lunes, 25 de febrero de 2019

Tiempo de descuento

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Sonetos para un adiós

Tiempo de descuento
Soneto libre XIX
29 – 11 - 2018

Debo ser consciente de que estoy en tiempo de descuento,
de que mi partido finalizó y mi enemigo,
ese oscuro azar al que nunca comprendí,
se ha retirado consciente de su triunfo.
Al final, fue bueno conmigo,
su crueldad se limitó a dejarme vivir mi soledad,
a borrar de mi horizonte los “tequieros” que flotaban en el aire,
a dibujar en mis sueños ilusiones que morían a la aurora.
Permitió que te sentarás junto a mi,
que escuchara la suave melodía de tu voz,
que aspirara tus aromas femeninos y me perdiera en tus ojos,
que escribiera mi nombre en el lienzo delicado de tu piel,
me permitió contemplar un ocaso donde escribiste mi nombre.
Pero el nombre se borró al borrar mis horizontes y me dejó
viviendo mi soledad en mis días de descuento.


Francisco Murcia 

sábado, 23 de febrero de 2019

Las dulces notas de un verso

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Las dulces notas de un verso
23 – 02 - 2019
A veces dejo que las palabras se filtren
y penetren cada fibra de mi cuerpo.
Quiero cabalgar los versos,
como corceles briosos
que devoran las distancias entre el ser y el no ser,
entre la noche y el día,
entre horas anodinas de vigilia,
y aquellas otras,
fantásticas,
que iluminan las penumbras de mis noches.

A veces dejo que las palabras me inunden,
vengan de donde vengan, 
sea cual fuere la fuente que las alumbre.
Yo las bebo libando cada sílaba,
dejando que su sonido me penetre,
hasta concebir en mis entrañas
el amago de algo que podría ser un verso, 
o simplemente
el grito desesperado de mi impotencia.
En todo caso,
siempre sería la turbulenta expresión
de unos sentimientos escondidos
en ese lugar donde los sueños no llegan,
o sí, tal vez si llegan
y yo no me he dado cuenta.

A veces dejo que las palabras me hieran,
que sangre por le herida la música de los versos,
que cabalguen en estrofas lágrimas de agonía,
que la agonía me ahogue en el mar de mis tristezas
y que navegue ese mar el don de la poesía.

Entonces hincha las velas  la brisa de la esperanza
y perfila horizontes para mis desconocidos.
Vuelve a nacer el día,
y dejo que las palabras construyan versos,
y los versos se articulen en estrofas
para dar gracias al sol
y volver a sonreís a pesar de las heridas.

A veces me olvido de las palabras,
las dejó ahí,
amontonadas,
como la paja y el trigo en una parva,
hasta que llegan los vientos y ellas, atrevidas,
se sumergen en la brisa y cruzan fugaces
la sima de los silencios.
Entonces vibra en mi soledad el alma
y compone en su agonía
las dulces notas de un verso.


Francisco Murcia.

jueves, 21 de febrero de 2019

Sueños perdidos II

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Sueños perdidos II
21 – 02 – 2019

He tenido un sueño, gritaba Martin Luther King a su auditorio. En aquel sueño vio que la violencia engendraba violencia; que el odio, la inmoralidad y la mentira son cánceres que se alimentan a sí mismos y se convierten en monstruos que matan todo lo que de bueno hallan a su paso. Aquel sueño no se perdió. A él le costó la vida, pero su mensaje se extendió por todo el mundo. Sin embargo, hoy hemos de preguntaros si aquel sueño no ha sido olvidado, si aquel sueño no se ha perdido como tantos otros a través de la historia.

