domingo, 13 de febrero de 2022

A la vista de un poema.

 

A la vista de un poema

10 – 02 - 2022

Estimada amiga, no todos los poemas son una ventana al cielo, o al infierno interior que vive cada poeta, no todos merecen la atención que les dispensan los entendidos próceres de las letras; a veces los hay anodinos; otras, explosión de sentimientos que elevan nuestras lágrimas ocultas a la cima de un Olimpo desierto donde los dioses, sordos ellos, ignoran nuestros lamentos. Pero hay alguno de esos que merecen escalar las empinadas laderas del reconocimiento, pues en él, se derraman todas las soledades de un alguien que fue creado cuando Dios estaba enfermo; se siente, por tanto, como un despojo, un exabrupto ahogado que se quedó en sus adentros, el delirio de la fiebre que lo quemaba por dentro. Así me he sentido, así me siento cuando golpeo el teclado a la vista del poema. Transito por él como lo he hecho por mis días. Por eso lo siento, lo comparto y lo comprendo.

 Soy aquél en esos versos que nunca quiso nacer, el siempre perdido, el nacido del azar cuando el azar camufló, entre susurro y jadeos, una semilla perdida y Dios no lo pudo evitar, porque Dios estaba enfermo. Soy ese aquél que nunca fue invitado, ni deseado ni amado. Soy ese aquél perdido en un otoñó tardío que añora las primaveras que nunca pudo vivir.

 Pero ella, ella siempre estuvo ahí. Luz de mi noche que iluminó mis penumbras; huésped de las sombras, la recogí entre mis sueños, los ecos de sus arrullos restañaron mis heridas y sus lágrimas, al fin, le prestaron a las mías sus reflejos y juntas, crearon el arcoíris para firmar en el cielo lo que a Dios se le olvidó, porque Dios estaba enfermo.

 Francisco Murcia.

 

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