lunes, 26 de febrero de 2018

Palabras


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PALABRAS
15 – 05 – 2016


Palabras, palabras, palabras,
solo palabras.
Unas tan pesadas como rocas,
otras,
tan livianas como el viento.
Unas queman como el hierro al rojo vivo;
otras,
por el contrario,
son frías
como el rocío a las primeras luces del alba,
como la escarcha que cubre los campos en el más gélido invierno.

Algunas pasan y ni siquiera te arañan,
otras te cortan el alma como afiladas navajas.
Las hay que vuelan, como las nubes,
como la lluvia que abre las flores en la hermosa primavera;
pero hay otras que te arrastran por la tierra,
que te cubren de lodo,
que te ensucian,
que te hieren,
que te queman las entrañas.

Queman las que quedan dentro sin ser pronunciadas nunca,
pesan las que pronuncias
aunque nadie las escuche
porque son los eslabones de las cadenas que cargas.

Palabras, palabras, palabras,
solo palabras,
nada más que palabras,
unas se las lleva el viento,
otras son rocas pesadas que te aplastan con el tiempo.
Pero son tuyas todas ellas,
todas nacieron en ti.
Unas fueron pronunciadas,
otras se  quedaron dentro,
Estén donde estén,
fuera o dentro,
solo son eso: palabras,
los reflejos del espejo donde se mira tu alma.



Francisco Murcia

viernes, 23 de febrero de 2018

El Duero y el tiempo

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El Duero y el tiempo.
13 – 10 - 2016

Como el tiempo,
discurres sinuoso y lento,
contemplando impasible la partida de la vida.
Pueblos, villas y ciudades,
a tu orilla,
van desgranando los albures cotidianos,
día a día,
año a año,
siglo a siglo,
mientras tus aguas tranquilas
reflejan los cielos dorados
de amaneceres de escarcha,
de ocasos anaranjados.

El viento guarda silencio,
reverencia tu paciencia enredando con el tiempo,
pues tú, río Duero sinuoso,
juegas con los momentos como un niño con el aro,
ora lento y mesurado,
más tarde, rápido y presuroso.

Corazón que late en Castilla,
explorador de páramos olvidados,
sangre de nuestra tierra,
esencia de nuestra vida.

Y sin embargo,
descansando en tus orillas,
como un padre bondadoso me acoges en tus umbrías,
un viejo ya casi anciano,
recupero la niñez
entre rumores de carpas que hacen chup chup en el agua,
y aún suenan en mis oídos aquellos gritos lejanos,
pregoneros de los barbos que se vendían vivitos.

Duro es el corazón de los rudos castellanos
que solo ven en tus aguas
provecho para sus vidas,
sin detenerse a escuchar las estrofas de los siglos
etéreas espumas del tiempo
que el Duero lleva consigo.



Francisco Murcia.

martes, 20 de febrero de 2018

La visita


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LA VISITA
Relato corto.
27 – 03 - 2016

Él habla mucho, aparece simpático, jovial. Ella permanece callada y con la mirada baja. Su padre, al que han venido a visitar, sufre las secuelas de un ACV: parálisis del lado derecho y terribles dificultades para comunicarse; sin embargo, sus funciones mentales permanecen correctas. Él ocupa todo el espacio con su verborrea, su fingida animación y sus ansias de protagonismo. Y yo me fijo en esa mujer callada cuya mirada parece querer perderse en el subsuelo contemplando la imaginaria tumba donde, tal vez, le gustaría desaparecer, sumergirse con ese padre que, en el dolor de su soledad, suplica que alguien le ayude a morir. Se pasa las horas muertas junto a la ventana de una antigua mansión reconvertida en residencia de la tercera edad, parece haber tomado posesión de ese lugar y lo asume como algo que le pertenece y que nadie tiene derecho a arrebatarle. La ventana es el único gancho del que cuelga el último retazo de vida que le queda. Mira a su hija y se le escapa una lágrima, sin un gesto, sin una mueca que trascienda al exterior el dolor que le embarga.

