lunes, 25 de marzo de 2019

Hubo un día generoso

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Sonetos para un adiós.
Hubo un día generoso
Soneto libre XXI
5 – 12 - 2018

Hubo un día generoso en mi existencia,
pues me regaló tus ojos, y me regaló tus labios.
Hubo un día en el que el sol de tu mirada se posó en mi,
y el roce de tu piel abrasó mi soledad.
Y hubo cantos de sirena y aromas de madreselva,
los pétalos del no volaron en los vientos del otoño y los del sí
se quedaron en tu boca adornando tu sonrisa.
Hubo un día que fuiste tan generosa
que bajaste hasta mi infierno para subirme a tu cielo.
Fue un día memorable que aún conservo y conservaré
en un cofre donde encerré tus tequieros.
Hubo un día en que la dicha pasó rauda por mi puerta,
y antes de decirme adiós, yo secuestré la fecha,
la arranqué del calendario y la pegué a mis suspiros.

Francisco Murcia.


miércoles, 20 de marzo de 2019

Alma que grita al viento

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Alma que grita al viento
20 – 03 - 2019

Las sombras de los olvidos no arañan el trébol
que llora de soledad en la oquedad del silencio.
No se retuerce el ocaso
en las blondas olvidadas de los abismos inciertos.
No son estrechos los segundos que marcan el paso de los olvidos
ni el destino deambula arañado por las crueles espinas
de momentos escapados de su tiempo,
ni lloran las flores los rocíos que anuncian las madrugadas.

Malabarismo,
tan solo malabarismo de sonidos y palabras que se enlazan,
construyendo esos castillos de apariencia literaria,
sin saber dónde colocan las almenas o ventanas,
dónde las torres enhiestas,
dónde los pasadizos o el foso de la defensa.

Lágrimas derramadas en oscuras soledades
riegan el jardín donde crecen las palabras que se trenzan
para peinar las tristezas que nos oprimen el alma.

Y nos sentimos poetas para no morir de pena,
y gritamos los poemas,
enlazando torpes versos como perlas,
como gotas de rocío que construyen los efímeros collares
que se ha de llevar el sol a los primeros rayos del alba.

No son las emociones los pétalos de una rosa
que vuelan a la deriva entre las olas del viento;
son la tempestad del alma,
son sus nubes y su cielo,
sus lágrimas, sus risas, sus anhelos;
son ese yo escondido que sufre
y retuerce las palabras porque llora,
para vestir de sonrisas las honduras de su pena.

Nada de eso es posible según enseñan las ciencias,
entonces,
¿por qué lloro en soledad
y me surgen las palabras que riego profusamente
con el caudal de mis lágrimas?
¿Por qué me arañan las sombras y me hieren,
por qué me siento perdido en medio de los silencios?
¿Por qué se pierde el ocaso en los abismos inciertos?
¿Por qué sangran las heridas de males que no recuerdo?

No, no son meros arabismos literarios,
no es vacía orfebrería la palabra de los versos,
ni caprichosos trenzados de suspiros y lamentos. 
Son lágrimas que tienen voz,
voces que tienen alma,
alma que grita al viento
para que el viento la lleve lejos,
allá donde los recuerdos se diluyen y se pierden,
allá donde los momentos tejen la eternidad,
allá donde los relojes ya no sirven,
donde no se cuentan los segundos, ni las horas ni los días,
donde ya no hay horizontes,
donde se termina el tiempo.


Francisco Murcia

viernes, 15 de marzo de 2019

Un adiós envuelto en una sonrisa

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Sonetos para un adiós.

Un adiós envuelto en una sonrisa.
Soneto libre XX
30 – 11 - 2018

La esperanza, penumbra que orla la oscuridad,
diálogo entre la luz y las sombras,
palabras que guarda el sí para no ser enterradas
en la densa oscuridad del no. La esperanza,
frontera donde se paran los sueños y la ilusión viste de luto,
y busca horizontes perdidos, ya ni se sabe dónde.
Rastro difuso de difusas frustraciones. A veces,
en un acaso inopinado del azar, sonríe y nos dice:
es tu hora, este es el momento que esperabas,
levántate y anda, pues la muerte no te espera todavía,
todavía hay en ti lejanos efluvios de primavera,
deja que la brisa juegue con tus hojas amarillas, 
y sonríe con la vida que te queda a esa musa que te regaló un sí,
y que hoy te da un adiós envuelto en una sonrisa.

Francisco Murcia


viernes, 8 de marzo de 2019

¿Se puede vivir de un sueño?

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¿Se puede vivir de un sueño?
8 – 03 - 2019


Domingo volvió a la tranquilidad de sus horas en el parque, al murmullo del ramaje por encima de él, sobre el banco en el que siempre lo podían encontrar las palomas que venían presurosas; sabían de sus gestos, de esa mirada perdida que solo se animaba con sus aleteos, y del puñadito de arroz que parecía llover cuando ellas se acercaban. Pasaron los días, los sueños se iban apagando a medida que las certezas adquirían la pétrea firmeza de la lógica, de lo dolorosamente inevitable, de la infalibilidad que se desprende de una ecuación bien planteada. Volvió a repasar por enésima vez las imágenes de unos recuerdos que, poco a poco, se iban disolviendo en el tiempo, pero que aún mantenían un cierto halo de realidad, de que hubo un día en su vida, que la vida le proporcionó un respiro, un amago de eternidad, y conoció el bello rostro de un azar en el que nunca había pensado.

