
Nada es real.
4 – 06 - 2019
La realidad más firme que
podáis imaginar, la que percibáis como intangible, aquella que hiere vuestro
tacto y penetra por vuestros ojos, la que podéis gustar, la que inhaláis en
cada respiración, esa realidad no tiene mayor consistencia en el devenir de los
arcanos del universo, que la que se desprende de la ilusión de la existencia.
Pues no hay nada cuya esencia sea por sí misma, excepto aquella que se
desprende del pensamiento cuando éste, peldaño a peldaño, fabrica las escaleras
que nos conectan con el infinito.
Dicen los sabios, que el
universo no existe, su realidad no es mayor que la que se desprende de los
datos grabados en el disco duro que gira en el horizonte donde se determinan
los sucesos de un agujero negro infinito. No somos más que datos, y sin
embargo, sentimos el aire, y vemos las estrellas, y nos duelen los huesos
cuando tropezamos, y lloramos cuando algo tan insustancial como el amor nos
abandona. Si, lloramos por esas miradas perdidas, por esos labios entreabiertos
que desgranan sus sonrisas en direcciones opuestas. Pero todo eso no es más que
datos, la escritura de un dios desconocido en el horizonte de su poder.
Puede que no seamos más
que imaginaciones oníricas de un dios que duerme la siesta después de la
creación. Pero ese dios, en sus sueños, me dibuja peinándote tus cabellos, y
configura tus ojos en miradas que me quitan el sentido. ¿He de pensar, cuando
arrobado te miro, cuando contemplo mi imagen reflejada en tus pupilas, que no
existes? ¿He de pensar cuando tu piel me electriza, cuando bebo tus suspiros,
que yo no existo? Sin embargo, tal vez sea cierto, porque al llegar la mañana
ya no te encuentro a mi lado, porque tu voz y tu acento, tus aromas y tu pelo,
tan solo han sido un sueño, los restos ya casi olvidados de mis ocultos
anhelos.
Y más allá de mi mismo,
¿he de pensar que esas madres de pechos secos colgantes, que esos hijos que
mueren en los regazos con sus miradas perdidas, que esas costillas salientes
que configuran la muerte, no son ciertas? Entonces, ¿qué es el sufrimiento, a
qué viene todo esto? ¿Por qué juegas en tus sueños con una realidad que sólo
existe en tu mente? ¿Por qué cuando digo amor y estoy mirando a unos ojos, me
siento tan real, que me ofrezco en sacrificio a una sonrisa amorosa. Sin
embargo, esa sonrisa dura lo que dura el sueño; pues más allá ya no hay nada, y
cuando insinúo un beso, esos labios se perdieron. ¿Es mi sueño o es el tuyo?
¿Dónde estaban esos labios que insinuaron un beso, dónde aquellos aromas que me
trajeron los vientos, dónde la tierna mirada donde yo vi ese mensaje que grabé
con sus palabras? Yo creí que era cierto, pero estaba equivocado; solamente era
tu sueño. Así jugaste conmigo cuando creaste los ojos donde se vieron los míos.
Y si nada es real, ¿por
qué te veo en mis sueños?
Francisco Murcia.
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