Dalí. Imagen de internet.
La guerra
27 – 02 - 2022
La noche, el silencio, la
oscuridad.
La brisa transportando los
rizos apenas audibles de un eco lejano.
Gritos se adivinan,
amagos de agonías que
estremecen el vacío,
lágrimas que dibujan los
fantasmas que pueblan nuestras penumbras.
La noche es triste bajo el
amparo que escriben
los arcos de tétricas
catacumbas.
Mamá, papá, ¿Qué pasa? ¿Por
qué estamos aquí?
¡Sssssssssss! ¡Silencio, hijo,
silencio!
Que no nos oigan los muertos.
Banderas, patrias y guerras, y
en el fondo del abismo,
oscuridad y tinieblas,
rabia en los corazones y en la
mente,
la demente irracionalidad de
una locura,
los blasones adornados con la
sangre de la guerra.
¡Sssssssssss! ¡Silencio!
Dejad que pase la muerte con
sus mensajes secretos,
esconded vuestra inocencia en
los paisajes del sueño.
Fuera, oscuridad y tinieblas.
La noche es larga, el cielo
negro,
rojo intenso el trazado del
misil.
Suena lejano el eco con los
gritos de los muertos.
En los túneles del metro es el
miedo y el silencio.
La noche es larga, la locura
interminable,
la avaricia es infinita y la
historia
es la pluma que escribe los
epitafios:
“Aquí yace la razón. Un
demente la mató envuelto en una bandera”
¡Viva la muerte!
Alguien dice que se oyó.
Francisco Murcia.