
Hoy, tiempo
de inventario.
1 – 03 - 2019
Hoy,
al rememorar aquellas imágenes de cándida existencia,
de risas y de llantos entre harapos,
de empujones y codazos
para hacerte un sitio frente al fuego,
o un nido en colchón de hojas resecas,
entre herrumbrosos quejidos de somieres trasnochados,
descubro entre los escombros de abandonados
recuerdos,
ocultos fantasmas que quedaron ahí, escondidos
entre los pliegues de noches ebrias de murmullos
prohibidos
y amaneceres de plomo
e inmaculados paisajes blancos de hielo y escarcha,
de tiritonas y frío.
No parece sino que hiciera testamento
de momentos que en la infancia,
¡oh bendita y cándida existencia!,
pasaron por mi como el agua pasa por el lecho de los
ríos,
con la natural parsimonia o las prisas que da el
paisaje,
ajena a la vida que lleva,
simplemente pasa porque así lo manda Dios,
porque así se hizo la tierra.
No es que haga testamento,
es que es tiempo de añoranzas,
porque el arco de la vida
hace tiempo que pasó ya por su zenit,
el declive del ocaso se aproxima,
y los recuerdos,
montones de escombros azotados por los vientos del
olvido,
van dibujando fantasmas de cosas que nunca fueron.
Es tiempo de hacer inventario,
antes de llegar al mar y regalarle mis días,
mis risas y mis llantos,
mis sueños y mis momentos,
y los ecos susurrados de una infancia
que fue cándida
y que murió desgarrada en el lecho de la vida.
Hoy es tiempo de inventario
y de decirle a ese niño que se esconde en mis
recuerdos,
que ha llegado su momento,
que grite su libertad,
que no hay noches rumorosas de murmullos prohibidos.
Ya solo quedan los sueños y una esperanza incierta:
que en el último momento se abra la eternidad
con la sonrisa de un niño.
Francisco Murcia
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