Frases cortas, preguntas rápidas que no esperan respuesta, pose dominante que, dado el escaso tamaño de la persona, se me antoja ridículo. No hay una palmadita amistosa para su suegro, para ese hombre vencido que implora su propia muerte; no se observa ningún gesto de compasión. Para él, el viejo de la silla, el padre de su esposa, no existe.

Me hubiera gustado leer en los ojos de ella, penetrar en su mirada. Pero no levanta la cabeza, sus ojos siguen taladrando el suelo. Imagino un inmenso vacío, un espacio de sombras, un torrente de voces ahogadas, un manantial de lágrimas seco, una vida que se apaga en silencio ante la falsa exhuberancia de un marido que ni siquiera la mira, y si la mira, no la ve; no quiere verla porque en el fondo tiene miedo, miedo a enfrentarse a la realidad que esconde. Su protagonismo bufo, le crea la ilusión de ser algo, ilusión  que se mantiene sobre la humillación de ella.

Miro aquella figura de mujer empequeñecida, apagada bajo el torrente de falsa personalidad que exhibe el marido, anulada por su verborrea incontenible y por una exhuberancia gestual más propia de un escenario de una obra cómica que de la situación de sufrimiento en la que se ven inmersos padre e hija. Me imagino el universo vibrante que hay detrás de ese silencio, las lágrimas derramadas en la oscuridad de la noche, las flores que engalanan los caminos imaginarios por los que transita en sus horas de soledad. Me imagino la noche en su alma al tener delante al marido, su deseo de sumergirse en la nada antes que la entierre la indiferencia o la humillación a que se ve sometida.
No recuerdo haber oído su voz, ni siquiera para preguntarle a su padre, aunque la respuesta de este quede colgada en la mirada de unos ojos que penetran donde las palabras no llegan. Tal vez se hablaron con los ojos, esa corriente de intimidades que circula entre dos personas al margen del mundo que los rodea. Sí, es posible que ella le transmitiera todo su dolor. Su padre lo sabe, lleva demasiado tiempo leyendo en los ojos de esa hija, demasiado tiempo soportando la ópera bufa de ese personaje que alimenta su ego con las lágrimas de ella.

-Bueno, que se mejore- Dice él dando por terminada la visita.

Ella se acerca a su padre, sus ojos se encuentran y ambos se sienten fundidos el uno en el otro. No hay palabras, ¿para qué? ya se lo han dicho todo. Con un beso suave en la mejilla, ella le transmite todo el calor humano que lleva dentro y se despiden, no saben si por última vez.


Francisco Murcia.

domingo, 18 de febrero de 2018

Lo cierto es


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Lo  cierto es
15 – 02 - 2018


Lo cierto es
que estás en todas mis noches,
siempre presente y eternamente ausente.
Siempre presente en mis sueños,
eternamente ausente en mi lecho.

Extiendo mi brazo y solo hallo un vacío,
pronuncio tu nombre en silencio
y el silencio me devuelve más silencio, 
y sin embargo, tu presencia en mis sueños 
lo llena todo, lo abarca todo,
ocupa todo mi mundo de paisajes infinitos.

Lo cierto es
que pararía hasta al sol en la frontera del día,
si las auroras borraran tu imagen de mis paisajes.
Siempre presente en mis sueños,
presente en mis pensamientos,
pero eternamente ausente en el hueco de mi lecho.

Te quiero cuando te pienso,
te amo cuando te sueño,
te adoro cuado mis brazos
te abrazan en el vacío y te traen hasta mi,
y mis labios depositan ese “veso” con falta de ortografía,
ese “veso” que es tan nuestro,
que lo escribimos con falta para que nunca nos falte.

Lo cierto es
que estás en todas mis noches,
y por el día tu imagen se pega a mis pensamientos
y trepa como la hiedra por los muros de mis sueños.

Ya ves , eternamente presente y sin embargo,
ausente en el hueco de mi lecho.

