jueves, 31 de enero de 2019

Duende cruel


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Duende cruel.
31 – 01 - 2019

¿Por qué anidas dentro de mi?
¿Por qué germinas tormentas que me sacuden,
que me queman y me hielan?
¿Por qué has sembrado la imagen de una fruta
que nunca podré alcanzar?
Dime por qué,
duende cruel,
me castigas secuestrando esas miradas
que no son para mi,
donde leo los secretos escondidos
de las ninfas entregadas de mis sueños.

Sordo quiero ser
a los cantos de sirenas traicioneras,
pero ¡ay!, son tan hermosas
y son tan bellas sus notas
que quiero morir con ellas.
Y quiero ser ciego
para no ver los encantos de jardines prohibidos,
y quiero que mi palabra se ahogue
en los ecos apagados de susurros
que no encuentran los latidos
donde sembrar sus arrullos.

¿Por qué anidas dentro de mi,
duende procaz y cobarde,
si al primer rayo de luz te ocultas entre las sombras?
¿Por qué, dime, por qué me turbas
mostrándome paraísos en las horas de penumbras?
¿Por qué robas mi inocencia? 
¿De qué sirve que me muestres la crueldad de este mundo?

Déjame con mi inocencia,
con mi aro y mis canicas,
con ese regazo amable y esa mirada tierna
que sólo te da una madre.
Olvídate de mis años,
de mis pasos extraviados y de esas huellas,
dejadas en un camino que yo no hice,
pues no hice camino al andar,
tan solo pasos y pasos
sin encontrar un destino.

¿Por qué anidas dentro de mi? 
¿Por qué vistes mis fantasmas con imágenes robadas,
con ilusiones que mueren al primer rayo del alba?
Vete ya, duende, de mi,
y déjame regresar con mis años a la espalda,
a recoger mis canicas que olvidé,
y regresar a mi infancia.


Francisco Murcia. 

miércoles, 30 de enero de 2019

Era una paz extraña

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Era una paz extraña
27 – 01 - 2019

Era una paz extraña,
ausente de gestos,
vacía de miradas,
una paz sin estridencias,
sin fulgores ni negras asechanzas.

Era la paz de los muertos,
la paz de los silencios que consumen las entrañas,
era la paz de un ocaso
vivido por tanto tiempo,
que los vestidos del cielo perdieron sus tonos claros
y se hundieron en un gris monótono,
mensajero de penumbras de una noche sin aurora.

Era una paz extraña,
la paz que viven los muertos.
La muerte quedó en el alma,
cuando el alma se ausentó
y faltaron las palabras,
y faltaron las miradas,
y el peso de los silencios se convirtió en una lápida.

Era una paz extraña
en un sepulcro vacío con un extraño epitafio:
Aquí yacen las miradas que no supieron cruzarse,
aquí yacen las palabras que quedaron olvidadas.


Francisco Murcia. 

lunes, 28 de enero de 2019

Preguntándole a espejo


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Sonetos para un adiós.

Preguntándole al espejo
Soneto libre XVII
28 – 11 - 2018

Sabes, cuando me miro al espejo,
le pregunto a ese que veo ante mí
por qué está  ahí, qué hace mirándome,
por qué me interroga cruelmente.
Si, ya lo sé, yo no valgo nada.
¿Por qué me invitan sus pupilas a oscuras profundidades?
Le vuelvo la espalda y con desdén me la vuelve.
Al final, ¿quién eres tú? Le pregunto,
que te veo cada día y cada día te siento
y sin embargo, ya ves, sigo sin conocerte
aunque estés dentro de mi y me  engañen
los reflejos de los ojos de tu imagen.
Porque mi yo no está aquí, hace tiempo que se fue,
Tan solo es una sombra la que se mira al espejo.

