
Tristes
ocurrencias.
18 – 01 - 2019
Escribimos ocurrencias
y las vestimos con ese ropaje, tantas veces fofo,
hueco,
sagrario de simuladas tristezas con que se visten los
versos.
Y mientras,
el mundo a nuestro lado,
discurre en desbordados arroyos de sufrimientos
reales,
en ríos de lágrimas que se derraman
por los oscuros valles de la impotencia.
Sumidos en nuestro abismo,
vendamos los arañazos de las propias
frustraciones
con sueños imaginados,
con inventados ocasos de cielos multicolores,
y en medio,
a contraluz de ilusiones,
perfilamos la figura de una bella mariposa que brilla
entre las penumbras de una alcoba solitaria,
sarcófago de silencios.
Fuera, el cielo sigue azul,
azul eterno,
azul inmenso donde el sol firma su paso cada día,
pero.. oh siniestras sombras de la noche
que dejáis vuestros fantasmas anclados en mi ventana,
que me negáis esa aurora que viste de luz el alba,
sombras siniestras
que emergen del nicho donde se encierra mi yo,
tímido y perdido,
que no quiere ver el sol.
¡Oh sombras de mi noche!
aún no estoy muerto,
aún mi lápida está ausente de epitafios,
aún la tierra removida sigue húmeda
y no es el tiempo para darme sepultura.
Aún respiro,
aún suena tímida mi voz,
apenas un susurro
que reclama un atisbo de calor,
un aliento de esperanza
que borre los epitafios que ya graban en mi lápida:
“aquí yace un yo perdido cuya sombra lo mató”.
Firma el sol su paso cada día,
y ya véis,
aquí escribiendo ocurrencias,
no sé si es pura y simple soledad
o es una inmensa tristeza
de ver a mi alrededor miradas sin horizontes,
labios que ya no besan,
pechos que no amamantan,
gargantas que ya no gritan el sufrimiento del otro,
ir y venir presuroso derrochando los minutos
y los días y los años,
en busca de fantasías,
de sueños imaginados que nos secuestran la vida.
En fin, ya lo veis,
puede ser falsa tristeza,
pero una húmeda perla se precipita al teclado
mientras visto con mis versos
estas tristes ocurrencias.
Francisco Murcia.
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