lunes, 30 de noviembre de 2020

He soñado

 

                 
















He soñado.

27 – 11 - 2020

 

He soñado con alas de mariposas

que volaban solas, sin cuerpo,

y con alondras sin alas entre el centeno.

 

He soñado que había un mundo donde mis pies eran alas

y mi cuerpo el de aquella mariposa que se quedó sin sus galas.

 

He soñado con banderas que no encontraban su patria

y con patrias que no tenían bandera,

con cañones y trincheras,

con héroes de pies de barro y con barro

cubriendo las sepulturas de anónimas flores y nardos.

 

He soñado con el llanto de una madre

y las cínicas arengas de uniformes entorchados.

He soñado con un dios acongojado,

sorprendido, aterrado,

preguntándose por qué hizo el cuerpo sin alma,

por qué las alas sin cuerpo volaban.

 

He soñado que mis dedos caminaban por las teclas

y escribían melodías que nunca fueron cantadas,

y eran las notas

heladas gotas de sangre que llovían de un cielo negro,

donde las nubes de fuego

dibujaban arco iris que aprisionaban los cuellos.

 

He soñado que la alondra, asustada y ya sin alas,

se escondía en el centeno

y he dibujado en un pétalo perdido de una rosa ya olvidada,

una sonrisa inocente,

una carita de ángel

y una bandera blanca.

 

Creo que he llorado,

la almohada estaba mojada.

 

Francisco Murcia.


viernes, 27 de noviembre de 2020

Olvidaste tu guadaña









Olvidaste tu guadaña.

26 – 11 - 2020 

Ahora que te has acercado a mí, de frente, sin adornos lastimeros o terribles, sin afilada y amenazante guadaña, ahora que has mostrado tu desnudez, te encuentro menos terrible, casi casi puedo decir que descubro un atisbo de amabilidad, un algo que me hace mirar más allá del horizonte que me vela tu presencia. Y sabes, no te temo, algo me dice que solo eres una presencia inventada o la mensajera de una libertad tan temida como esperada.

Sí, te he visto de frente y casi, casi, te he visto sonreír, y no contemplé tus descarnadas quijadas ni tus fauces con hambre de oscuridades. Tus cuencas vacías se curvaban acompañando el sesgo de una sonrisa. No, no puedo decir que sintiera miedo. Te miré casi con amabilidad, saludando tu presencia, diciéndote: “Ah, ya estás aquí, bueno, de alguna forma te estaba esperando y, cosa curiosa, nunca te vi en mis sueños descarnada y con guadaña, no; más bien te contemplaba como una sombra sin forma, como el amago impreciso de un algo abstracto, una nube que no empañaba el cielo de mis sueños. Pero ahora que te he visto de frente, no me pareces tan temible”.

Llueven lánguidas las notas del piano en esta tarde lluviosa. Tras la ventana, bordan las gotas en los cristales azarosos arroyuelos que mueren al mismo tiempo que nacen. Y yo, que ya me había acostumbrado a tu presencia, poco a poco, me voy alejando de ti o tú te vas alejando de mí. Quizás te equivocaste de puerta, quizás sólo viniste para dejar el aviso, como el cartero que siempre llama dos veces. Ese toc-toc a mi puerta vino envuelto en un halo donde vi dibujado el cariño y la sonrisa de mis padres, de mis abuelos y de muchos, muchos más que, sin haberlos conocido, venían en tropel a recibirme. Y en esa frontera, que solo existe en los sueños, entre el ser y el no ser, un rostro, una mirada que clavaba sus pupilas en las mías con tanta fuerza que tú retrocediste, una sonrisa y el esbozo de un te quiero hicieron que te apartaras.

Francisco Murcia.

martes, 17 de noviembre de 2020

Este lance es mi lance




Este lance es mi lance.

17 – 11 - 2020

 

Afronto el nuevo día con brío,

casi podría decir como el caballero

que en las justas afronta su desafío.

La vida a un lado,

la muerte al otro,

ambos se miran,

se estudian;

la una para matar,

la otra para evitarlo.

 

Y así, valla por medio, al instante cabalgan

con furia la una,

la otra con el valor que le da el yelmo de la esperanza

que la protege y ampara ante la torva embestida.

 

Así afronto yo este día,

como esa justa de antaño,

viendo el sol de medio lado para que no me deslumbre

y me deje ver la sombra del jinete

que, al galope,

blande su infausta guadaña contra mi cuello ya herido.

Pero me protege el yelmo,

acero de mi esperanza, y la fe

de tantos días que me ha regalado la vida.

 

Abro pues de par en par la ventana,

escucho con atención

los ecos y runruneos del traqueto vital

que anuncia el nuevo día, y me fijo

en las caderas blandamente pendulonas de una moza

que al pasar

va escribiendo en cada paso la rúbrica de la vida.

 

Por eso me enfrento en la justa al jinete y su guadaña,

porque este lance es mi lance

y en mi lanza

luzco ese azul de mi cielo

y el verde de mi esperanza.

 

 

Francisco Murcia.

  

miércoles, 4 de noviembre de 2020

Aunque me lo ordene el cielo.

 

              

Aunque me lo ordene el cielo 


No quiero que desaparezca de mi

el suave tremolar de la brizna ya olvidada,

el escondido aleteo del pétalo abandonado,

el leve revoloteo de la mariposa que nadie ve,

no quiero dejar de aspirar el perfume de las rosas.

No quiero, no, aunque me lo ordene el cielo,

dejar de oír el arrullo de aquella paloma herida,

y el trino de los jilgueros que, de paso,

se han pasado en mi ventana.

Y si el cielo me lo ordena, iré a su encuentro, y le diré

que me arrebató una vida que yo escribí

con una brizna de hierba que reposaba en el suelo.


Francisco Murcia.

Oh, las palabras

  Oh, las palabras 20 – 10 – 2023   Las palabras bullen dentro de mi como fieras enjauladas, van y vienen, se vuelven y revuelve...