Francisco Murcia



sábado, 26 de enero de 2019

Tan solo una lágrima


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Tan solo una lágrima.
25 – 01 - 2019

Una lágrima, tan solo una lágrima.
De un alma errante,
hambrienta de “tequieros”,
de roces amorosos
y achuchones de regazos entregados,
¿qué se puede esperar más allá de una lágrima,
como último adiós
en el andén donde termina la vida?

Sin embargo,
un arroyo de lágrimas,
un río desbordado
hubiera merecido ese rostro por fin sereno,
en paz,
orlado con el halo de la calma infinita
del infinito viaje de ese tren llamado vida
que termina en un sepulcro,
estación donde lo eterno retorna,
para decirle a los muertos que la vida no termina,
que no es más que una estación,
y la  muerte,
una ilusión de fantasmas que están,
pero que nada son
fuera de los eternos silencios de un infinito vacío.

Fuiste tan grande en la vida,
y tanto fue tu sufrimiento,
que el líquido mar de tus ojos,
¡oh madre!,
se derramó en el camino,
entre vientres abombados y macilentos pellejos
 donde dejaste tus días,
desgranando tus momentos entre rumores de arrullo
y gestos de desespero.

Veo tu cuerpo yerto,
tu rostro sereno,
como no lo había visto nunca.
Un beso en la frente
y el frío penetra por mis labios.
Una lágrima resbala por mi mejilla
y de pronto,
desfilan por mis recuerdos esos besos que no tuve,
todos los besos que no te di,
todos los “tequieros” que mis miedos te negaron,
y todos los que anhelé,
y que siguen escondidos en ese rostro sereno.

Porque sé que están contigo,
como rosas de un jardín que te espera
al otro lado del nicho.
Una lágrima,
tan solo una lágrima.
Claro, somos hombres,
y los hombres no lloran,
eso decía mi padre a quien nunca vi llorar.
Una lágrima bastaba
para el adiós del regazo que nos regaló la vida.


Francisco Murcia. 

sábado, 19 de enero de 2019

Tristes ocurrencias

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Tristes ocurrencias.
18 – 01 - 2019
Escribimos ocurrencias
y las vestimos con ese ropaje, tantas veces fofo, hueco,
sagrario de simuladas tristezas con que se visten los versos.
Y mientras,
el mundo a nuestro lado,
discurre en desbordados arroyos de sufrimientos reales,
en ríos de lágrimas que se derraman
por los oscuros valles de la impotencia.

Sumidos en nuestro abismo,
vendamos los arañazos de las propias frustraciones 
con sueños imaginados,
con inventados ocasos de cielos multicolores,
y en medio,
a contraluz de ilusiones,
perfilamos la figura de una bella mariposa que brilla
entre las penumbras de una alcoba solitaria,
sarcófago de silencios.

Fuera, el cielo sigue azul,
azul eterno,
azul inmenso donde el sol firma su paso cada día,
pero.. oh siniestras sombras de la noche
que dejáis vuestros fantasmas anclados en mi ventana,
que me negáis esa aurora que viste de luz el alba,
sombras siniestras
que emergen del nicho donde se encierra mi yo,
tímido y perdido,
que no quiere ver el sol.

¡Oh sombras de mi noche!
aún no estoy muerto,
aún mi lápida está ausente de epitafios,
aún la tierra removida sigue húmeda
y no es el tiempo para darme sepultura.

Aún respiro,
aún suena tímida mi voz,
apenas un susurro
que reclama un atisbo de calor,
un aliento de esperanza
que borre los epitafios que ya graban en mi lápida:
“aquí yace un yo perdido cuya sombra lo mató”.

Firma el sol su paso cada día,
y ya véis,
aquí escribiendo ocurrencias,
no sé si es pura y simple soledad
o es una inmensa tristeza
de ver a mi alrededor miradas sin horizontes,
labios que ya no besan,
pechos que no amamantan,
gargantas que ya no gritan el sufrimiento del otro,
ir y venir presuroso derrochando los minutos
y los días y los años,
en busca de fantasías,
de sueños imaginados que nos secuestran la vida.

