Carta del enamorado a la enamorada.
Con las alas desplegadas.
2 – 03 - 2018
Hace no mucho tiempo,
circulaba por el muro un monólogo que se me antojó precioso. Un muñeco de
trapo, con gorra, bigote muy poblado y aspecto de persona simple de gran
corazón y mucho sentido común, se lamentaba de no ser humano. –Si yo fuera
humano-, comenzaba, y seguía enumerando todo aquello que soñaba, todo aquello
que amaría y le gustaría hacer o que simplemente sucediera; desde degustar un
caramelo de chocolate a cambiar el corazón de las personas y construir un mundo
más amable. Uno de los deseos de ese
muñeco de trapo que me quedó grabado, decía: “si yo fuera humano, les diría a
todos los que quiero que los quiero”. Ese muñeco, en su corazón de trapo,
albergaba todo el amor del mundo, y en su mente imaginada sabía lo importante
que es decir: “TE QUIERO” Lo pongo con mayúsculas porque esa frase significa
una entrega sin reservas, un desnudarse del alma, una forma de ser en otro ser,
de existir dejando de ser tú, para ser tú y yo, dos en uno, cuyos cuerpos
separados compartirán el alma, convirtiéndola en una sola que se proyecta al
infinito.
Aquel monólogo lo compartí
porque fue como si mi alma hubiese ocupado aquellos miembros flácidos, aquella
cabeza fofa, con su gorra, aquellos ojos simulados, pero vivos. La voz grave, intencionadamente cadenciosa,
desgranaba las sentencias como si salieran de los más profundo de mi propio
ser: la humildad, el respeto, la dignidad, la belleza de lo simple, la
hermosura de una sonrisa inesperada, la felicidad del niño que juega con la pelota.
Aquel muñeco, en su alma de trapo, encerraba todo lo bueno que puede ser el
humano, y la frustración de ser encerrado en la oscuridad de su maleta al
terminar la función, sabiendo que el mundo seguirá siendo el que es, no porque
él sea un muñeco, sino porque el humano es una marioneta manejada por los hilos
de su instinto.
“Si yo fuera humano, les
diría a todas las personas que quiero, que las quiero”. Yo no soy ese muñeco,
yo sí soy un ser humano y puedo decirle a las personas que quiero, que las quiero.
Por eso, querida, porque estás entre las personas que quiero, te digo que TE
QUIERO, con mayúsculas, que queden bien grabadas en los anales del tiempo.
La quiero
2 – 03 - 2018
Tengo que escribir a las sombras de la noche
y decirles que la quiero,
que protejan su sueño en un manto de silencio,
que detengan la alborada más allá del horizonte
y que la dejen volar.
Porque ella es un ángel y lleva mi corazón en sus
alas,
y el suyo, lo llevo yo en mi pecho,
en mi pecho y en mi alma.
Oh sombras de la noche!, amparad pues nuestro sueño,
decidle al sol que cabalga a lomos del arco iris,
que detenga su jornada y que espere,
mi ángel está soñando y me transporta en sus alas.
Tengo que escribir al sol para que demore el día,
para verla traquinando entre rosas y geranios.
He de decirle a la luna que guarde su luz de plata,
y comentarle al espejo que le secuestre su imagen,
para tenerla conmigo más allá de las penumbras,
de los labios de la noche y los geranios del día.
Debo preguntar a Dios cómo se detiene al sol,
cómo se para la noche cuando ella está soñando,
cómo demorar el día cuando me miro en sus ojos,
cómo detener la brisa que me roba sus suspiros.
He de preguntarle al tiempo cómo se para el reloj,
como se encierra en segundos la eternidad de un
momento.
He de firmar con mi Dios un testamento divino:
que se quede con mi alma,
y que conserve a mi ángel con sus alas desplegadas.
Francisco
Murcia