Francisco Murcia

viernes, 16 de febrero de 2018

El cofre de tus secretos


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El cofre de tus secretos
13 – 02 - 2018

Construiré una burbuja como cofre
donde guardar tus femeninos secretos.
Un cofre hecho de viento que yo pudiera llevar
en el cuenco de mis manos.
Un suspiro de brisa perfumada
para viajar conmigo a los confines del tiempo.
Un ángel hecho de la nada, solo de espíritu,
de amor y de sentimientos.

Váyanse los faunos ardorosos
que solo alaban tu cuerpo.
Quiero tu ser femenino para adorarte en secreto,
para subirte a los cielos
más allá de los ardores de amorosos galanteos.

Quiero beberte como eres:
ser femenino y perfecto,
donde se crea la vida,
donde se siembra el amor.

Quiero el dulce de tus pechos y el calor de tu regazo.
Oh burbuja que te llevas sus secretos entre las olas del viento,
ven hasta mi y reposa en el cuenco de mis manos,
y te llevaré conmigo donde brillan los luceros.


Francisco Murcia.


martes, 13 de febrero de 2018

Mi amor en un sueño


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Mi amor en un sueño.
6 – 02 - 2018

No sabes cuántas veces te he amado,
incontables, tantas como mis días
de monótona y triste soledad.

Suenan los compases muy lejanos,
de notas que la brisa de la tarde
mezcla con mis pasos solitarios.
Todo el mundo en el pueblo está de fiesta.
Yo paseo con mi sombra que se hunde
en los antros oscuros de la noche..
Me envuelven las tinieblas y tu imagen
luminosa brilla entre mis sueños.
Suenan ecos lejanos de algarabía
de músicas, voces, bailes y fiestas.

Junto a mi, suave crepitar de arena,
dulce rumor de plácida soledad,
donde yo te busco entre mis sueños,
donde ambos entregados nos amamos,
al arrullo de los ecos de la fiesta.

Que bailen ellos con ellas y dancen,  
que trencen sus pasos y sus cuerpos
en compases de vértigos alocados,  
donde una sonrisa y un beso valen
lo que vale una burbuja en el agua,
lo que vale una flor en el invierno.

El rumor de la arena me seduce,
la plácida soledad me llama.
Lejos, muy lejos, suenan esas notas
crueles que arañan como cuchillos,
que desgarran las mismas entrañas.

La noche ha devorado mi sombra,
y dentro, en mis sueños, brilla una estrella.
No me llega el zarpazo de las notas,
los ecos de la fiesta no me aturden,
porque en mi noche ya brilla un lucero
que escucha el murmullo de la arena
y me arrulla con susurros de ternura.

¿Cuántas veces te he amado, mi lucero?  
No lo sé, desde que empecé a soñar,
y aún te sigo soñando.



Francisco Murcia

Amanecer... ¿Para qué?

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Amanecer… ¿Para qué?
11/02/2018

Tal vez hemos perdido nuestro último crepúsculo,
tal vez nuestros amaneceres volverán a ser
lo que han sido durante tantos años:
inconmensurables desiertos de indiferencia,
océanos interminables de rutinas
donde naufragan todos los sueños.
Y las noches oscuridad y vacío, y silencio,
un tic-tac interminable que va restando
los pasos que van quedando en la vida.

Tal vez era el último crepúsculo antes del amanecer.
Pero amanecer… ¿para qué?
si ya no tengo tu mano,
si ya no tengo tu rostro,
si me faltan los espejos de tus ojos,

Vengo de una noche vacía de luz,
vacía de sueños,
vacía de vida,

Amanecer… ¿para qué?
¿para seguir caminando tan solo por caminar,
sin objetivo ni rumbo?
Con lo fácil que es soñar,
Amanecer… ¿para qué?


Francisco Murcia. 

domingo, 11 de febrero de 2018

Nunca pensé

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Nunca pensé
9 – 02 - 2018

Nunca pensé
que los brillos ocres del otoño
pudieran ser tan hermosos,
ni tan brillantes sus amarillos
ni que sus rojos,
precursores de la muerte de las hojas,
los viera tan deliciosos.