En fin, ya lo veis,
puede ser falsa tristeza,
pero una húmeda perla se precipita al teclado
mientras visto con mis versos
estas tristes ocurrencias.

Francisco Murcia.


viernes, 18 de enero de 2019

Regreso a mi soledad

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Sonetos para un adiós

Regreso a mi soledad
Soneto libre XVI
24 – 11 - 2018

Aquí me tienes otra vez, ¡oh soledad!
Te saludo como un viejo compañero y me recibes 
como a un hijo, porque siempre supiste que volvería.
Eres muy sabia en tu silencio, callaste cuando me fui
persiguiendo un pétalo en el que creí ver escrito
mi nombre, y callas ahora,  a mi regreso,
porque sabes que ese nombre, escrito en etéreos suspiros,
podría haber sido cualquiera, cualquier nombre ya perdido
entre junglas de jardines ya marchitos.
Torpe, torpe, fui tan torpe que escribí mi nombre
con letras de sangre y lo firmé con lágrimas
que manaron de fuentes que estaban secas.
El pétalo siguió su camino dejando caer mis letras,
y yo regresé a ti, ¡oh soledad!, tú siempre estarás conmigo.



Francisco Murcia.

jueves, 17 de enero de 2019

No sé si estoy triste


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No sé si estoy triste
16 – 01 - 2019

No sé si estoy triste
porque no veo tus caminos,
porque no veo esa alameda,
porque no veo en mis paisajes los sinuosos meandros
dibujando los caprichos de ese Duero silencioso
cuando pasa por el valle.

No sé si estoy triste
porque ya en mis madrugadas
no veo los girasoles
inclinándose sumisos a la salida del sol,
porque no veo las torres
perfilando el horizonte,
porque faltan los aromas al paso de las majadas.

Camino y camino
por aceras que nunca fueron mías,
y a cada paso imagino matorrales y espadañas,
abrojos, espinos y zarzas,
pardales, alondras y tordos que vuelan en desbandada.

No sé si estoy triste
porque me faltan  los torreznos del bar
entre palabra y palabra,
y las risas y las chanzas y las bromas inocentes,
no sé si estoy triste
porque no encuentro mi paisaje.

Voy y vengo un día y otro día,
siempre la misma ruta,
siempre la misma ausencia;
me faltan los girasoles
y las alfombras de verde que prestan los maizales,
me faltan esas alondras,
y me faltan las palomas
que rasgan el cielo azul en rápidos aleteos
y el milano que anida cerca del río,
me falta la sinfonía de fugaces golondrinas,
me falta… qué se yo lo que me falta,
me falta todo cuando al salir a la calle,
no contemplo mi paisaje.



Francisco Murcia.

lunes, 14 de enero de 2019

Prófugo del edén.

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Prófugo del edén.
12 – 01 - 2019

Nunca pensé que la ausencia de una voz
me causara tal vacío,
nunca miré los abismos del abandono
como los miro ahora,
cuando la voz susurrada quedamente,
como arrullo imaginado de un amor que yo soñé,
se pierde
en un vacío que nunca tuvo nada,
solamente una esperanza
colgada de una ilusión perdida,
olvidada
en las secas ramas del árbol de los días,
de los meses y los años pasados,
confiándole a la luna historias para el olvido,
negándole a los espejos su impúdica crueldad.

Nunca pensé que el silencio de un murmullo,
apenas imaginado,
abriera las cicatrices de las heridas de antaño.
Nunca pensé que mi piel,
curtida de desengaños,
se dejara dibujar nuevos mapas de esperanza.
¡No!

Siempre pensé que el amor era cosa de los sueños,
y no quise comprender
que en los sueños solo hay uno,
el otro es ilusión,
fantasma que en las penumbras toma unos ojos prestados
que me miran,  
y unos labios
que esculpen en los silencios el dulce sabor de un beso
y escriben en la alborada el mensaje de un adiós.

