lunes, 28 de febrero de 2022

La guerra

 


                                                             Dalí. Imagen de internet. 

La guerra

27 – 02 - 2022

 

La noche, el silencio, la oscuridad.

La brisa transportando los rizos apenas audibles de un eco lejano.

Gritos se adivinan,

amagos de agonías que estremecen el vacío,

lágrimas que dibujan los fantasmas que pueblan nuestras penumbras.

La noche es triste bajo el amparo que escriben

los arcos de tétricas catacumbas.

 

Mamá, papá, ¿Qué pasa? ¿Por qué estamos aquí?

¡Sssssssssss! ¡Silencio, hijo, silencio!

Que no nos oigan los muertos.

 

Banderas, patrias y guerras, y en el fondo del abismo,

oscuridad y tinieblas,

rabia en los corazones y en la mente,

la demente irracionalidad de una locura,

los blasones adornados con la sangre de la guerra.

¡Sssssssssss! ¡Silencio!

Dejad que pase la muerte con sus mensajes secretos,

esconded vuestra inocencia en los paisajes del sueño.

 

Fuera, oscuridad y tinieblas.

La noche es larga, el cielo negro,

rojo intenso el trazado del misil.

Suena lejano el eco con los gritos de los muertos.

En los túneles del metro es el miedo y el silencio.

 

La noche es larga, la locura interminable,

la avaricia es infinita y la historia

es la pluma que escribe los epitafios:

“Aquí yace la razón. Un demente la mató envuelto en una bandera”

¡Viva la muerte!

Alguien dice que se oyó.

 

Francisco Murcia.

domingo, 13 de febrero de 2022

A la vista de un poema.

 

A la vista de un poema

10 – 02 - 2022

Estimada amiga, no todos los poemas son una ventana al cielo, o al infierno interior que vive cada poeta, no todos merecen la atención que les dispensan los entendidos próceres de las letras; a veces los hay anodinos; otras, explosión de sentimientos que elevan nuestras lágrimas ocultas a la cima de un Olimpo desierto donde los dioses, sordos ellos, ignoran nuestros lamentos. Pero hay alguno de esos que merecen escalar las empinadas laderas del reconocimiento, pues en él, se derraman todas las soledades de un alguien que fue creado cuando Dios estaba enfermo; se siente, por tanto, como un despojo, un exabrupto ahogado que se quedó en sus adentros, el delirio de la fiebre que lo quemaba por dentro. Así me he sentido, así me siento cuando golpeo el teclado a la vista del poema. Transito por él como lo he hecho por mis días. Por eso lo siento, lo comparto y lo comprendo.

 Soy aquél en esos versos que nunca quiso nacer, el siempre perdido, el nacido del azar cuando el azar camufló, entre susurro y jadeos, una semilla perdida y Dios no lo pudo evitar, porque Dios estaba enfermo. Soy ese aquél que nunca fue invitado, ni deseado ni amado. Soy ese aquél perdido en un otoñó tardío que añora las primaveras que nunca pudo vivir.

 Pero ella, ella siempre estuvo ahí. Luz de mi noche que iluminó mis penumbras; huésped de las sombras, la recogí entre mis sueños, los ecos de sus arrullos restañaron mis heridas y sus lágrimas, al fin, le prestaron a las mías sus reflejos y juntas, crearon el arcoíris para firmar en el cielo lo que a Dios se le olvidó, porque Dios estaba enfermo.

 Francisco Murcia.

 

Oh, las palabras

  Oh, las palabras 20 – 10 – 2023   Las palabras bullen dentro de mi como fieras enjauladas, van y vienen, se vuelven y revuelve...