Nunca creí
que los cielos tormentosos del otoño
me ofrecieran un relámpago de luz,
un  destello de magnífica esperanza,
un bálsamo milagroso
con el que curar mi alma.

Nunca pensé
que unos ojos me miraran
como me miran los tuyos,
ni creí en la esperanza de una piel
que trajera hasta mi piel
la fragancia del jazmín,
ni llevara hasta mi boca
la miel de tanto beso perdido,
ni a mi corazón trajera
las delicias de un “tequiero”.

Nunca fue tan delicioso un amarillo en otoño
ni tan brillantes los rojos
ni los ocres tan  hermosos.

Veo en las pompas del charco
unos ojos que me miran
y descubro en sus reflejos
los caminos de mis sueños.

Ya no me asusta el invierno
con sus noches de alcobas abandonadas
y armarios medio vacíos,
ya no me asusta el recuerdo
de un lecho desierto y frío.
Pues los charcos del otoño han traído a mi tus ojos,
y suena tu voz delicada en tintineo de lluvia
que me habla tras los cristales.
Escrito queda en el vaho un “tequiero” con tu letra
y cabalgando en el viento,
escrito en una burbuja donde descubrí tu imagen,
te envío yo mi “tequiero”
entre amarillos brillantes y vivos rojos de ensueño


Francisco Murcia 

viernes, 9 de febrero de 2018

La levedad del yo


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La levedad del yo.
8 – 02 - 2018

Me gusta que te sientas como ese ángel que ha abierto las puertas de mi reconciliación con mi propio yo. Nadie sabe lo que cada persona lleva dentro de sí. Somos libros cerrados destinados a no ser leídos por nadie, aunque estemos ansiosos de que nuestra páginas sean abiertas y transiten por ellas tantas y tantas almas que, sin duda, esconden también sus propios estigias, sin que aparezca ningún creonte que se atreva a conectar con su barca las dos orillas, aquella en la que somos los que representamos con esa otra, en la que representamos lo que somos. Y así quedamos en uno u otro lado; cuando estamos en una, penamos mirando a la otra, siempre nos falta algo. Y es que el yo verdadero está enterrado en los sótanos de un yo fabricado a modo de vehículo para transitar por la vida que nos ha tocado en suerte. 

Como personajes secundarios en una obra mil veces repetida, estamos en el escenario de la vida repitiendo los gestos mil veces interpretados, como guiñoles manejados por dedos invisibles. Buscamos un poco de calor en los que nos rodean, en toda esa muchedumbre de muñecos. De vez en cuando creemos hallar una mirada que nos habla, un gesto que nos invita a penetrar en un yo verdadero, un grito en el silencio que ansía ser escuchado. Pero pasamos de largo, inmersos en el papel anodino sin el cual nos sentimos perdidos.

Recuerdo en estos momentos esa novela: “La insoportable levedad del ser”, del Sr. Kundera. Ciertamente nuestro yo parece ser una pompa producida por una gota de lluvia y sacudida por los vientos tempestuosos de una tormenta. Participamos de esa levedad, de ser y no ser al mismo tiempo, de un pequeño recinto de espacio que ha quedado encerrado en la aérea membrana que nos separa del infinito. Que dos pompas se encuentren y se fundan sin disolverse instantáneamente es muy raro, Por eso, querida, el que el destino nos haya unido y nos haga vibrar con las mismas notas, suspirar con la misma brisa, gozar con los mismos paisajes contemplando el mismo horizonte, es cosa que solo los arcanos de nuestros respectivos destinos deben de saber; a nosotros solo nos toca juntar nuestras manos, mirarnos a los ojos y darle las gracias a nuestros albures por haber dispuesto un papel distinto para nosotros en el escenario del gran teatro del mundo.