Siempre pensé que el amor era cosa de poetas,
trovadores silenciosos de la noche,
plañideras en penumbras escondidas,
ladrones de miradas y sonrisas,
prófugos del edén,
donde el amor terrenal sembró su eterna semilla,
tan amigos de la noche como enemigos del día,
pobres ilusos que inventan los amores que les faltan
y visten sus frustraciones de elegantes fantasías.
Nunca pensé en un amor que no fuera poesía.


Francisco Murcia. 

sábado, 12 de enero de 2019

Eres todo y eres nada.

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Eres todo y eres nada.
13 – 01 - 2018

Eres tan leve como un suspiro,
tan frágil como el cristal,
tan dulce como una rosa,
tan liviana como pompa de jabón tornasolada
que danza sus misterios con la brisa.

Eres tan hermosa
como esas alas
que dibujan universos de colores en inciertos aleteos,
eres fugaz,
como la estrella que rasga la oscuridad de la noche
y se pierde en invisible horizonte,
eres fuego y eres hielo,
eres edén de mis sueños y de mis pesadillas
eres el más negro de mis oscuros infiernos.

Eres el gesto anhelado que me ha regalado el cielo,
la nube que en su humedad me confió sus secretos.
Eres todo y eres nada,
tan solo esa ninfa divina que yo fabriqué en mi sueño.


Francisco Murcia.

miércoles, 9 de enero de 2019

Hoy llueve

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Hoy llueve.
9 – 01 - 2019

Hoy llueve, con suavidad, sin estridencias anunciadoras de desgraciados excesos, dejando que las gotas finas del sirimiri jueguen con el aire antes de llegar al suelo, revoloteen, limpien las hojas de las ramas que se balancean delante de mi ventana en cadencioso vaivén, casi voluptuoso,  que semeja el tremolar de las jóvenes caderas que pasean por La Rambla. En el cristal, las gotas se van juntando y se vuelven perezosas, se deslizan formando sinuosos arroyuelos que descomponen la esbelta figura de esas ramas, que bailan como jóvenes promesas entre rumores de amor y confidencias traviesas. Hoy llueve y está de fiesta todo el dosel de La Rambla, los gigantescos laureles, las humildes jardineras, y recuperan su brillo hasta las flores ajadas.

Salgo muy de mañana. Me pertrecho bien: camisa de manga larga, chaleco grueso sin mangas, me enfundo recios vaqueros y me calzo unos zapatos ya viejos, cerrados, de suela alta, y un paraguas por si acaso me cae algún chaparrón. Y vaya que si cayó. Pero fue hermoso de ver esos árboles gigantes darle gracias a las nubes, librarse de todo el polvo y brillar, al modo que tienen las plantas de agradecer tal delicia. Tamborileo de gotas sobre el abierto paraguas, broncos rumores lejanos cuyos ecos se disuelven en los húmedos arrullos de la lluvia. No tengo prisa, disfruto con la música del agua, con los ecos de los truenos que me llegan apagados y el fulgor ocasional de algún tímido relámpago.

Ahora, tras los cristales, contemplo los arroyuelos que las gotas perezosas van dejando, distorsionando la imagen de la danza de las romas que conversan con el aire, y me llevan a otro tiempo, donde los años no cuentan y parece que no pasan, donde son otros paisajes, donde rugen las tormentas con furores celestiales, retumba todo el valle con la fuerza de los truenos y la tierra se estremece con el trallazo del rayo.