Hoy nos acostamos, cerramos los ojos cansados de otear el horizonte de esperanzas imposibles, fatigados de recorrer los penumbrosos rincones donde se esconden los últimos retazos de ilusión, húmedos aún porque todavía no se han vertido todas las lágrimas que manan de la fuente de la desgracia. Y así, en ese mundo intermedio en el que se fabrican los cuentos de hadas, donde nuestra razón se da un respiro y comienza a tejer la malla de historias imposibles, donde el niño que llevamos dentro sale a jugar con los relojes de Dalí, comenzamos a soñar y sin darnos cuenta, una sonrisa se dibuja en nuestros labios. Vista desde fuera esa sonrisa parecería un rictus de amargura, pero desde dentro, desde el niño que ha emergido a la luz de la inconsciencia, es una bellísima risa infantil que lo ilumina todo. Tal vez por eso, al despertarnos, encontramos los restos de energía para hacer frente a un nuevo día y nos preguntamos ¿qué habré soñado para tener ganas de seguir viviendo?

Otro sueño perdido. Pero no me preocupa porque vendrán más y más, hasta que tal vez, cuando ya haya perdido toda esperanza, pueda agarrar entre mis manos al último de los sueños y esconderlo en lo más hondo de mi corazón, allí donde las cosas se sienten, se cuidan, se aman y se miman. Entonces me sentiré libre de la pesada realidad que aprisiona mi espíritu y podré volar, y podré surcar los espacios abiertos del luminoso y etéreo océano de los sueños, y tal vez pueda encontrar todos aquellos que se me fueron perdiendo en el camino de la vida.


Francisco Murcia. 

miércoles, 20 de febrero de 2019

Yo no puedo ser poeta


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Yo no puedo ser poeta
19 – 02 - 2019

Siempre quise ser poeta,
pero me perdí en una jungla de hojarascas y malezas,
de lacrimosos otoños y de inviernos solitarios,
mascando entre las penumbras de soledades vacías,
palabras y más palabras,
ecos de un alma perdida que se quedaba en silencio,
extraviada, sin rumbo,
sin frases que fueran versos,
sin versos que compusieran siquiera un pareado,
o simplemente expresaran, aunque sin tino ni rima,
algunas de las angustias nacidas de fútiles ilusiones
que se quedaron en humo.

Siempre quise ser poeta, pero ¡ay!
ni siquiera soy capaz de abandonar ese yo
que exige y pide cariños
pero se queda en silencio cuando la llama el amor.

Y es que el amor del poeta debe ser universal:
amor al amor que viene
trenzado entre las miradas de unos ojos de rubí,
amor a risas y cantos de las infancias felices,
amor al pétalo suelto que exhibe tonos distintos,
y a la rosa del jardín
que presta su lozanía a la corona del muerto;
amor a las huellas en la piel
de frío, lluvias y vientos.

Pero yo no soy poeta,
porque yo no sé cantar las angustias del obrero,
de la obrera y de la madre
que deja al hijo en la cuna para servir a los amos,
porque no tengo valor
para seguir a mi Amanda por esas calles mojadas
en busca de su Manuel,
porque hablo por hablar,
sin sentido ni razón,
porque yo no tengo voz para delicados trinos
y condensar la vida entera en cinco minutos;
tal vez porque no tengo Amanda
con su cabello mojado que venga a lamer mis lágrimas.

No lo sé,
no sé por qué yo no puedo ser poeta.
Pero me gustaría,
me gustaría mucho poder abrir la ventana,
ver las calles mojadas
y la sonrisa de Amanda, corriendo hacia mi puerta.
Yo no puedo ser poeta.