Volvió a repasar como hacía todos los días, a todas las horas, el tacto de aquellos labios; sí, bajo un árbol, con murmullo de ramaje y aromas de azahar, aquellos ojos semicerrados que parecían soñar, aquella piel delicada, aquel suspiro que se clavó en sus entrañas antes de perderse entre la brisa y las palomas del parque. Si, las palomas; también había palomas. Volvió a extender otro puñadito de arroz, a perderse en los arrullos y suaves aleteos de las aves, mientras escuchaba con atención los rumores del ramaje, y en más de una ocasión le pareció oír un “tequiero”. Todo era una ilusión, los últimos retazos de un sueño que se desvanecía, mientras sus raíces penetraban hasta lo más profundo de su ser.

¿Se puede vivir de un sueño?  Se lo había preguntado muchas veces bajo el dosel de las ramas. Claro que se puede vivir de un sueño, se había respondido a sí mismo. Se sentía dueño de sus sueños, el único lugar donde la libertad no es una construcción metafísica, no es un imposible ni se halla limitada por nada ni por nadie. Ahora, cuando ya estaba lejos de las turbulencias del río de la vida en el que había, más que nadado, flotado, dejándose llevar por la corriente tratando de evitar los remolinos peligrosos, reposaba su sosiego bajo la umbría acogedora del ramaje con la vista perdida en esos jardines que solo existían en sus sueños. Hubo un día en que tocó esos horizontes, un día en el que el azar se convirtió en un cuerpo anhelado y deseado, en unos ojos que iluminaron esos recovecos oscuros donde se escondían las lágrimas surgidas de las derrotas. Fue algo fugaz, pero determinante; una sonrisa que resarció tantos y tantos años de sombras pobladas de fantasmas inventados. Aquella sonrisa quedó en sus sueños para siempre, y ahora, cuando se pregunta si se puede vivir de un sueño, la respuesta es inmediata: sí, se puede vivir de un sueño, y es posible que sea el sueño la única razón por la que merezca la pena seguir viviendo.


Francisco Murcia

domingo, 3 de marzo de 2019

El amor es mucho más

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El amor es mucho más.
3 – 03 - 2019

El amor es cosa de poetas,
dicen unos; otros,
que es un tipo de locura,
y algunos, más pegados a la tierra,
que es una simple atracción
al vaivén de unas caderas.

¿De verdad os lo creéis?
¿No es el amor más verdad que la que sueña el poeta?
¿Solo es una mentira que se envuelve en la locura?
¿Es el mandato divino que está escrito en el instinto?

Gran verdad la del poeta
que canta amor en sus sueños,
no es mentira la locura que vive el enamorado,
tampoco sólo es instinto.

El amor es una gota desprendida de una nube,
que pasa ante mis ojos,
lenta, muy lentamente;
quiere dejarme leer lo que en ella ha sido escrito
por ese rayo de sol que penetra como uno,
y que emerge en arco iris para iluminar los cielos.
Es la gota de rocío
que alumbra las madrugadas con diamantes de escarcha
y diademas nupciales;
Es el suspiro
donde flotan confiadas las emociones del alma.

No tiene la inmensidad que quiere darle el poeta,
ni hay en él esa locura que dicen los que no aman.

El amor es la sonrisa de ese niño, de esa niña
que en sus juegos inocentes se miran
y se prometen que serán novios un día,
cuando sus padres los dejen,
es la mirada del perro reclamando una caricia,
es el brazo que te abraza y esos ojos,
que son ventanas abiertas a los jardines del alma.

Ya veis,
no es huracán el amor,
no es tempestad,
no es ilusión mentirosa de locuras escondidas.
Es más que sábanas limpias
y gemido entre penumbras.

Puede ser una mirada,
una sonrisa inocente,
una lágrima en los labios,
una brisa en la ventana
o un pétalo escindido
que se ha posado en tu cama.

El amor es mucho más que los sueños de un poeta.


Francisco Murcia.  

sábado, 2 de marzo de 2019

Hoy, tiempo de inventario

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Hoy, tiempo de inventario.
1 – 03 - 2019

Hoy,
al rememorar aquellas imágenes de cándida existencia,
de risas y de llantos entre harapos,
de empujones y codazos
para hacerte un sitio frente al fuego,
o un nido en colchón de hojas resecas,
entre herrumbrosos quejidos de somieres trasnochados,
descubro entre los escombros de abandonados recuerdos,
ocultos fantasmas que quedaron ahí, escondidos
entre los pliegues de noches ebrias de murmullos prohibidos
y amaneceres de plomo
e inmaculados paisajes blancos de hielo y escarcha,
de tiritonas y frío.

No parece sino que hiciera testamento
de momentos que en la infancia,
¡oh bendita y cándida existencia!,
pasaron por mi como el agua pasa por el lecho de los ríos,
con la natural parsimonia o las prisas que da el paisaje,
ajena a la vida que lleva,
simplemente pasa porque así lo manda Dios,
porque así se hizo la tierra.

No es que haga testamento,
es que es tiempo de añoranzas,
porque el arco de la vida
hace tiempo que pasó ya por su zenit,
el declive del ocaso se aproxima,
y los recuerdos,
montones de escombros azotados por los vientos del olvido,
van dibujando fantasmas de cosas que nunca fueron.
Es tiempo de hacer inventario,
antes de llegar al mar y regalarle mis días,
mis risas y mis llantos,
mis sueños y mis momentos,
y los ecos susurrados de una infancia
que fue cándida
y que murió desgarrada en el lecho de la vida.

Hoy es tiempo de inventario
y de decirle a ese niño que se esconde en mis recuerdos,
que ha llegado su momento,
que grite su libertad,
que no hay noches rumorosas de murmullos prohibidos.
Ya solo quedan los sueños y una esperanza incierta:
que en el último momento se abra la eternidad
con la sonrisa de un niño.


Francisco Murcia  

Oh, las palabras

  Oh, las palabras 20 – 10 – 2023   Las palabras bullen dentro de mi como fieras enjauladas, van y vienen, se vuelven y revuelve...