Perder esta oportunidad es perder la escalera al infinito, es quedarse abajo, en las sombras, escondidos en nuestra inútil levedad, sumergidos en la penumbra de lo cotidiano, en un mar en calma, una calma incapaz de hinchar las velas de un barco que busque nuevos puertos, esa calma en la que ya no queda nada nuevo que escribir, ningún cuento que contar, ningún duende que nos haga sonreír. Agarremos pues la barca de Creonte, pasemos al otra orilla, vayamos al encuentro de ese yo, nuestro yo que nos espera, aquel que ansía romper la membrana del tiempo y fundirse en un abrazo con la eternidad. Porque no olvidemos que la eternidad puede caber en un momento. Cuando dos almas se encuentran y se funden; entonces, deja de existir el tiempo.


Francisco Murcia. 

miércoles, 7 de febrero de 2018

Las búsqueda terminó.


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La búsqueda terminó.
5 – 02 - 2018

Eternamente buscando,
creo que te busqué antes de nacer,
y después de nacer aún seguía buscando.
Y al final viniste a mi, cuando yo,
cansado de tanta inutilidad,
de tantos pasos perdidos remontando los ocasos,
renaciendo cada día para seguirte buscando,
descansaba derrotado a la vera del camino,
y lloraba mi destino con esa flor solitaria
que consolaba mis penas danzando alegre en la brisa.

También ella está perdida y sin embargo,
extiende a la luz del día sus pétalos primorosos
y me invita a sonreír y a trenzar algunos pasos
en el círculo del viento, donde se asienta su tallo
y reposa sus pesares.

Entonces viniste a mi, cuando mi rosa
cansada se fue flotando en el viento,
y me quedé solo y triste a la vera del camino,
acariciando dos pétalos que en su danza me dejó.
Me dijiste –hola- y te quedaste a mi lado.
Asombrado te miré, esperando un adiós,
pero tu me sonreíste lo mismo que aquella flor,
Y comencé a sonreír
y me invitaste a bailar en los arcanos del tiempo.
Entonces lo comprendí,
mis búsqueda ha terminado,
por fin mi estrella ha venido,
me ha cogido de la mano y juntos,
seguimos en el camino en pos del sueño perdido.


Francisco Murcia 

lunes, 5 de febrero de 2018

Yo no pierdo el tiempo


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Yo no pierdo el tiempo
2 – 02 - 2018

Yo no pierdo el tiempo,
porque mi tiempo no existe
cuando te sueño y te pienso.

La eternidad tan solo es un momento,
el momento en que te sueño.
Lo demás ya no me importa,
lo demás es otra cosa
que existe fuera del tiempo.

Es nuestra la eternidad
mientras nos damos un beso,
y es eterno ese momento
que soñamos en el lecho.

No importa que estemos lejos,
no importa que en tu balcón
amanezca un sol distinto,
solo importa, vida mía,
que vivamos nuestros sueños.

Por eso no pierdo el tiempo
cuando te pienso y te sueño,
porque te siento conmigo,
porque te estoy dando un beso
y es nuestra la eternidad.


Francisco Murcia.

domingo, 4 de febrero de 2018

Estás tan lejos...

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Estás tan lejos…
29 – 01 - 2018

Hasta los huesos me calan las ondas
cuando traen tu palabra vagando
por las etéreas salas de los espacios perdidos,
y hasta el alma me calan tus ojos
con sus miradas ausentes.

Estás tan lejana, tan lejana…
y sin embargo te siento tan cerca
que son tus manos mis manos,
que tu boca esta en mi boca,
que siento tu corazón palpitando con el mío.
Y me duelen los huesos si las ondas
no me traen los ecos de tu voz,
y el alma me duele
si no siente la mirada de tus ojos.

Lejos, estás tan lejos…
y sin embargo te siento tan a mi lado
cuando te sueño y te pienso,
cuando te amo en silencio,
dibujando tu figura en un espacio vacío.
Hasta los huesos me duelen
escuchando el vacío de tus ecos..

Estás tan lejos, tan lejos…
que no sé por qué te amo.
Y sin embargo te siento tan cerca,
 que hasta los huesos me duelen
cuando creo que te abrazo.


Francisco Murcia.

Oh, las palabras

  Oh, las palabras 20 – 10 – 2023   Las palabras bullen dentro de mi como fieras enjauladas, van y vienen, se vuelven y revuelve...