Regreso a casa, tranquilo, dejando atrás los recuerdos. Escucho el tamborileo de gotas sobre el paraguas; me deleito con la humedad de la brisa, mientras me ajusto el chaleco y un mirlo busca refugio bajo las ramas de un árbol. Pobrecito, pienso, debe tener su nido y, tal vez, le esperen unos polluelos que estén muriendo de frío. Una tenue llamita que languidece en un fuego mortecino emerge desde las simas profundas del tiempo, donde exhalan los recuerdos sus últimos suspiros y las horas y los días han perdido su sentido, un recinto penumbroso y unas manitas de niño con los dedos ateridos que se acercan a ese fuego, cuatro pequeñas ascuas y una llamita en el medio. Pienso en esos polluelos que, tal vez, se estén muriendo de frío y recuerdo a aquellos niños en el oscuro recinto. La lluvia sigue cayendo mientras contemplo La Rambla, escucho el tamborileo de gotas tras la ventana, y pienso en todos los niños con sus dedos ateridos, sin un fuego ni un regazo donde encontrar el cariño.  Fuera, el suspiro del viento lleva un mensaje escondido, y entre las gotas de lluvia, una lágrima furtiva se escapa de mi ventana y busca aquellas caritas ateridas por el frío.


Francisco Murcia. 

martes, 8 de enero de 2019

Frente a frente

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Sonetos para un adiós.

Frente a frente
Soneto libre XV
24 – 11 - 2018

No sé si al final quedaré colgado de alguna rama de tu memoria,
como un fruto olvidado que brilló solo porque tú lo miraste.
No sé siquiera si llegaré a la categoría de anécdota,
de un acaso fortuito que se cruzó en tu camino;
no sé, no sé qué momento ocupé de tu tiempo,
no sé si perdiste tu reflejo en mis ojos.
Solo sé que estuvimos frente a frente,
que trenzada entre mis dedos te ofrecí mi eternidad,
que firmaste con un beso un “tequiero”
y que dejaste en mi oído con un roce de tus labios
el arrullo de un amor que me pareció infinito.
Hoy busco ese infinito a la sombra de mi árbol,
ese confidente que sustituyó a la luna, y me dice
que aquel amor quedó entre tus dedos encima de aquella mesa.



Francisco Murcia.

domingo, 6 de enero de 2019

El indefenso era yo

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Sonetos para un adiós.

El indefenso era yo
Soneto libre XIV
22 – 11 - 2018

Te imaginé desnuda entre mis manos,
temblando trémula e indefensa, 
aferrándote con la mirada a tu reflejo en mis ojos.
Te imaginé como fruta caída del árbol,
como rayo de sol perdido en extraño amanecer,
como luna que no encuentra su noche,
como pétalo perdido que ha escapado del jardín y ahora
se acurruca junto a mí temeroso de los vientos.
Pero yo me equivoqué al imaginarte así, 
pues fuiste clara luna de mi noche,
rayo ardiente en mi oscuro amanecer,
y me aferré a mi reflejo en tus ojos,
degusté la fruta que tu árbol me ofrecía,
y al cerrar los ojos tú, supe que el indefenso era yo.



Francisco Murcia.

jueves, 3 de enero de 2019

Con las alas desplegadas

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Carta del enamorado a la enamorada.

Con las alas desplegadas.
2 – 03 - 2018

Hace no mucho tiempo, circulaba por el muro un monólogo que se me antojó precioso. Un muñeco de trapo, con gorra, bigote muy poblado y aspecto de persona simple de gran corazón y mucho sentido común, se lamentaba de no ser humano. –Si yo fuera humano-, comenzaba, y seguía enumerando todo aquello que soñaba, todo aquello que amaría y le gustaría hacer o que simplemente sucediera; desde degustar un caramelo de chocolate a cambiar el corazón de las personas y construir un mundo más amable.  Uno de los deseos de ese muñeco de trapo que me quedó grabado, decía: “si yo fuera humano, les diría a todos los que quiero que los quiero”. Ese muñeco, en su corazón de trapo, albergaba todo el amor del mundo, y en su mente imaginada sabía lo importante que es decir: “TE QUIERO” Lo pongo con mayúsculas porque esa frase significa una entrega sin reservas, un desnudarse del alma, una forma de ser en otro ser, de existir dejando de ser tú, para ser tú y yo, dos en uno, cuyos cuerpos separados compartirán el alma, convirtiéndola en una sola que se proyecta al infinito.

