¿QUÉ ERES, OH MUJER?
Basado en SIGNOS, de Amelia Arellano.
29 – 09 - 2021
¿Qué eres, oh mujer? ¿Eres todas en una o una en todas? ¿Eres muchas o eres nadie? ¿Eres tú o en ti están todos los pronombres? Todos los corazones en uno que retumba hasta alcanzar sus ecos las cimas de las montañas, hasta penetrar la oscuridad donde se hunden los recuerdos. ¿Quién eres tú, mujer, que escondiste tu inocencia para preservar tu imagen en el fono del espejo? Al final, dejaste de ser niña y te mueves alocada en ese trayecto impreciso en que nos sume la niebla, sin alboradas ni ocasos, relámpago de la noche, eclipse durante el día, perdida en esa distancia infinita entre el sí y el no, el ser y dejar ser para simplemente estar. Pedernal contigo misma, quinqué de luz penumbrosa donde danzan esas sombras que juegan en las paredes, torrente de sustantivos, adjetivos en cascada vistiendo tus sentimientos que, siendo solo tuyos, pues eres única, también retumban en ti, porque eres también diversa, los ecos de todo el mundo.
Te sientes única. Zapatito de cristal que tiene su Cenicienta. Pero el príncipe está lejos y no escucha tu llamada. Oculto orgullo de poeta que esconde en su soledad iras, temores y miedos, alegrías escondidas que riega con lágrimas no sentidas. Porque al final, oh Niña que moras dentro, los ecos de tus rumores agitan las aguas del mar donde se hunden sus anhelos. Porque eres tú, Niña, la fuente que alimenta arcoíris y dibuja en el azul los caminos de los sueños. Tú, mujer; tú, niña; tú, solo tú, roca de miel y cristal, escribes sobre la mesa, donde se sientan los hombres, todos los nombres, porque tú eres todas, lo eres todo y estás dentro del poeta que grita en su soledad los ecos de tus silencios. Así eres, Niña, zapatos de Cenicienta y carruaje de duendes, sabor a almendras amargas y aromas a pan reciente, ojos de la inocencia que niega los horizontes de la joven que te llama. Ella es así: fuego y hielo, hojarasca de amapolas jugando con el azar, brisas de cielo y mar, fulgurante estrella fugaz que cruza rauda la noche. Siempre un instante, siempre un paréntesis en la inexorable ruta de las horas y los días.
Siguen intactas tus trenzas y el almendro sigue en flor, rosada y blanca inocencia que sus pétalos pregonan desde frondas escondidas donde se oculta tu yo. No puedes evitarlo, poeta. Son las gotas de tu alma las que dan vida a los versos, y los sueños, que en penumbras construyen esos paisajes donde tú ríes y lloras, son el alma, la esencia de tus poemas. “Puñal. Vara de mimbre. silencio y grito. / Castillo. Techo de tierra y piso de paja”. No son metáforas, son la espuma que generan las olas de tus tormentas. Al final, desplegadas las velas del otoño, sus vientos te alejan de aquella joven y en la soledad, buscas a aquella niña donde guardaste tu esencia.
Francisco Murcia Periáñez