Francisco Murcia  

martes, 19 de febrero de 2019

Sueños perdidos 1

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Sueños perdidos 1.
16 – 11 - 2012

He perdido un sueño. Había cielo y nubes, y escarcha y viento, y frío, mucho frío. Yo estaba calentito en mi cama, tapado con unos retazos de tela gruesa que hacían las veces de mantas, sobre un colchón de paja de maíz que crujía estrepitosamente cada vez que me movía. Quietecito, entre las sábanas, al calorcito de los cuerpos pagados de mis hermanos. Veía el cielo que traspasaba la penumbra de una luz mortecina que penetraba por un hueco hecho en la pared. De pronto, siento que caigo en un abismo que no tiene fondo ni paredes, un vacío en el que no se vislumbra nada material. ¡Y zas! De repente mi cuerpo choca contra la cama en la que estoy acostado. Me asusto, pero al mismo tiempo me divierte la sensación, es algo distinto en un mundo en el que todo es frío, excepto la proximidad de mis hermanos. Intento repetir la experiencia que surgió de forma espontánea, Busco en mi interior sin saber el qué. Y mientras estoy buscando ese cielo, nuevamente vuelve a producirse la sensación de caída. Me divierte el hecho de que pueda repetirlo a voluntad y lo hago hasta que me quedo dormido.

Al día siguiente vuelvo a intentarlo y lo consigo. Así durante algunas noches. Después desapareció. Nunca más he podido repetir la experiencia y ahora no estoy seguro de si aquello fue verdad o simplemente fue el destello último de un sueño perdido. En todo caso, no hacía frío en el mundo de los sueños, estaba absolutamente solo jugando a la caída libre, me sentía feliz como solo un niño puede sentirse.

Aquella felicidad desapareció, se perdió en el mismo abismo por el que caía yo hasta chocar con mi cuerpo. Aquel sueño se perdió hace tantos, tantos años, que ya ni siquiera sé si alguna vez lo tuve. Pero los lejanos vestigios de aquella felicidad siguen en mi recuerdo. Por eso creo que, aunque lo he perdido, hubo un día en que navegué por las ondas etéreas del mar de los sueños. Tal vez algún día vuelva a encontrarlo, porque en la vida todo vuelve al principio.


Francisco Murcia

sábado, 9 de febrero de 2019

El olvido


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Sonetos para un adiós.

El olvido
Soneto libre XVIII
28 – 11 - 2018

Qué es el olvido me pregunto
cuando ansío en mi pantalla un mensaje.  
Es un oscuro vacío, me respondo,
y quiero llenar de luz una superficie blanca,
y de pétalos brillantes el azul con el que adorno mis sueños,
escribir en la clara superficie que me ofrece la pantalla,
un “tequiero” tan inmenso, tan grande, tan eterno, 
que traspase las barreras del pasado y del futuro,
que quede inscrito en el alma, en esa primera piedra
donde todo lo que es se asienta y todo lo que será se basa.
Sabes lo que te digo?, que el olvido no existe,
es un oscuro vacío que se parece a la muerte,
es una brisa sin aire, un espejo sin imagen,
es un adiós que no conoce destino.


Francisco Murcia.

martes, 5 de febrero de 2019

Cuando el tiempo se termina

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Cuando el tiempo se termina
1 – 02 - 2018

Cuando en el camino
el tiempo borra las huellas,
y el polvo de los días va borrando los recuerdos,
echo de menos los aromas olvidados
a tierra húmeda,
a hierba recién segada.
Me faltan los perfumes de las rosas en la huerta,
y a la entrada el olor de los geranios.

Cuando ya no queda tiempo,
siento las lágrimas
que quedaron encerradas entre ausencias de “tequieros”,
y el rostro,
hierático escaparate de estúpidas vanidades,
por fin quiebra sus canales
ensayando una sonrisa que perdió
cuando aún había tiempo.

Ya el camino se termina
y no quedan horizontes.
Detrás,
las huellas del pasado se borraron
y delante,
apenas una ilusión,
algo que quiso ser una nube
y se quedó en un suspiro que la brisa se llevó.

Cuando el tiempo se termina,
mueren los besos que quedaron olvidados.
Labios secos
esperan anhelantes lo que no quisieron dar
cuando aún quedaba tiempo.


Francisco Murcia.

Oh, las palabras

  Oh, las palabras 20 – 10 – 2023   Las palabras bullen dentro de mi como fieras enjauladas, van y vienen, se vuelven y revuelve...