Aquel monólogo lo compartí porque fue como si mi alma hubiese ocupado aquellos miembros flácidos, aquella cabeza fofa, con su gorra, aquellos ojos simulados, pero vivos.  La voz grave, intencionadamente cadenciosa, desgranaba las sentencias como si salieran de los más profundo de mi propio ser: la humildad, el respeto, la dignidad, la belleza de lo simple, la hermosura de una sonrisa inesperada, la felicidad del niño que juega con la pelota. Aquel muñeco, en su alma de trapo, encerraba todo lo bueno que puede ser el humano, y la frustración de ser encerrado en la oscuridad de su maleta al terminar la función, sabiendo que el mundo seguirá siendo el que es, no porque él sea un muñeco, sino porque el humano es una marioneta manejada por los hilos de su instinto.

“Si yo fuera humano, les diría a todas las personas que quiero, que las quiero”. Yo no soy ese muñeco, yo sí soy un ser humano y puedo decirle a las personas que quiero, que las quiero. Por eso, querida, porque estás entre las personas que quiero, te digo que TE QUIERO, con mayúsculas, que queden bien grabadas en los anales del tiempo.

 La quiero
2 – 03 - 2018
Tengo que escribir a las sombras de la noche
y decirles que la quiero,
que protejan su sueño en un manto de silencio,
que detengan la alborada más allá del horizonte
y que la dejen volar.
Porque ella es un ángel y lleva mi corazón en sus alas,
y el suyo, lo llevo yo en  mi pecho,
en mi pecho y en mi alma.

Oh sombras de la noche!, amparad pues nuestro sueño,
decidle al sol que cabalga a lomos del arco iris,
que detenga su jornada y que espere,
mi ángel está soñando y me transporta en sus alas.

Tengo que escribir al sol para que demore el día,
para verla traquinando entre rosas y geranios.
He de decirle a la luna que guarde su luz de plata,
y comentarle al espejo que le secuestre su imagen,
para tenerla conmigo más allá de las penumbras,
de los labios de la noche y los geranios del día.

Debo preguntar a Dios cómo se detiene al sol,
cómo se para la noche cuando ella está soñando,
cómo demorar el día cuando me miro en sus ojos,
cómo detener la brisa que me roba sus suspiros.

He de preguntarle al tiempo cómo se para el reloj,
como se encierra en segundos la eternidad de un momento.
He de firmar con mi Dios un testamento divino:
que se quede con mi alma,
y que conserve a mi ángel con sus alas desplegadas.


Francisco Murcia

Soñando con tu sonrisa

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Sonetos para un adiós.

Soñando con tu sonrisa.
Soneto libre XIII
18 – 11 - 2018

Qué dulces fueron aquellas horas y que dulce tú,
escribiendo con tus ojos los cauces de mi esperanza. 
Qué dulces tus dedos trenzando gestos delicados con los míos,
acariciando mis manos que se dejaban sumisas.
Qué dulce ese amago de sonrisa que iluminaba tu cara
y qué dulces los susurros que se quedaban flotando en el aire,
promesas de tus labios que llegaban a los míos.
Así fue que nos vimos frente a frente, solos,
cabalgamos las nubes de los sueños imposibles,
tú a un lado de la mesa y yo, a dos mundos de distancia.
Qué dulce la brisa que me trae tus aromas,
y qué amargo es el azar que separa nuestras vidas.
Tú sin mi, buscándome entre tus sueños en una orilla lejana,
yo sin ti, a este lado, soñando con tu sonrisa.


Francisco Murcia. 

Oh, las palabras

  Oh, las palabras 20 – 10 – 2023   Las palabras bullen dentro de mi como fieras enjauladas, van y vienen, se vuelven y revuelve...