, aunque lo he perdido, hubo
un día en que navegué por las ondas etéreas del mar de los sueños. Tal vez algún
día vuelva a encontrarlo, porque en la vida todo vuelve al principio.
Francisco
Murcia
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